Revista Arte

¡¡¿¿Cómo vas a negar a Pollock??!!

Por Deperez5

¡¡¿¿Cómo vas a negar a Pollock??!!

"Las Rivero", de Paula Cecchi, y "Clivias con fondo de cocina", de Pablo Noce. En exposición en la Galería Laura Haber. Lejos de eso que se llama arte contemporáneo, un feliz regocijo pictórico.


¡¡¿¿Cómo vas a negar a Pollock??!!

Ya perdí la cuenta de las veces que debí enfrentar las voces airadas de un interlocutor escandalizado: ¡¡¿cómo vas a negar a Pollock?!! (o a Mondrian, o a Hirst, o a Duchamp, porque si una maraña de manchas, un prolijo diagrama geométrico, un artefacto de baño o un ternero en formol me resultan igualmente mudos y carentes de sentido, no encuentro razones para negarlo); sin embargo, en tren de ser indulgente con aquellos que comparten la extraordinaria ilusión del arte contemporáneo me pregunto hasta qué punto su deriva irracionalista no será un movimiento defensivo, causado por las conquistas de la pintura, la ilustración, el cine, la fotografía, la televisión y las prodigiosas nuevas tecnologías de producción y circulación de imágenes, cuyas cotas de calidad se acrecientan minuto a minuto y nos dejan babeantes de admiración.

En ese marco, el movimiento de alejar al arte de la imagen y convertirlo en un flujo de especulaciones filosóficas, consignas políticas e inquietudes ambientales, tan característico del arte conceptual, se podría entender como una maniobra destinada a trazar un límite y proveer a la institución del arte de una identidad claramente definida, cuya traducción última sería: no se confundan, el arte de hoy no tiene nada que ver con las que fueron llamadas bellas artes o artes visuales, el arte de hoy no trata de competir con las imágenes, ni tiene nada que ver con las imágenes. Más allá del absurdo de querer agregar una prótesis innecesaria a la historia del pensamiento, inteligible y profusamente desarrollado por milenios de filosofía, ensayo y literatura, lo que surge de ese estado de cosas es la atinada observación de Marc Fumaroli: llamar arte al arte contemporáneo es fomentar el malentendido de que el arte contemporáneo tiene algo que ver con el arte de la pintura, cuando en realidad es otra cosa: un arrebato de esnobismo nómade y vanidad intelectual, que consumó la ruptura total e intencionada con una tradición cultural de cuarenta siglos para dispersarse en mil direcciones simultáneas, empeñado en recatalogar como arte todo lo que puebla este mundo.


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