[Esta es la tercera parte de mi serie sobre el estoicismo romano y sobre cómo aprovechar sus herramientas para una vida (no sólo) minimalista. En la primera parte presenté el libro “El arte de la alegría estoica” (http://valedeoro.es/el-minimalismo-tiene-historia-la-alegria-estoica). En la segunda parte expliqué cómo combatir la adaptación hedonista mediante la visualización negativa. En esta tercera parte presento la tricotomía del control.]
¿Cuánto control realmente tienes de una situación?
Hay personas que viven quejándose: El semáforo está en rojo. El bus está muy lleno. El trabajo es aburrido. Deberían hacer más deporte…
De hecho estas quejas se pueden dividir en tres arquetipos (recuerda que los estoicos también eran científicos, y por consiguiente les gustaba teorizar) basados en el control que tienes sobre cada situación (como control definimos tu habilidad de influenciar el resultado inmediato):
- Situaciones sobre las cuales tienes pleno control (por ejemplo dejar el coche más lejos del trabajo para caminar media hora por las mañanas)
- Situaciones sobre las cuales no tienes ningún control (el semáforo en rojo no cambiará de color más rápido con tus quejas)
- Situaciones sobre las cuales tienes un control limitado (puedes participar en el concurso de literatura, pero no sabes si vas a ganar)
Cada tipo de situación requiere una reacción diferente y por esta razón es importante practicar un poco cada día para poder distinguir estas tres situaciones. Cuando empiezas a alterarte por algo, pregúntate qué influencia tienes sobre el hecho. ¿Hay algo que depende de ti, algo que puedes hacer para mejorar la situación? Si te preocupas o te quejas de las cosas que no puedes cambiar, estás malgastando energía. Es mejor aprovechar estas energías en algo que sí puedes cambiar.
Tus opiniones y tus valores dependen única y exclusivamente de ti
Tus valores y opiniones se basan en tu infancia pero aunque vengas de la familia más liberal o más conservadora del mundo, eso no es la única fuente de tus valores. Al intercambiar ideas y opiniones con amigos y colegas puedes adaptar, actualizar y cambiar tu opinión. Ahora que ya eres adulto, eres tu quién puede moldear tus propios valores y quién, por consiguiente, decide cuál es el objetivo de tu vida. ¿Crees necesario conseguir hacerte millonario? ¿Tu meta es poder mudarte a un monasterio en la India para vivir en paz? ¿Quieres tener una familia grande para compartir tu vida con los niños? Claro que no tienes pleno control sobre si lo conseguirás o no, pero tus metas y tus objetivos te los pones tu.
En consecuencia también tienes control sobre tu carácter. Si encaras la vida positiva o negativamente, es tu decisión. Puedes saludar a las personas de tu alrededor por su nombre y alegrarles el día, o puedes maldecir con ojos entrecerrados toda esta banda de pendejos que te deja esperar en el caja del supermercado. La decisión es tuya. La diferencia es entre “aquel vecino simpático o esta vecina simpática” y “este tío malhumorado y esta tía malhumorada”. Al final las buenas maneras son como un hábito y si los practicas durante el tiempo suficiente, se convertirán en parte de tu personalidad.
Da lo mejor de ti cuando puedas cambiar las cosas
Hay muchas situaciones sobre las cuales tienes parte (pero no pleno) de control. Ganar el concurso de literatura no depende de ti, pero puedes aumentar tus posibilidades al entregar uno de tus mejores cuentos. No sabrás al 100% si tu trabajo de voluntario en el centro cultural tendrá un efecto positivo, pero puedes prepararte lo mejor que puedas para explicar los misterios del álgebra a los chicos. No significa que necesariamente vayas a obtener el resultado deseado, pero sí que habrás hecho todo lo posible para conseguirlo. Si lo combinas con un poco de perseverancia puedes llegar lejos.
En vez de un concurso de literatura puedes participar en todos que salgan en tu idioma. Aunque salgas frustrado de la primera clase de repaso de álgebra puedes seguir por lo menos unos tres meses, para ver si los chicos lo entienden. Es más, si puedes hacer un cambio para bien, entonces es tu deber hacerlo.
Los estoicos eran ciudadanos muy activos a causa de la convicción de que es el deber de cada uno dar lo mejor de si para que todos tengan una vida mejor. Todos estaban involucrados de una forma u otra en la política de sus comunidades. Algunos fueron exiliados o asesinados por sus convicciones (Séneca es quizás el más conocido), pero eso no les impedía seguir fieles a si mismos. Vale la pena resaltar que no participaron en la política para hacerse ricos, sino para asegurar la tranquilidad y la fortuna de todos (Nota personal: algún que otro político de hoy podría sacar mucho provecho si leyera a Seneca o a Aurelio)
Lo que un(a) minimalista puede aprender de los estoicos
Hay dos lecciones que el estoicismo nos enseña, y no son nada fáciles
- Ten paciencia con las situaciones que no puedes controlar, también en tu vida minimalista. Si se acaba la batería de tu ipad después de que todas las tiendas cierren, no te agobies, aprovecha el tiempo para hacer otra cosa. Si se cancela un vuelo por nieve, no te alteres, aprovecha los días extra para estar con tus amigos.
- Implicate, participa, cambia el mundo donde sí puedes hacer un cambio. No te quejes de que los políticos no hacen nada: Infórmate sobre las alternativas e implícate. No lamentes que hay mucha basura en tu barrio: recoge la basura en frente de tu puerta cuando todos te vean (y puedan tomar ejemplo). No reclames que la economía va mal porque los salarios de China son más bajos: compra ropa confeccionada en tu país para mostrar tu solidaridad.
No te quedes en casa, encerrándote en tu mundo minimalista. Haz algo, cambia el mundo.
Inspirado en capítulo 5, “A guide to a good life”, Irvine (2009)
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Imagen: Nata Branttes / flickr
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