Pues bien, lo primero decir que la piel del cuerpo acumula una serie de depósitos que es necesario eliminar para mantenerla en buen estado. Esta suciedad puede ser de diferente procedencia:
- Endógena: Restos de sudor, sebo, células queratinizadas (células muertas), sustancias orgánicas, etc.
- Exógena: Polvo, restos de crema y maquillajes, contaminación, tabaco, etc.
Básicamente la función cosmética principal de los productos de higiene es la de eliminar, por detergencia, por emulsificación o por ambos métodos a la vez, la suciedad de la superficie cutánea, úsese, la piel.
Los cosméticos limpiadores deben arrastrar la suciedad liposoluble (grasa) e hidrosoluble (en agua, dependiendo del grado de suciedad o contaminación), pero a la vez deben respetar la superficie cutánea y no alterar su pH, para evitar que la piel se irrite o se reseque demasiado. Si la limpieza de la piel es muy intensa o se realiza con productos demasiado detergentes, se puede alterar el pH y eliminar el manto hidrolipídico (superficie de la piel que consiste de sudor y sebo que suavizan la piel y construyen la protección contra la deshidratación y la penetración de patógenos.) de manera parcial o total, quedando la piel desprotegida y con riesgo de irritaciones o infecciones. Por ello, tras un tratamiento estético, sea cual sea, se recomienda la aplicación de los cosméticos que favorezcan su restablecimiento.
Existe un amplio grupo de preparados capaces de eliminar la suciedad. Estos, asu vez, se retiran con un simple aclarado o con otros cosméticos de higiene complementarios. En la actualidad existen productos que no necesitan ni ser aclarados.
Entre los cosméticos de higiene facial y corporal podemos clasificar:
- Jabones
- Detergentes sintéticos
- Emulsiones limpiadoras
- Geles limpiadores hidroglicólicos
- Desmaquilladores para los ojos
- Tónicos
- Mascarillas
- Exfoliantes