Escrito por Daniel Marín en Eureka
Hace 34 años una serie de documentales lograron algo que parecía imposible: cambiar la vida de miles de jóvenes alrededor de todo el mundo. Esa serie era, por supuesto, Cosmos. Presentada por el por entonces ya famoso divulgador y astrónomo Carl Sagan, Cosmos era una superproducción con un único objetivo, que no era otro que presentar a una gran audiencia lo apasionante que es la aventura de la ciencia. Gracias a Cosmos miles de niños, entre los que se encontraba éste que escribe estas líneas, decidieron estudiar una carrera científica espoleados por las palabras de Sagan.
Hoy, más de tres décadas después, se estrena en numerosos países el primer episodio del nuevo Cosmos, Standing up in the Milky Way, con Neil deGrasse Tyson como presentador y digno sucesor de Sagan. ¿Y el resultado? Pues la verdad es que me he quedado sin palabras. Simplemente impresionante. Y, aunque obviamente habrá que esperar a ver la serie completa, si el resto de episodios son la mitad de buenos que el primero, ya valdrá la pena. El nuevo Cosmos no es ni mucho menos perfecto, por supuesto, pero retiene el espíritu original de la serie de Sagan e intenta atrapar al espectador desde el primer momento usando el sentido de la maravilla de la ciencia. La serie es visualmente espectacular, hasta diría que apabullante, pero en ningún momento abusa de los efectos como viene siendo habitual en los documentales actuales. La música, a pesar de ser totalmente distinta a la del Cosmos original (nada de Vangelis, me temo), está ciertamente a la altura, si no es que la supera. El autor de la banda sonora de este nuevo Cosmos no es otro que el famoso compositor Alan Silvestri, que ha creado una épica atmósfera musical que en ocasiones -supongo que intencionadamente- recuerda a la música de la película Contact (basada en una novela de Sagan). Este primer episodio hace un repaso rápido de la situación espaciotemporal de nuestro planeta en el gran esquema de las cosas. Viajando a bordo de la nave de la imaginación de Tyson el capítulo nos enseña lo gigantesco que es el cosmos y pasa a explicarnos el lugar que ocupa nuestro minúsculo planeta en el Universo -la dimensión espacial-, para a continuación presentar el famoso calendario cósmico -una de las ‘marcas de la casa’ del Cosmos original- con el que podemos ponernos en situación temporal. En su momento Cosmos se hizo famosa por mezclar historia con ciencia, o mejor dicho, por hablar de la historia de la ciencia. En este episodio la componente histórica viene de la mano de la figura de Giordano Bruno, el ‘mártir de la ciencia’ por antonomasia. Como toque sentimental, el capítulo incluye varias referencias a Carl Sagan que, debo reconocerlo, hicieron que derramase alguna que otra lagrimilla. Las comparaciones son odiosas. Habrá quien diga que por muy buena que sea esta versión, como el original nada de nada. Y seguramente tendrá razón. El Cosmos de Sagan fue un fenómeno irrepetible, un producto de su tiempo, o sea, de la era pre-internet, cuando en España solamente existían dos canales de televisión y el acceso a la información era muy limitado. Hoy en día la oferta cultural y mediática es tan amplia -afortunadamente- que resulta imposible el que un programa vuelva a tener el impacto que tuvo Cosmos en 1980. Pero aferrarse al pasado no es bueno. Nos guste o no, el Cosmos original ha envejecido. Dignamente, sí, pero poco a poco se ha alejado de los gustos y sensibilidades de la generación actual. Si esta nueva serie sirve para pasar la antorcha del conocimiento a los jóvenes actuales, bienvenida sea. Una nueva generación merece disfrutar de Cosmos como hicimos nosotros en su momento. Así que háganse un favor. Dejen los prejuicios a un lado y vean el nuevo Cosmos esta noche. O mejor aún, inviten a alguien -un familiar, un vecino, un amigo, da igual- que nunca haya oído hablar de la serie Cosmos original y veanlo juntos. En definitiva, pasen la antorcha. El viaje acaba de comenzar.