Pocas veces me ha ocurrido comprar una novela sólo por el título. Cuando ví la novela de Tabish Khair titulada “Cómo combatir el fundamentalismo en la postura del misionero”, sentí que tenía que comprarla. No podía perderme un libro con ese título.
La novela cuenta la historia de dos amigos que viven en Dinamarca y que por azar conocen a un taxista pakistaní al que terminarán alquilando dos habitaciones. El primer acierto de Khair es haber sabido escoger tres buenos protagonistas. El primero es el narrador, un pakistaní que trata de abrirse paso como escritor. El segundo es su amigo Ravi, un indio atractivo que ha nacido con una flor en el culo y se pasea por el mundo con el aplomo de los que saben que heredarán la Tierra (Jesucristo dijo que los humildes heredarían la Tierra; mientras llega el momento de que se cumpla esa profecía son los hijos de millonarios con buena planta los que la disfrutan). El tercero es Karim, el taxista, un musulmán ferozmente piadoso, con unos comportamientos oscuros que hacen sospechar que oculta algún secreto.
Por si estos personajes no bastasen, Khair los rodea de toda una serie de secundarios notables, que uno a uno y por sí solos serían merecedores de protagonizar una novela. Está Lena, la turca naturalizada danesa, con la que Ravi vive un intenso romance que acaba como todos los romances intensos, mal. Está la Sra. Marx, una divorciada treintañera y con un hijo, con la que el narrador mantiene un romance menos intenso. Están el Gran Claus y su familia, que encarnan todo el buenismo y la corrección política de los escandinavos… Dado lo difícil que resulta crear buenos personajes, siempre me admiro cuando un escritor dedica tanto esfuerzo extra a retratar a unos cuantos secundarios. Me admiro, pero me encanta cuando lo hace.
El hilo de la novela es la creciente percepción de que hay algo ominoso en la religiosidad de Karim, que acaba desembocando en la sospecha de que podría ser un terrorista fundamentalista. Pero igual que Khair no se conformó con los tres protagonistas e introdujo todo un plantel de buenos secundarios, tampoco se conformó con un solo hilo argumental. Khair también explora lo que significa ser expatriado, sobre todo en una sociedad insípida, que practica el buenismo y la tolerancia (sí, siempre será eso mejor que el racismo, pero también tiene su lado oscuro); reflexiona sobre el amor y la pasión, confirmando lo que siempre he pensado, que una pasión intensa sirve para unos meses, pero que más allá de eso, mejor un amor apañadito y menos fogoso; habla de literatura, de religión… Y lo mejor de todo es que lo hace de una manera desenfadada e irónica, sin pontificar, divirtiendo.