Tal y como comentábamos en nuestro anterior artículo sobre el descanso de nuestros hijos, existen una serie de pasos o procedimientos que podemos llevar a cabo para que los más pequeños logren quedarse dormidos. Pero además, los psicólogos aconsejan, sobre todo en el caso de los bebés, introducir cambios muy graduales para que este proceso sea lo más sencillo y adaptativo posible. A partir de esto, quisiéramos ilustrar con un ejemplo en qué consiste este procedimiento gradual:
1. Llevar al niño en brazos hasta que se duerme y luego acostarlo. Es el paso inicial, en el que el infante se queda dormido arropado por su padre o madre y en el que se encuentra con un total sentimiento de seguridad.
2. Coger al niño, ponerlo en su cama aún despierto y acompañarle con caricias, susurrándole o cantándole hasta que se quede dormido. Este sería el siguiente paso, en el cual ya le estaríamos privando de tanta cercanía y seguridad como al principio.
3. Sentarse junto a la cama y calmarle hablándole, hasta que se duerma. Aquí ya vemos como el bebé va adquiriendo una mayor autonomía, de forma que va ganando confianza y va dándose cuenta de que no hay nada que temer.
4. Sentarse un poco más lejos. Al hacerlo progresivamente, apenas percibirá los cambios.
5. Salir de la habitación un poco antes de que se quede dormido. Así comenzará poco a poco a enfrentarse a dormir sólo. Si reclama nuestra presencia con gritos o lloros, comenzaremos desde el paso anterior.
6. Finalmente, abandonar la habitación cada vez más temprano. Todo ello con el objetivo de ir logrando un sueño cada vez más autónomo e independiente.
Al hacer este tipo de prácticas, lograremos que muchos de los miedos que suelen gestarse a la hora de ir a dormir no tengan por qué aparecer, de forma que el pequeño aprenderá a dormir tranquilo y relajado sabiendo que sus padres estarán para lo que necesite.
foto|Jomphong