FULGENCIO: Ese movimiento absurdo de la vida.
GUILLERMO CARNERO: Afortunadamente, Ángel Caffarena (el editormalagueño que imprimió la primera edición de Dibujo de la muerte) era una persona bien vista por el Régimen, y además la edición, de doscientos ejemplares, la distribuía a sus suscriptores. Oficialmente no era un editor de obras venales, por lo cual a la censura le preocupaba menos. Yo me pagué un sobretiro de ciento cincuenta ejemplares y los repartí por el mundillo literario; si no el libro no lo hubiera leído nadie, sólo los suscriptores, notarios, registradores de la propiedad, dentistas y gente de lo más peregrina, cultos y conocedores de la literatura pero no críticos profesionales con firma en medios de comunicación.
La aridez de la mística castellana: una nota atenuada
o intensificada a disposición del poeta
FULGENCIO: A propósito de Dibujo de la muerte la crítica dijo, entre otras cosas, que expresaba decadentismo y ruptura con la poesía social, y que enlazaba con el Simbolismo. Pero hay un aspecto que me gustaría que comentaras, aparte de esas denominaciones; algo que me llama la atención (ahora quizá más que en su momento); ya desde el primer poema del libro, que sitúas en Ávila, está la presencia de lo castellano y el subtexto ascético que se sugiere en Dibujo... ¿Con el tiempo has visto en tu obra alguna concomitancia con la poesía ascética?
GUILLERMO CARNERO: Para mí, el paisaje de Castilla es el mejor símbolo y el mejor escenario de la soledad, y soledad es autoconocimiento. Cuanto más te rechaza o te aísla el medio, más tiendes a la introspección. Un páramo velazqueño, con un grajo, te lleva más a la reflexión que una playa en la Riviera. Ese paisaje de Castilla siempre me ha impresionado profundamente. Ávila es una síntesis: por una parte la belleza renacentista (no está tan lejos de los poemas “italianos” del libro) pero al mismo tiempo el páramo; el grajo junto a la tumba en mármol de Fancelli. Esa dualidad es la que me interesó fundamentalmente en el libro, y como el libro es, en realidad, una reflexión acerca del fracaso de llenar la soledad con arte, me venía de perlas Ávila. Es la razón de que haya esa oscilación entre dos mundos. Me decía VicenteAleixandre si lo que me gustaba era Italia o Castilla, ante esa convivencia de poemas italianos y castellanos en aquel primer libro. “Para mí, es lo mismo”, le decía. Yo lo veo exactamente igual: la soledad que siento en un museo es la misma que cuando abro la ventana del parador de Ávila. Un paisaje de Velázquez, pero sin figuras, sin personas, sin nada... Esos cielos fríos, azules, muertos, que tiene Castilla, no los he visto en ningún otro lugar. Siempre me han producido una gran emoción.
Y si lo piensas un poco, Espejo de gran niebla(perteneciente a una etapa posterior, Barcelona, Tusquets, 2002), es un libro abulense; su tema es precisamente el estado de aridez, que decían los místicos. Y nadie mejor que Santa Teresa para eso. Una vez dije, en una conferencia en Ávila: yo soy tan abulense como veneciano.
Salto a la poesía en los tiempos del e-book
FULGENCIO: Ya que ha surgido el tema del venecianismo, y sin que nos vayamos de este comienzo, me ha llegado por internet noticia de un libro de Juan José Lanz, Nuevos y novísimos poetas en la estela del 68. Me llama la atención el hecho de que la crítica actual os estudie a los novísimos desde esa referencia histórica y social.
GUILLERMO CARNERO: No conozco ese libro.
FULGENCIO: Yo tampoco. Es una novedad, un extracto, que me ha llegado en un pdf. Antes, las editoriales me mandaban libros.
GUILLERMO CARNERO: Lo del pdf está bien. Esta casa, que es grande, la tengo llena de libros, colocados en las estanterías en dos filas, y ya en montones en los rincones. Acabo de comprarme un disco externo de ordenata, ¡de quinientas gigas! A partir de ahora, que los pdf vengan a mí; como decía Jesús: “Dejad que los niños se acerquen a mí”. Porque ya no me caben más libros. Quinientas gigas es una biblioteca entera, que cabe en el bolsillo.
FULGENCIO: En eso hay que llevar cuidado; tú no, porque tu cerebro está ya formado. Dicen que va a cambiar el cerebro de las generaciones que se están iniciando en las nuevas tecnologías, las que no conocerán más que los e-books; la memoria, la capacidad de concentración, todo eso va a cambiar, la lectura será más rápida, habrá menos que detenerse a comprender, a comparar...
GUILLERMO CARNERO: La memoria es ya un artículo de lujo. Le das a una tecla y te sale mucho, pero afortunadamente no todo. A mí, que tengo escritos muchos libros eruditos, sobre el siglo XVIII, me queda hasta cierto punto la frustración (aunque en verdad es que no me arrepiento de nada), la frustración del tiempo empleado en buscar una cita para una nota a pie de página. Ahora te vas a una biblioteca digital y pones Cicerón, tal frase..., y te cuesta un minuto encontrar lo que a mí me costó quince días en la Biblioteca Nacional, quince días de hotel y restaurante. Como contrapartida, ya se está generalizando la regla de que lo que no está en internet no existe. Un paso más hacia el analfabetismo institucionalizado.
FRANCISCO J. ILLÁN: Fulgencio planteaba, el otro día, otra cara de eso: si será verdad que dijo Freud la frase que aparece en un anuncio de la ONCE en televisión.
FULGENCIO: No sé si será ciertamente de Freud, pero si lo es, eso nos lleva a otra cuestión. La llamada Ley Sinde se ha centrado en proteger los derechos económicos del autor, pero nada en el derecho de éste a que no se manipule su obra ni plagie.
GUILLERMO CARNERO: Yo no temo que me roben los derechos de autor (eso es como si me roban una aceituna, porque no soy autor de bestsellers); lo que no tolero es que me estropeen un poema con un error o una errata, o me lo pongan en prosa todo seguido, o con faltas de ortografía, y de eso internet está lleno.
FULGENCIO: O que una empresa publicitaria o un partido político utilicen un verso tuyo dándole el sentido que a ellos les plazca, banalizándolo...
FRANCISCO ILLÁN: Pero eso pasa también cuando alguien hace una crítica de un libro tuyo. Aquí el autor quería decir...
GUILLERMO CARNERO: Como decía André Breton, un poeta dice siempre lo que quería decir. Un poema no se puede traducir a otro lenguaje.
FRANCISCO J. ILLÁN: Pero hay gente que se atreve a interpretar lo que tú querías decir... ¡Y tú qué sabes!, te entran ganas de decirle…
GUILLERMO CARNERO: Lo malo es cuando escribes algo que todo el mundo entiende o cree entender. Entonces estás perdido. Si lo que escribes no lo entiende nadie o no se populariza, estás protegido por el ninguneo o por la nebulosa del absurdo, que suscita una especie de distante actitud reverencial; pero cuando hay algo que todos entienden o creen entender, o creen deber decir que entienden, estás perdido. Por ejemplo y en mi caso, el verso “Raso amarillo a cambio de vida”, (del poema “Capricho en Aranjuez”), que casi siempre entienden mal.
FULGENCIO: Ése es uno de los poemas por los que te pusieron el marbete de decadente.
GUILLERMO CARNERO: Claro. Había un crítico que en 1967 publicó una reseña de Dibujo de la muerte, donde decía, dirigiéndose a los lectores de su periódico: ¡cómo pueden ustedes tolerar que alguien les diga: raso amarillo a cambio de mi vida! ¿A dónde vamos a ir a parar?
EL SUEÑO DE ESCIPIÓN (Madrid, Visor, 1971)
La explosión de la Metapoesía
FULGENCIO: No sé si ves un salto a tu segundo libro, El sueño de Escipión, donde empiezas a practicar eso de la metapoesía.
GUILLERMO CARNERO: Ese libro no supone un cambio radical. Es, simplemente, que yo explicito en otro lenguaje algo que ya estaba en el primer libro. “Capricho en Aranjuez” (de ese primer libro, Dibujo de la muerte) es metapoesía; yo estoy en él hablando del lenguaje basado en la recreación de la belleza, de cómo me parece un sustituto insuficiente de la vida. Y además, de que tengo la sensación de no expresarla adecuadamente. Lo único que hice en El sueño de Escipión es decir eso mismo, pero en otro lenguaje. No decirlo implícitamente con imágenes; sino, en algunos casos, decirlo en un lenguaje discursivo o abstracto.
Pero eso está ya en el primer libro; está en “Ávila”: cuando yo estoy hablando del sepulcro del príncipe don Juan, en realidad, estoy hablando de la escritura. Y en el libro Divisibilidad indefinida (Sevilla, Renacimiento, 1990), hay un poema que se llama “Catedral de Ávila”. Es semejante al poema “Ávila”, de Dibujo, aunque en “Catedral de Ávila” se dice más claramente lo que en el otro poema estaba implícito. Pero en los dos textos estamos ante la misma constatación. La obra es un sepulcro, un sepulcro que te oculta, te desfigura, te corrompe, y en el que al final quedas olvidado... si tienes suerte. Porque la tumba del príncipe don Juan ha sido profanada y está vacía. De modo que si tu tumba, tu obra, tiene presencia y visibilidad, o está bajo los focos, entonces pueden apoderarse de ella, desnaturalizarla, destruirla. Si quieres que no ocurra eso, tienes que estar en un sitio oscuro y cerrado, donde nadie te vea. Ésa es la ambivalencia... Yo no soy optimista; ¡cómo voy a serlo!. Pones la televisión y ves un anuncio de aceite de oliva: “verde que te quiero verde...”FULGENCIO: ¿Quién fue el poeta que escribió el llanto por el príncipe don Juan, Gil Vicente o Juan delEncina?
GUILLERMO CARNERO: Hubo varias obras porque don Juan tenía una especie de pequeña corte de músicos y de poetas. Las lamentaciones, porque, si no recuerdo mal fueron dos, son de Juan del Encina. Si don Juan no hubiera muerto, Isabel la Católica no hubiera sido reina.
FULGENCIO: Hubiera cambiado la Historia.
GUILLERMO CARNERO: Esa es una de las razones más curiosas para dudar de la fecha y del autor de La Celestina. En qué momento y dónde ocurre la acción: se supone que en Salamanca, pero si es así y la primera edición (o la más antigua que se ha conservado, que no es lo mismo) es de 1490, por qué se dice en el texto: el rey..., si Castilla no tiene rey en esos momentos, sino reina. Tiene rey consorte, pero la reina es Isabel. Hay quien opina que La Celestina ocurre en Zaragoza, donde sí había rey, el rey Fernando. De ello habla muy doctamente mi tocayo Guillermo García Valdecasas, director del Colegio de San Clemente de los Españoles de Bolonia, en un libro que no ha tenido la atención que merece.
FULGENCIO: El sueño de Escipión lo comenzaste a escribir a Cambrigde. Se ha dicho que te movía el afán de comunicar lo oculto. Me interesa la lectura que se ha hecho de este libro en referencia a la obra homónima de Mozart, la ópera Il sogno di Scipione. Hay en la obra de Mozart elementos de esoterismo, incluso una lectura masónica.
GUILLERMO CARNERO: La referencia viene de Cicerón y de Macrobio. Mozart siempre me ha acompañado, pero lo esotérico está en La flauta mágica.
FULGENCIO: En cualquier caso, como me gusta relacionar cosas que parecen dispares, tomando como pretexto una observación crítica de Josep Piera, quería preguntarte si hay en la metapoética de Guillermo Carnero algún mensaje oculto.