Revista Educación

CRISIS DEL CUARTO DE VIDA Cosas que harás antes de los 25 y de las que te arrepentirás a los 30

Por Borradelblog

Michael Phelps, el mejor nadador de todos los tiempos, se retiró con 27 años, y entre los 15 y los 20 ya lo había conseguido prácticamente todo: había batido los récords de medallas en mundiales y en los Juegos Olímpicos. No hay que irse tan lejos. En España tenemos al tenista Rafa Nadal, quien todavía no había cumplido ni 25 años cuando se proclamó número uno del mundo.
En el ámbito creativo también hay ejemplos de ‘precocidad’. Lope de Vega, una de las mayores alhajas de la literatura española (y universal), componía sus propios versos a los cinco años, y a los 12 ya escribía comedias. O Jane Bowles, que comenzó a escribir con tan solo 15 años. A los 26 ya había publicado su primera novela, ‘Dos damas muy serias’.
Quizá nunca has aspirado a ser como ellos, y además te consuelas con que, a pesar de que el físico Lawrence Bragg recibiese un Premio Nobel a los 25 años, ahora la edad media a la que un físico gana este galardón es de 48. Hasta los 25, te haces un hidalgo sin pensártelo dos veces; a los 30, dejas el ibuprofeno preparado en la mesita cuando te retiras de los bares.
Además, hasta el cuarto de siglo, todavía crees que te vas a comer el mundo. Una vez abandonas la veintena, sabes que no te vas a comer el mundo porque apenas eres capaz de acabarte una hamburguesa sin tener indigestión o acidez estomacal. No es ninguna invención: según un reportaje de La noche temática, la ciencia establece que el cuerpo humano alcanza la cima de su rendimiento a los 25. Después empieza el declive.
‘Tempus fugit’ que diría Virgilio, una ‘putada’ que dicen los niños de ahora. Y la ‘crisis del cuarto de vida’, según los psicólogos. Sí, a los 25 también hay crisis y está muy subestimada. Mateo Gómez, psicólogo que trata a menudo con adolescentes, afirma que «es un momento delicado en el que tus aspiraciones son mayores que las que te ofrece tu entorno, que parece estar en recesión».
Según Mateo, «muchas de las expectativas laborales y personales no se cumplen». Comienza una vorágine de nostalgia por la vida que tenías cuando estudiabas Secundaria y por las relaciones más infantiles pero que parecían más verdaderas. Además, empiezas a creer que a todo el mundo le va mejor que a ti e, incluso, tienes la sensación de no saber quién eres y te sientes ajeno a la persona que eras hace seis años.
Pero no te deprimas, superar la barrera de los 25 tiene su carga iónica positiva. Te proponemos algunas cosas que harás antes de los 25 y de las que, probablemente, te arrepentirás (e incluso te avergonzarás) a los 30.
Bailar reggaeton
El eclecticismo es lo más característico de la adolescencia. Tu mp3 puede estar cargado de canciones de Iron Maiden y también de los más bellos versos de Shakira (true story). Puede que en tu adolescencia tardía-edad adulta temprana no hayas sido muy adepto a este baile casi tribal, pero seguramente hayas tenido un amigo al que le encantaba perrear en las discotecas. Aunque hayas evitado el momento de abrirte de piernas, flexionar rodillas y ‘bajar hasta abajo’, en los cumpleaños no quieres hacerle un feo a tu amigo y, al final, toca.
Hacerte un tatuaje de mariposa
Se puso de moda, sobre todo en el tobillo, y aún no se ha descubierto por qué. El tatuaje de mariposa es el elemento que ha unido a bohemias, chonis y pijas durante mucho tiempo. Quizás es exagerado decir que te avergonzarás de ello, pero de lo que sí te arrepentirás es de no haber conocido todo eso de la ‘customización’ (personalizar un diseño). No sabías ni que existía y, claro, elegiste el boceto de mariposa del catálogo —también vale letra china— que ¡oh,casualidad! era el mismo en toda España.
Hacerte fotos ‘modo tuenti’
También conocido como ‘encuadre picado’, pero eso sólo descubres si estudias algo relacionado con lo audiovisual. Al principio te ofreces a aparecer en estas fotos casi con orgullo. Hasta que un día revisas tu Tuenti (también tu Facebook) y empiezas a desetiquetarte como si no hubiese un mañana.
En estas imágenes se suele aparecer con todo tipo de elementos: piruletas, cigarros, megavasos de botellón… Y también con todo tipo de caras: sacando la lengua, con los dedos en forma de V, sonriendo porque aún no eres consciente de lo que estás haciendo…
Dejar que un apodo se apodere de tu identidad
Todos hemos tenido amigos a los que llamaban ‘el Negro’, ‘el Moreno’, ‘la Cari’… Y si no es así, puede que no hayas tenido infancia/adolescencia, pero ese es otro tema. Al principio, tener un mote en tu grupo de amigos es gratificante, sobre todo cuando lo ves escrito en un graffiti o en una libreta y sientes que quieres que te llamen así toda la vida.
Pero no. Llegas a la universidad y desearías ser una persona nueva que deja atrás aquella mala vida de hormonas y granos y kas (k) en las palabras en vez de cúes (q). Y resulta que en la carrera coincides con alguien del instituto que nada más verte en tu primer día grita delante de todos: ‘¡Hombreeee, Negrooo! ¿Qué pasa?’. La perdición.

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