Sihanoukville a Phnom Penh en autobús
Regresamos a Phnom Penh via Sihanoukville en autobús.
El billete nos cuesta $8 (con Ryth Mony) y el trayecto dura unas 5 horas.
Muchos de los asientos están rajados o sucios, pero como somos los primeros en subir al bus, desmontamos la parte de abajo de los asientos y los cambiamos por unos que no estén rotos. El aire acondicionado es testimonial.
El camino comienza cruzando inmensas extensiones de bosque de los parques nacionales que rodean Sihanoukville, pero pronto da paso a la planicie encharcada típica del campo camboyano.
Campos de arroz hasta donde alcanza la vista, salpicados de palmeras, búfalos y campesinos. Cada metro que avanzamos es una postal preciosa.
La carretera está asfaltada, pero en condiciones muy regulares y aún así constantemente pasamos por garitas donde el conductor tiene que pagar un peaje.
Conforme nos acercamos a Phnom Penh, el tráfico se hace mucho más caótico si cabe. Pasamos a través de una enorme área industrial, donde vemos camiones llenos hasta los topes de mujeres, uniformadas o no, que van camino, (o vuelven) de las maquiladoras.
Entonces…estalla el CAOS. La peor tormenta monzónica de lo que llevábamos de viaje nos muestra imágenes dantescas desde los cristales del autobús. Un anciano se ha caído de la moto. Rápidamente, tres o cuatro motos se paran, levantan la moto y ayudan al anciano a apoyarse de pie contra el sillín. Y ahí lo dejan, temblando y empapándose, todavía sin poder dar un paso por el golpe. La gente no puede pasar por el tapón que forma el anciano y los enormes socavones con montañas de tierra de la carretera. Se ven motos en los que de la capa-chubasquero del conductor salen dos o tres pares de piernas más, indicando el número de personas que van en la moto, todos tapados con un mismo chubasquero. Otros están parados en mitad de la calle para ponerse el chubasquero, aunque están empapados ya. Muchos sencillamente se resignan y soltando una mano del manillar para taparse la lluvia de los ojos, siguen avanzando a todo gas.
Las 5 horas de viaje terminan en la parada de buses de Ryth Mony desde donde, después de regatear un rato, un tuk-tuk nos lleva al Mad Monkey por $1 cada uno ($4).
Al llegar al hotel nos duchamos y utilizamos los ordenadores de la recepción para reservar nuestra primera noche en Vietnam (Hoi An). Nos decantamos por The Corner Homestay que por $11 por persona ofrece comodidades de hotel, con desayuno incluido. Se ofrecen a recogernos del aeropuerto por $6/persona ($12) y aceptamos.
De Camboya a Vietnam por aire
Al día siguiente nuestro vuelo Phnom Penh-Ho Chi Minh City – Da Nang con Vietnam Airlines estaba previsto para las 14:15 de la tarde.
Nos levantamos perezosamente, desayunamos tarde en el restaurante del hostel un desayuno delicioso (aunque a precio de guiris) y nos buscamos la forma de ir al aeropuerto.
Al llegar allí, primera mala noticia: el vuelo lleva un retraso de 1 hora. Comentamos en el mostrador que tenemos una conexión en Ho Chi Minh a las 17:10 y nos dicen que tranquilos, que nos da tiempo.
Llega el momento de despedirnos de nuestras otras dos compañeras de viaje que vuelven a España. Su vuelo viene y se va, sin más complicaciones. Seguimos el viaje solos nosotros dos.
Un aviso en camboyano del que solo comprendemos Ho Chi Minh nos hace ir de nuevo al mostrador a ver qué ocurría. Se anuncia un retraso de otra hora más para nuestro vuelo.
El problema es que en Vietnam, no se hacen conexiones de vuelos domésticos. Así de tajante. Tienes que bajarte de tu avión, hacer el control de pasaporte y visado, coger tu equipaje y volver a entrar al aeropuerto y hacer el check-in para el siguiente vuelo, así que una escala de 2 horas y media como la nuestra, se hace corta, pero si encima vas con retraso, pues vuelo perdido sin duda, y el siguiente, también.
La suerte que tuvimos es que entre Ho Chi Minh y Da Nang hay una barbaridad de vuelos diarios y nos metieron en otro cuando por fin llegamos a Ho Chi Minh City, 3 horas más tarde de lo que se esperaba.
Cruzar la frontera de Vietnam con pasaporte español
Desde el 1 de Junio de 2015, y en principio hasta el mismo mes del 2016, los ciudadanos españoles no necesitan visado para entrar a Vietnam. Con el pasaporte en vigor y una fecha de validez mínima de 6 meses es suficiente. Esto es válido siempre y cuando hagamos 1 sola entrada al país y nuestra estancia dure menos de 15 días. Si planeamos entrar y salir varias veces del país hay que solicitar previamente al viaje un visado multientrada.
Cuando nosotros estuvimos allí, apenas hacía un par de meses que esta nueva ley había entrado en vigor, por lo que había muy poca información al respecto en Internet. Nos fiamos de un comentario que leimos en viajeros.com de un muchacho que decía que acababa de entrar por tierra desde China, y efectivamente no le habían pedido ni carta de invitación ni visado.
Nuestra entrada fue un poco más accidentada por el tema del retraso, pero al final, todo salió bien. Una azafata de Vietnam Airlines que prácticamente no hablaba inglés (más allá de “follow me”) nos esperaba a la llegada con nuestro nombre escrito en un papel, junto al de otra pareja de españoles.
Como teníamos un pellizquillo de duda sobre el tema del visado, le preguntamos a la otra pareja sobre el tema, y muy sorprendidos nos dijeron que visado no hacía falta pero que carta de invitación sí, que ellos ya habían entrado a Vietnam y que se la habían pedido y que era la segunda vez que entraban. Nos agobiamos un montón.
Cuando llegó el momento de pasar el control a mi se me descompuso el cuerpo de nervios de pensar que con cada minuto que pasaba estábamos más cerca de perder un tercer vuelo, y que igual hasta teníamos un problema con inmigración y no volábamos ese día. Es lo chungo de ir con los días tan justos. Un contratiempo así te echa el viaje por tierra.
Ahí voy. Me toca ya. Le doy el pasaporte al oficial. Pongo mi mejor cara de poker. Me preguntan cuanto tiempo me voy a quedar. Diez días. Me ponen mi sellico. ESTOY EN VIETNAM. Y mi compañero pasa también sin problema ninguno. Les toca el turno a la otra pareja. Algo pasa. Nos señalan. El oficial sale de la garita, y se viene para nosotros, nos vuelve a pedir los pasaportes. Los revisa. Literalmente se nos escapa un peo del susto. Nos devuelve los pasaportes. SEGUIMOS EN VIETNAM.
Del subidón no nos damos cuenta qué pasa con ellos y de repente los hemos perdido de vista y también a la azafata. Decidimos ir a por los equipajes mientras tanto. Después de un rato apareció ella, sin los españoles, y como no hablaba inglés, ni nosotros vietnamita, no pudimos saber qué había pasado con ellos. Pero sospechamos que el tema de la múltiple entrada pudo tener algo que ver.
Cuando finalmente aparece los equipajes, la chica nos guió por fuera del aeropuerto hasta la terminal de salidas domésticas donde nos gestionó que nos pusieran en el siguiente vuelo. El chico del mostrador sí que hablaba inglés y cuando le comentamos que teníamos que hacer una llamada para avisar a los del hotel que nos iban a recoger de que llegaríamos mucho más tarde, sacó su móvil y nos llamó el mismo, explicándole en vietnamita a la persona que cogió el teléfono, que no hablaba inglés que íbamos a llegar a otra hora.
Finalmente aterrizamos en Da Nang y un muchacho estaba esperándonos en el aeropuerto para llevarnos a Hoi An.
Llegamos tan tarde que estaban ya cerrando los restaurantes por lo que nos paramos en el primero que vimos y fue entonces cuando descubrimos porqué se dice que Vietnam tiene la cerveza más barata del mundo. 1 tubo de cerveza 4000 dongs (unos $0.20) Y una botella de medio litro de Saigón $70.
¡Se puede decir que Vietnam nos recibió con los brazos abiertos! ¡¡Y los vasos llenos!!