Por Bernardo Villar
El concepto de NADA es complicado. Solemos entenderlo como algo que falta, como negación de ser, como algo intranquilizante y sin sentido (de hecho es intranquilizante justo porque no tiene sentido y a los seres humanos nos encanta darle sentido a las cosas y olvidar que somos nosotros lo que asignamos ese sentido)
Sin embargo, la nada es la que nos apoya a dar sentido a las cosas: el silencio entre las palabras, el espacio para mover nuestros cuerpos, las pausas que crean el ritmo, la muerte que da sentido a la vida, etc. Espacios, trozos de nada que abren posibilidades.
Pero la nada no significa que falte algo como que algo esté mal. La nada es el espacio en el que todo es posible. Para crear una algo se requiere crear primero el espacio en que eso que se pretende crear pueda ser.
La nada es el espacio donde ocurre la transformación humana, en un espacio vacío y sin sentido podemos crear nuevas conversaciones, dar nuevos sentidos a la propia existencia humana.
Crear de la nada presupone antes que todo, crear el espacio vacío, la nada en que lo que podemos crear algo.
No creamos de la nada, creamos en la nada
La nada es un espacio de posibilidad pura donde podemos extender nuestra expresión como seres humanos. La nada que se extiende más allá de tu zona de confort es es espacio vació que contiene potencialmente todo lo que quieras crear en tu vida
Hacer nada debería querer decir que estás creando el espacio para que nuevas conversaciones ocurran. Y debería ser algo importantísimo, lejos del sentido de estar perdiendo el tiempo.
En el ejemplon del vaso medio lleno o medio vacío, alguna vez ya lo dijimos, la posibilidad se encuentra en la parte vacía del vaso, no en la parte llena.
El vacío se crea en una conversación como una pregunta constante, hacia lo que significa ser humano y lo que es posible por serlo, en lugar de una respuesta categórica y definitiva.
¿Qué encierra mayor potencial? ¿Una habitación vacía o una habitación llena a reventar (no importa que esté llena de objetos valiosos)?