Revista Ciencia

Conozco la canción: Amazing Grace

Publicado el 21 abril 2011 por Libretachatarra

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No nos cansamos de decir qué extraños caminos guían a las canciones, qué destinos ocultos llevan implícitas y cómo buscan su lugar bajo el sol. La canción de este post enlaza su destino con un díscolo marino londinense, un caso típico de joven con una infancia dura y un presente de mal pronóstico. Muerta su madre, cuando él tenía sólo seis años, creció al cuidado de una madrastra hostil y un padre, marino, distante. El joven John siguió los pasos de su padre en el mar y, a los once, embarcó como aprendiz.
Ése fue el inicio de una carrera controvertida. El joven John Newton se mostraba indisciplinado, problemático, afecto a las riñas y a la desobediencia a sus superiores. Su rechazo por la autoridad llegó al punto de abjurar de su fe en Dios.
Preocupado, su padre lo forzó a unirse a la Royal Navy, para ver si el joven sentaba cabeza. Desertó para ver a su amada, “Polly", una amiga de la familia. Degradado, es transferido a un barco dedicado al comercio de esclavos africanos. También allí llega se comprueba su fama de pendenciero. Y empieza a destacarse en la elaboración de poemas obscenos y canciones ridiculizando al capitán que se vuelven populares en la tripulación. Encarcelado junto a los esclavos, molestó tanto a sus superiores, que lo obligan a trabajar como esclavo en una plantación en Sierra Leona. Su padre se entera de su suerte y mueve los hilos para rescatarlo; lo suben al barco Greyhound, de vuelta para Londres.
En el Greyhound, John Newton encuentra su destino. Una violenta tormenta en el Atlántico Norte, está a punto de hundir la nave. El oleaje arranca de la cubierta a un marinero que se había ubicado en el mismo lugar donde, segundos antes, estaba parado Newton. Tras horas de una lucha con escaso éxito, Newton le suplica al capitán que le permita una última maniobra desesperada: se atará con otro marinero a la bomba, para impedir que el agua la arrastre. Antes de emprender la acción proclama: “Si esto no funciona, ¡que el Señor tenga piedad de nosotros!”.
No sólo no se hunde la nave, sino que logra llegar a Irlanda. Y John Newton se pregunta, seriamente, tras esta crisis, si era merecedor de la Gracia Divina, si él, que ridiculizó las enseñanzas de Dios, que se burlaba de los creyentes, que se había opuesto a su Creador, merecía ser salvado Creador.
Esa tormenta de marzo de 1748 es, para John Newton, la voz de Dios hablándole en el oído.
(continúa mañana)


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