Revista Cultura y Ocio
Lo mejor es que lo cuente cuanto más rápido mejor. Como cuando de pequeña hacía algo mal. Como cuando dejé la nueva bicicleta de carreras de pobrehermano mayor tirada en el suelo delante de la huevería de Juanito, que salió con su todoterreno y la aplastó bajo las ruedas.
Ese momento de pánico, de vértigo absoluto, en el que piensas: por favor, por favor, por favor... quiero volver atrás 2 minutos. Me corto un meñique si hace falta pero, por favor, que vuelva atrás en el tiempo para que pueda arreglar esto.
Pero no funciona, ni aunque te cortes los dos meñiques y un par de falanges del anular, así que enfrentada al desastre lo mejor es pasar el mal trago rápidamente. Contar deprisa y casi sin respirar lo que has hecho para ver si así el interlocutor, aturullado por la velocidad de tus palabras y el volcado de información, no se entera y ese huracán que has provocado y que no puedes parar aunque quieras pasa inadvertido.
Allá voy.
¿Qué he hecho?
Mejor dicho, ¿qué voy a hacer?
Dentro de una semana, el próximo miércoles 16 de marzo, a las 19 horas, daré una charla sobre "El empotrador". Una charla ultrarrápida.
Hala. Ya está.
¿Por qué lo voy a hacer?
No lo sé, no lo sé. Me lo propusieron, dije que sí sin pensar o pensándolo poco, o pensándolo mal...
5 minutos, 15 diapositivas, 140 personas y yo, pequeña y tímida en un escenario, hablando sobre cosas que no sé, o sé poco o sé mal.
¿Y si me corto los pulgares?
Se puede asistir en directo y también se grabará...
¿Y si me corto una mano?