Cuando uno oye campanas de que en una guerra se han producido crímenes de guerra, la realidad suele ser que efectivamente se cometieron y que fueron mucho peores de lo que decían los rumores.
La guerra de Sri Lanka que terminó en mayo de 2009 tenía todos los ingredientes para que se cometieran atrocidades: 1) Enfrentaba a dos comunidades étnicas, a las que sus respectivos líderes llevaban años alimentando con el lenguaje del odio; 2) Ambos contendienteshabían demostrado su escasa preocupación porque hubiera bajas civiles; 3) Las treguas y negociaciones rotas una y otra vez habían eliminado cualquier grado de confianza mutua o buena voluntad que pudieran tener las partes; 4) Las décadas de conflicto habían acabado produciendo en ambos bandos el deseo de no abandonar la guerra mientras no hubiesen conseguido sus objetivos máximos. En los últimos años ni el gobierno ni los Tigres Tamiles deseaban una paz de compromiso.
Apenas hubo terminado la guerra en Sri Lanka, hubo conciencia en la comunidad internacional de que se habían producido crímenes de guerra en sus compases finales. Ahora, un informe elaborado por un panel de expertos de Naciones Unidas nos cuenta cuán graves fueron las atrocidades que se cometieron.
El informe comienza acusando tanto al gobierno como a los rebeldes de haber cometido crímenes de guerra y crímenes contra la Humanidad. Sobre todo en las últimas fases de la guerra, ambos contendientes se deshicieron de cualesquiera remilgos que hubieran podido tener y mostraron una preocupación nula por la suerte de los civiles.
El informe denuncia que entre septiembre de 2008 y mayo de 2009 las fuerzas gubernamentales bombardearon indiscriminadamente la zona de Vanni, donde 330.000 civiles tamiles se encontraban atrapados. El gobierno bombardeó incluso tres zonas seguras en las que había dicho a la población que se concentrase. No le importó que sus bombardeos entorpeciesen los esfuerzos de NNUU por asistir con alimentos y medicinas a los civiles atrapados y en su afán por aplastar al enemigo, llegó a bombardear hospitales.
Los afortunados que pudieron escapar de la zona bombardeada aún tuvieron que pasar por otras pruebas. Las fuerzas gubernamentales los sometieron a un proceso de selección para detectar posibles guerrilleros del LTTE que estuvieran infiltrados entre los desplazados. Se produjeron ejecuciones sumarias, desapariciones, violaciones de mujeres y otras vejaciones. Los que pasaron el filtro, fueron conducidos a campos superpoblados, con unas condiciones sanitarias pésimas y en los que algunos fueron sometidos a tortura. El informe denuncia que en dichos campos se produjeron muchas muertes innecesarias a causa de la dureza de las condiciones.
Los abusos de las fuerzas gubernamentales no implican que los del LTTE fueran unos corderitos. El LTTE usó a los civiles como escudos, impidiendo que abandonaran la zona de los combates. Hizo reclutas forzosas tanto para sus fuerzas combatientes como para otras tareas tales como la excavación de trincheras. En las últimas fases de la guerra, el LTTE llegó a matar a los civiles que intentaban escapar de la zona de los combates. Y para demostrar que eran igual de cabrones que los del gobierno, realizaron bombardeos indiscriminados sin preocuparse de que hubiera civiles en la zona afectada. La única diferencia es que ellos tenían menos proyectiles que los del gobierno.
El informe de NNUU no aborda, porque no era su misión, que el gobierno srilankés, para operar con más comodidad, emprendió por aquellas fechas actividades destinadas a asegurarse que la sociedad civil no rechistaría: desapariciones, silenciamiento de periodistas (algunos por el método radical de asegurarse de que dejasen de respirar para siempre), intimidación a ONGs e incluso al personal de las organizaciones internacionales…
El International Crisis Group estima que hay entre 30.000 y 75.000 personas cuyo destino se ignora y que lo más probable es que murieran en los últimos meses de la guerra civil. El cálculo se hace restando del número de civiles que quedaron atrapados en la zona de combates el de civiles que se encuentran en los campamentos para desplazados del gobierno.
El gobierno srilankés ha hecho lo que se hace en estos casos: decir que todo el informe es una mentira y que sus autores no han sido imparciales, sino que estaban llenos de prejuicios contra él y además se extralimitaron en el mandato que tenían. Lo más que llega es a reconocer que algunos civiles murieron a medida que los soldados gubernamentales se internaban en los últimos reductos del LTTE.
Es de suponer que el informe terminará donde terminan tantos informes de NNUU: en un anaquel. Rusia, China y la India apoyan al régimen de Rajapakse e impedirán que le saquen los colores en NNUU. En cuanto a Occidente, con la que está cayendo en Siria y en Libia, dudo que tenga muchas ganas de complicarse la vida por cosas que ocurrieron hace dos años en una islita del Océano Índico.