Revista Historia

Constantino Phaulkon (1)

Por Tiburciosamsa

De todos los canallas europeos que pasaron por el Sudeste Asiático entre el siglo XVI y el siglo XX, el griego Constantino Phaulkon merece un lugar de honor. Tal vez no fuera el más sinvergüenza y criminal de todos, pero sí que fue el más osado e imaginativo.
Las fuentes contemporáneas sobre Phaulkon son abundantes. Está la "Historia del Sr. Constance (los franceses solían designarle con este nombre en lugar del real de Constantino), primer ministro del rey de Siam" del jesuita Pierre-Joseph d'Orleans, que transcribe lo que le contó el jesuita Guy Tachard que le trató y mucho. Mientras que esa historia hace de Phaulkon casi un mártir que murió por la fe, la anónima "Carta de un inglés católico al Reverendo Padre Pierre d'Orleans" desmonta punto por punto las afirmaciones sobre la bondad y santidad del griego. André Francois Deslandes-Boureau publicó en 1756 "Historia del Sr. Constance, primer ministro del Rey de Siam", que se basa en las cartas y memorias de su padre, que había conocido a Phaulkon. El Caballero de Chaumont, el Abad de Choisy y Nicolas Gervaise que viajaron a Siam en la segunda mitad del siglo XVII, dejaron semblanzas sobre Phaulkon en los relatos de sus viajes. El Caballero Claude de Forbin también menciona a Phaulkon en sus memorias, que fueron publicadas en 1729.
La mayoría de las fuentes le describen como un bicho de lo peor, aunque no dejan de reconocer su gran habilidad. El católico inglés anónimo le describe como "el mayor charlatán" que jamás hubiera pasado por las Indias. Un texto holandés publicado en 1692 le describe con estas palabras: "un manipulador, astuto, mentiroso y engañador, lleno de mañas y siempre capaz de aterrizar de pie, con una lengua hábil, encantadora y siempre dispuesta." Forbin trazó un retrato más matizado de Phaulkon: "El Señor Constance tenía un alma que era grande, noble y sublime y ese genio tan superior le capacitaba para conducir los mayores proyectos a término, con su prudencia y sagacidad. ¡Feliz Constance! Si todas esas cualidades no se hubiesen visto oscurecidas por grandes defectos, especialmente por una ambición sin límites, uina codicia insaciable, a menudo hasta lo sórdido, y por la envidia, que, encendiéndose a la menor ocasión, le hacía ser duro, cruel, implacable, insincero y capaz de las cosas más odiosas en la vida". Francois Martin le describe en términos muy parecidos a los de Forbin; el parecido de su descripción es significativo, porque Martin murió antes de que se hubiesen publicado las memorias de Forbin: "Incluso los enemigos del Señor Constance admiten que era una persona muy lista, de gran inteligencia, capaz de grandes cosas, determinado y generoso, pero su ambición, su vanidad intolerable que iba tan lejos como para requerir que todo se le sometiese, enturbiaban enormemente todas esas finas cualidades que le habrían distinguido sin los defectos que aportaba." Por citar a alguien que habló positivamente de él: el jesuita Padre de Bèze, que estuvo en Siam en 1687-88, dice que era "un hombre de mundo con los modales más corteses," y añade: "Poseía todas las cualidades que se requieren para tal conquista (se refiere a cómo cautivó al Rey Narai), al tener un temperamento vivo y los talentos más variados. Aunque con pocos estudios, sabía todo lo que un hombre de peso tiene que conocer; había aprendido cantidad de cosas de los hombres de linaje con los que se había encontrado y había tenido el ingenio de sacar el mayor provecho de ello. La facilidad con la que conversaba sobre casi cualquier tema maravillaba a sus íntimos. Pocos ejemplos mejores puede haber de las alturas a las que el genio puede aspirar sin conocimientos técnicos. A esto se unía su manera de ganarse a la gente con la que Constans hallaba la forma de llegar a quienquiera que pretendiese convencer. Además su temperamento caliente e inflamable estaba tan controlado que, cuando le convenía, podía tomársele como un modelo de autocontrol..." Físicamente sabemos que era "de estatura mediana, con bastante buena pinta para este país (ignoro cómo hay que tomarse esta observación; tal vez que los siameses eran feísimos y que en comparación Phaulkon hasta resultaba agraciado), de 35 o 36 años de edad, que tiene mucha vivacidad y un exterior muy agrtadable, pero tengo mis dudas de que por debajo sea lo mismo... " (Testimonio de Veret, al que se había encomendado el almacén que la Compañía de las Iindias Orientales tenían en Ayuthaya).
De Phaulkon también hablan fuentes thailandesas. Las Crónicas Reales de Ayuthaya le describen como alguien que siempre estaba ideando cómo enriquecerse, pero que, sin embargo, se aplicaba con celo a cumplir las órdenes del Rey. Las fuentes thailandesas no son dadas al análisis psicológico de los personajes, pero de lo que cuentan sobre Phaulkon dejan entrever un personaje muy hábil y ambicioso.
Phaulkon nació probablemente en Cefalonia. Aunque tanto él como sus defensores intentaron presentarle como alguien de noble linaje, lo más probable es que fuese de familia pobre. Salió de Cefalonia muy joven, tal vez con no más de doce años. Parece que en sus años mozos estuvo embarcado en barcos ingleses. Es muy probable que o bien él mismo se ofreciera o su madre se lo propusiera como paje a algún capitán inglés que fondease en la isla. En el primer caso, el impulso habría venido de un joven Phaulkon, ansioso de ver mundo y de abandonar la miseria en la que seguramente vivía. En el segundo caso, tendríamos una madre agobiada por la pobreza que decide colocar a uno de sus hijos.
A partir de 1670 hizo varios viajes a Asia embarcado en buques de la Compañía de las Indias. Phaulkon debía de ser muy despierto, porque en poco tiempo consiguió un cierto dominio del malayo y del thai. Hubo dos incidentes que cambiarían la suerte de Phaulkon. El primero fue su comportamiento valeroso durante el incendio de un almacén de la Compañía en Bantam, en el que logró apagar el fuego, impidiendo además que alcanzase a la pólvora que había almacenada cerca. Fue recompensado con mil coronas, todo un capitalito, por esta hazaña. El segundo fue que la Compañía quería relanzar su almacén en Ayuthaya y reparó en las dotes lingüísticas de Phaulkon.
En Ayuthaya, lejos del control de la compañía y rodeado de granujas como él, Phaulkon empezó a hacer cada vez más negocios por su cuenta y a descuidar los intereses de la Compañía. Lo interesante de estos negocios es que no sólo le proporcionaron riquezas, sino que le pusieron en contacto con el Rey Narai. Sus asociados ingleses en Ayuthaya le asistieron en su ascenso, pensando en el beneficio que obtendrían si contaban con Phaulkon para que intermediase por ellos ante la Corte. Sus modales, su habilidad y sus conocimientos lingüísticos hicieron que Phaulkon se ganase al principal ministro del reino, el Phra Khlang Kosathibodi. Según D'Orleans, el ministro recomendó sus servicios al Rey de Siam, al haber llegado a la conclusión de que era el hombre adecuado: "Entonces, la experiencia que tuvo de su capacidad en varios asuntos y la probidad que encontró en él, le hicieron considerar que era un hombre que debería servir al Rey." Phaulkon fue designado kha luang y puesto al frente de los almacenes y del comercio del Rey. Desde esta posición uno de los primeros servicios que le hizo al Phra Khlang fue desembarazarle de un poderoso grupo de mercaderes persas, que habían empezado a incordiar. Menos los persas, todo el mundo salió ganando: el Phra Khlang porque se había deshecho de unos extranjeros molestos, Phaulkon porque los había reemplazado y el Rey, porque Phaulkon le hizo ganar el doble de lo que le hacían ganar los persas.
Aquel episodio hizo que el Rey Narai se fijase en él. Parece que la estima de Narai fue creciendo a causa de varios aparatos mecánicos que Phaulkon le construyó. En apenas dos años Phaulkon fue elevado al rango de phraya, uno de los más elevados. Pero Phaulkon era demasiado ambicioso como para conformarse con eso. Aspiraba a reemplazar al Phra Klang. El Phra Klang era consciente de ello, pero también sabía que el Rey le tenía en gran estima. Por ello, intentaba ponerle disimuladamente palos en las ruedas a sus proyuectos, sin llegar al enfrentamiento abierto.
El conflicto larvado estalló a propósito de la idea de Phaulkon de construir en Siam fortificaciones similares a las europeas. El proyecto exigía el reclutamiento forzoso de los hombres libres del reino para que trabajasen como obreros. Los sobornos empezaron a llover sobre el Phra Klang para que disuadiese al Rey de la idea. El Phra Klang compareció ante Narai y le dijo, con toda razón, que unas fortalezas como las planeadas no tenían ningún sentido en Siam, donde la tecnología de los asedios era muy distinta de la europea. Phaulkon fue lo suficientemente astuto como para replicarle: "Vale, tío, dinos cuánto te han pagado para decir eso". El Rey ordenó que castigaran al Phra Klang a recibir azotes por corrupto. La humillación del castigo fue tanta que Kosathibodi murió poco después.
El Rey Narai ofreció a Phaulkon el puesto de Phra Klang, pero Phaulkon era demasiado astuto como para eso. Todos sabían las circunstancias que habían llevado al castigo y muerte de Kosathibodi. Heredar su cargo habría sido echar sal en la herida. Phaulkon recomendó al Rey que diera el cargo a Okya Wang, un noble de origen malayo, pero el poder real estaría en sus manos. Okya Wang no quería ser el hombre de paja de nadie y trató de poner al Rey en contra de Phaulkon. Casi le cuesta la cabeza. Le dieron una buena patada en el culo y el Rey volvió a ofrecer el cargo a Phaulkon. Phaulkon lo rechazó por segunda vez y le convenció para que le diera el puesto a un noble inofensivo que le reia las gracias. Phaulkon se había llevado el gato al agua: ya era el hombre más poderoso del reino, por detrás del Rey, y gozaba de todos los poderes del Phra Klang, salvo del título. Lo malo es que por el camino había pisado muchísimos callos.
Fue posiblemente en esos momentos en los que Phaulkon comenzase a idear la estrategia de buscarse un protector extranjero para apuntalar su poder. Sabía que tenía muchos enemigos en la corte y que todo su poder dependía del Rey Narai, cuya salud no era buena. Carente de una base de poder en la corte aparte del favor real, pensó que para proteger su posición necesitaba el apoyo de una potencia extranjera. El amigo exterior que escogió fue Francia.
¿Por qué Francia? Portugal y España eran potencias en decadencia y en los últimos años no habían demostrado la voluntad ni los medios de involucrarse en Siam. Los holandeses tras varias disputas con Narai al comienzo de su reinado, habían firmado un tratado en 1664, que normalizaba las relaciones, pero Siam ya no les era tan rentable como antes y en lo sucesivo jugarían un papel muy secundario. Los ingleses no eran una opción: Phaulkon se la había jugado cuando le enviaron a Ayuthaya y no le tenían mucho cariño. Francia representaba la mejor apuesta: el Rey Sol se encontraba en la cúspide de su poderío y Francia había sido muy activa en los últimos años en Siam.

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