Hace un tiempo mi querida laptop se me murió. La pobre hizo pip pip pip piiiiiiiiiiip, literalmente –u onomatopéyicamente, mejor dicho. Tal como un monitor cardíaco en sus últimos momentos de utilidad. Una tragedia.
Claro, un uso de casi ocho horas diarias por más de siete años agota a cualquiera. Como dijera Indiana Jones una vez que lo increparon acerca de su eventual cansancio: “No son los años, querida. Es el kilometraje.” No se le podía pedir mucho más a la pobre. Que en paz descanse.
Pero bueno, las máquinas son reemplazables, aun una que me había servido con tanta fidelidad y perseverancia, así que enseguida me aboqué a comprar otra. Busqué precios, marcas, prestaciones y me decidí. Armada con mi tarjeta de crédito y acompañada de mi hija, nos fuimos hasta una de las tantas tiendas de artículos informáticos de Montevideo.
El vendedor un divino, de esos de alma. El discurso se lo sabía todito y me explicaba cosas obvias que ya sabía, mientras me preguntaba a mí misma en qué momento me había puesto tan vieja que el muchacho creía necesario explicarme qué era un puerto USB.
“...cubierta de policarbonato resistente a los golpes, entrada para HDMI, conector de red, fichas de audio y micrófono, multilector de memorias, procesador Intel Core i3 de última generación, 4GB de RAM que puede ampliar a 8GB, disco duro de 500 GB, lecto/grabadora de CD y DVD, cámara web y micrófono incorporados, teclado internacional sin eñe con bloque numérico completo, bluetooth, Windows 8...”
Como estaba empatizando con mi madre cada vez que le enseño a usar el control remoto de la canalera del cable, casi me perdí lo último que me dijo, así que tuve que rebobinar.
“¿No tiene eñe?” le pregunté, interrumpiéndolo.
“No. El teclado es internacional, no viene con eñe.” Me contestó como si tal cosa, y agarró impulso para seguir contándome las bondades de la máquina.
“Disculpá, pero entonces no me sirve.”
“Pero mirá que hay un atajo del teclado para ponerla,” se apresuró a decirme, viendo que se le esfumaba la venta, y ahí no se preocupó por saber si yo entendía eso de atajo de teclado o no. “Es rápido, no te complica para nada.”
“Sí, puede ser... ¿pero sabés qué? Yo escribo, soy escritora. No puedo tener una máquina que no tenga eñe. Va contra mis principios. ¿No tenés ninguna con teclado en español?”
Resultó que no, en toda la tienda –que era grande– no trabajaban ningún modelo de ninguna marca con teclados con eñe. Un desastre; me fui con las manos vacías.
Pero lo peor fue que cuando salimos mi hija me dijo: “serás careta, dijiste que eras escritora, ¡si ni en el blog escribís ya!”
Y aunque lo había dicho para taparle la boca al vendedor, porque de escritora tengo poco, bloguera sí soy, o era... ¡mi pobre blog está totalmente abandonado!
Me sentí tan culpable que aquí estoy, después de casi seis meses. Veremos si sigo.
Ahh, y con laptop nueva. Con eñe :)
EriSada