Las trufas, una variedad de hongos, son una joya que nos da la tierra y que hay que saber tratar. Si llegan a vuestras manos unas trufas tal cual han estado recogidas, es decir, con tierra, os cuento como limpiarlas y conservarlas.
Estas de la fotografía, son trufas negras de invierno, tuber melanosporum, Périgord, para mí las mejores que hay.
Primero, si no se van a emplear de inmediato, se envuelven en un paño de algodón, o se introducen en una bolsita de este tipo de tela tal cual están, con la tierra adherida, dentro de la nevera, un par de días.
Para limpiarlas, se lavan bajo el chorro de agua fría y con ayuda de un cepillito de cerdas blandas ir eliminando la tierra que las envuelven, repasar bien los recovecos y pliegues para eliminarla bien. En la foto podéis ver una trufa limpia y otra con la tierra que lleva adherida.
Para conservarlas una vez limpias, se envuelven en una tela de algodón y se guardan en la nevera. Se mantienen en buen estado unos 7-9 días, a partir de ahí se estropean, se secan y según como, se pudren. Admiten la congelación muy bien, así que mejor congelarlas ya que se mantienen unos meses en buen estado.
A la hora de utilizarlas no se descongelan, se sacan del congelador se rallan o se laminan y de nuevo se vuelven a congelar.