Valiosas experiencias y profundas emociones son el legado que dejó tras sí esta edición del Festival Imago. Acorde a las intenciones de sus organizadores, el evento representó un punto de confluencia para intereses disímiles y aún más, un espacio de libre intercambio entre profesionales y aficionados del audiovisual.
Teoría, apreciación y debate se dieron la mano para hacer fructíferas las diferentes sesiones, cuyo resultado más óptimo fue la complacencia de un público joven, que impregnó de frescura y alegría las actividades del Evento.
Cada local de la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual , cada pasillo, extrañará el paso de tantos visitantes que, como nunca antes, habían tenido el privilegio de acoger. Este imago tuvo un sabor diferente, no hablaré de perfección porque no la creo posible en este mundo terrenal, pero a cada vicisitud se impuso la voluntad, el deseo de celebrar el audiovisual y compartirlo, muestras de solidaridad y comprensión humanas.
La complicidad es, pues , el sentimiento imperante a estas horas, cuando escuetas sonrisas sirven de reflejo a recuerdos gratos y
picarescos: la profundidad del debate y el entrenamiento oportuno del ojo crítico fueron sazonados por animados conciertos, sesiones alucinantes de baile y disfrute.
La lluvia, que irrumpió en medio de los festejos finales, fue un incentivo para guarecernos todos bajo el mismo techo. La propuesta hoy es la misma, ponernos al amparo de la creación para que el próximo imago sea próspero como este, para que las futuras obras demuestren que fructificó este evento. Sean pues estos recuerdos, el incentivo de las horas de desglose, edición o rodaje, un aliciente que alimente, aun más, nuestra pasión por el audiovisual.