La CIA estadounidense tiene una larga historia en la elaboración de perfiles psicológicos y políticos de figuras internacionales, con diferentes grados de profundidad y precisión. Conozca algunas muestras curiosas de estos intentos de 'adentrarse' en las cabezas de los jefes de Estado.
Adolf HitlerSegún el psicólogo estadounidense Henry Murray, Hitler era un narcisista neurótico suicida, inseguro, impotente, masoquista, y que se veía a sí mismo como "el destructor del superego anticuado hebraico cristiano", escribe ' Mother Jones '.
Los psicólogos concuerdan en que la personalidad de Hitler es un ejemplo del tipo contradictorio, que está marcado por los esfuerzos intensos y obstinados de superar las discapacidades tempranas, debilidades y humillaciones, y a veces también por los esfuerzos para vengarse de insultos al orgullo.
Ho Chi MinhLa CIA estudió al líder vietnamita en la década de 1950. Aunque el documento permanece clasificado, una fuente que trabajó para la agencia dijo que la inteligencia norteamericana malinterpretó motivaciones y objetivos políticos de Ho. Siendo un producto de la Guerra Fría, se "exageró el marxismo de Ho y se subestimó su nacionalismo ardiente".
Nikita JrushchovLa CIA retrató a Jrushchov como "un campesino crudo al que le gustaba ser impredecible y de dos caras". Según un informe, elaborado en vísperas de su reunión en 1961 con John F. Kennedy, el líder soviético "estaba dotado, en ocasiones, de una considerable dignidad personal y tenía una habilidad verdaderamente inusual para proyectar la fuerza de su propia personalidad poderosa".
Menájem Beguín y Anwar el-SadatEn previsión de las conversaciones de Camp David en 1978, la CIA, bajo la petición del presidente Jimmy Carter, preparó los perfiles psicológicos del primer ministro israelí Beguín y del presidente egipcio el-Sadat. Según la agencia, la autoconfianza y la mirada especial de sí mismo de Sadat han sido fundamentales en el desarrollo innovador de su política exterior, al igual que su flexibilidad y capacidad para moverse fuera de la insularidad cultural del mundo árabe.
Por su parte, Beguín fue marcado por su "predilección por la precisión y el legalismo." Su perfil de la CIA afirma que "Beguín cree que las reuniones cara a cara entre los líderes mundiales pueden producir cambios en sus enfoques a los problemas internacionales complejos y aparentemente insolubles".
Muamar el GadafiA principios de 1980, la CIA trató de describir al líder libio, cuyas acciones preocupaban el Gobierno de Ronald Reagan. "A pesar de la creencia popular sobre lo contrario, Gadafi no es psicótico, y la mayor parte del tiempo está en contacto con la realidad. Se considera que Gadafi sufre de una severa perturbación personal: "Trastorno límite de la personalidad". Bajo estrés severo, está sujeto a un comportamiento raro y entonces su juicio puede ser defectuoso", dice el perfil de la agencia. Un perfil posterior de la CIA atribuyó su comportamiento a "una venidera o real crisis de la mediana edad".
Sadam HuseinEl perfil de la CIA dice que aunque a este líder iraquí a menudo se lo tilda de "loco de Oriente Medio" y "megalómano", en realidad no hay evidencia de que esté sufriendo un trastorno psicótico.
Sin embargo, señala, Husein tiene una "fuerte orientación paranoica". "Para Husein, la persecución del poder para sí mismo e Irak no tiene límites. Sadam no tiene ningún deseo de ser un mártir, y la supervivencia es su prioridad número uno. Es un pragmático autoproclamado revolucionario, no desea un conflicto en el que Irak sea dañado gravemente y que su estatus como líder sea destruido", reza el informe.
Jean-Bertrand AristideEn 1991, la CIA elaboró un perfil psicológico de este presidente haitiano en el exilio, con el fin de provocar una campaña para retirar el apoyo estadounidense. De acuerdo con el perfil, Aristide sufrió de depresión maníaca, habría buscado tratamiento en un hospital de Montreal y habría estado tomando un potente medicamento antipsicótico. Además, era "propenso a la violencia y podría tratar de matar a sus opositores políticos en su regreso al poder".
Al revisar este episodio, el columnista Thomas Omestad concluye que fue un punto negro en la reputación de la agencia: "Si los políticos van a seguir exigiendo perfiles, también deben exigir que la CIA los haga bien". RT