En 1987 la cultura del pelotazo se hallaba en pleno auge y en este país todo estudiante de económicas quería ser el próximo Mario Conde. Mientras, al otro lado del charco, Jordan Belfort (magnífico Leonardo DiCaprio) a quien quería parecerse era a Gordon Gekko, el bróker despiadado y sin escrúpulos que interpretaba Michael Douglas en Wall Street.
Como un encantador de serpientes, Belfort era capaz de vender hielo en el Polo Norte, de crear en su interlocutor la imperiosa necesidad de comprar un buen puñado de acciones que le reportasen una suculenta comisión, sin importarle la situación económica del incauto de turno. La catadura moral de este sujeto se puede resumir en el mantra que le proporciona su mentor, Mark Hanna (impagable Matthew McConaughey). Saca el dinero del bolsillo de tus clientes para meterlo en el tuyo. Es frío, cerebral, pero sobre todo, rastrero.
A Scorsese se le ha echado en cara la posible glorificación de un personaje vituperable en todos los sentidos. Nada más lejos de la realidad. Aunque habría que conceder que quizás el envoltorio, con un toque de comedia lleno de cinismo, despista a la hora de leer entre líneas el directo a la mandíbula que el director de Toro salvaje lanza a todo ese mundo de avaricia, corrupción y excesos que, además de reflejar con un paralelismo cuasi berlanguiano la podredumbre que salpica a diario desde las portadas de los periódicos, fue el caldo de cultivo de todo lo que nos está cayendo encima desde septiembre de 2008, dejando un ingente número de damnificados por el camino.
Para avivar aún más la llamarada de críticas la crudeza de determinadas secuencias en las que las drogas y el sexo campan a sus anchas ha desatado todo tipo de comentarios. Que los árboles no nos impidan ver el bosque. Lo cierto es que estaban escritas por alguien que las vivió en primera persona y adaptadas por un guionista que fue cocinero, en Merrill Lynch, antes que fraile, así que habrá que pensar que así era como se las gastaban estos supuestos “Amos del Universo”.
El realizador neoyorquino toma el término prestado de La hoguera de las vanidades pero esta vez, al contrario que en la fallida adaptación de la aclamada novela de Tom Wolfe, ha sabido hincar su colmillo retorcido encontrando el tono exacto para reflejar el patetismo de este deleznable tipejo, el auge y caída de un adicto al sexo, a las drogas, pero sobre todo al dinero, siguiendo un modelo como el que le funcionó a la perfección en Uno de los nuestros. Aunque, a diferencia que en aquella, aquí hay una primera mitad frenética, desenfrenada, que no te deja respirar, de auténtica obra maestra, y un segundo acto en el que el ritmo de las secuencias se ralentiza, dejando el regusto ligeramente amargo de lo que podría haber sido y no fue.
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El lobo de Wall Street
Director: Martin Scorsese
Guión: Terence Winter, basado en el libro de Jordan Belfort
Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Jonah Hill, Margot Robbie
Fotografía: Rodrigo Prieto
Montaje: Thelma Schoonmaker
Duración: 180 min.
Estados Unidos, 2013