Renovarse o morir. Si tengo que elegir, me quedo con la primera opción, sin duda. Así que allá va sección nueva: "Como yo lo hago". Aquí cabrán todas esas cosas que forman parte de mi vida diaria y particular. Tanto recetas de cocina, como ideas para casa o trucos de belleza (qué cursi es esta denominación, por favor). La inauguración corre a cargo de una de mis aficiones de la "madurez": la cocina.
En algún meme seguramente he comentado que de pequeña odiaba comer. Detestaba probar cosas nuevas, los olores y colores de la comida. De mis cuatro cositas era muy difícil moverme. Pero con la edad, afortunadamente, esto ha cambiado. Además, cuento con una chef en la familia. Y no en sentido figurado. Mi prima es toda una profesional de la cocina que me enseña platos nuevos, recetas, trucos... Las navidades junto a ella en la cocina son un master. Pronto, muy pronto, se marchará a Amsterdam para seguir ejerciendo. Espero que la distancia no me prive de sus clases culinarias (a las que recurro incluso por sms cada vez que tengo una duda).
Tras estas presentaciones, hoy vamos a comer Pollo en salsa.
El pollo es una carne poco calórica que además a mí me encanta. Me gusta cocinado de mil maneras. Es tan versátil que además todo le queda bien. Una de ellas es con una salsita ligera. Una manera muy sencilla de prepararlo cuyo resultado visual sorprende. Para esos días que te pilla con poco en el frigorífico, o en los que de repente se te llena la casa de gente sin avisar. El sabor es maravilloso, y podéis quedar genial con invitados.
Los ingredientes:
Pollo troceado. Los trozos pídelos pequeños.
Cebolla
Ajo
Aceite de oliva
Hojas de laurel
Harina
Vino blanco
Caldo de carne (o agua, si no tienes)
Sal, pimienta negra molida, perejil y azafrán (o colorante alimentario, si no tienes)
La preparación
1. Antes de nada, lava los trozos de pollo y retírales la piel y los excesos de grasa.
2. Pica la cebolla, pequeñita. Pela el diente de ajo y retírale la parte central.
3. Pon una cacerola en el fuego con un fondo de aceite de oliva. Cuando el aceite esté caliente, echa los trozos de pollo. A fuego vivo, remueve el pollo hasta que esté dorado. Después, retíralo y resérvalo.
4. En ese mismo fondo de aceite (con el saborcito del pollo), echa la cebolla picada y el ajo. A fuego medio los rehogas.
5. Cuando la cebolla y el ajo hayan tomado color, echa una cucharada de harina de trigo. Remueve con una cuchara de madera.
6. Echa el laurel, el caldo de carne (o el agua) y un chorrito de vino blanco. Remueve y a fuego bajo deja que todo cueza unos 20 minutos. Notarás como poco a poco va espesando la salsa.
7. Pasados los 20 minutos, retira el ajo (o déjalo, si te gusta que tenga sabor) y el laurel, y tritura con la batidora en la misma cacerola. Una vez triturado, pasa la mezcla por un colador para eliminar las pieles de la cebolla y demás.
8. Pasa la salsa de nuevo a la cacerola y le echas el pollo. Salpimenta y echa el azafrán. Deja que cueza hasta que esté tierno, también a fuego suave (más o menos, otros 20 minutos más).
9. Para acompañar, cuece unas patatas en agua con sal y un chorrito de vino blanco.
10. Preséntalo realizando una cama de patatas, el pollo sobre ellas y báñalo con la salsa. Espolvorea el perejil por encima y listo.
El vino
Un blanco D.O. Rueda, como el Fuente Elvira.
No se te ocurra: para cocina, recógete el cabello. No vayas dejando melenas en las cazuelas. Es de lo más asqueroso del mundo.