Bienvenidos a la cultura del eufemismo. Hartos ya de que el decrecimiento o la caída de la economía nos lo transformen en crecimiento negativo, de que los recortes se conviertan en reformas, de que una subida de impuestos no sea otra cosa que una ponderación fiscal o de que los despidos ahora se llamen reajustes laborales, si echamos la vista atrás vemos que los ínclitos gobernantes que intentan encantar serpientes, sin mucho éxito por cierto, con tanta palabrería absurda no son ni siquiera originales, han aprendido de los grandes maestros en esconder esqueletos en el armario, la CIA. La Agencia Central de Inteligencia es la que acuñó en los primeros años del siglo XXI el término “técnicas de interrogatorio perfeccionadas” para referirse a los procedimientos que se seguían en las cárceles secretas que tenían en Afganistán e Irak. El problema con el que se encontraron es que cada vez resulta más difícil engañar a la opinión pública y cuando trascienden todo tipo de fotos repugnantes retratando el trato brutal y humillante que se aplicaba en prisiones como la de Abu Ghraib por parte de la Policía Militar de los Estados Unidos, de los contratistas militares de Blackwater y de agentes de la CIA, resulta un insulto a la inteligencia utilizar la expresión “técnicas de interrogatorio perfeccionadas” para definir lo que se ve ahí. Por eso resulta desorientador asistir a una demostración cruda y muy gráfica de estas situaciones de abuso de poder en una película que proviene de Estados Unidos. Uno no sabe qué pensar. Más aún teniendo en cuenta que sobre los rótulos con fondo negro en la secuencia de créditos iniciales se han escuchado los audios originales de conversaciones y mensajes de los pasajeros de los vuelos siniestrados aquel fatídico 11 de septiembre de 2001, de forma que, al asistir prácticamente después a los brutales interrogatorios, la sensación como espectador es la de que se está justificando la tortura como medio para obtener información que pueda llevar a capturar a los responsables del terrible atentado de las Torres Gemelas. A uno en ese momento se le revuelven las tripas y se remueve incómodo en la butaca, la sensación es muy desagradable.
El asunto es que a medida que pasan los minutos uno se da cuenta de que la película no toma partido en ningún momento. Sin ser un documental se limita a retratar unos acontecimientos y deja que el espectador decida sobre la moralidad o inmoralidad de los mismos y ese hecho, por insólito, no deja de ser inquietante y perturbador. La demostración palpable de que esta película no deja indiferente a nadie es la polémica que la ha rodeado desde su estreno. Hay quien piensa que hace apología de la tortura, la justifica y enaltece a la CIA, en el otro extremo, el mismísimo director de la Agencia redactó una nota interna, para sus empleados pero al mismo tiempo al alcance de cualquiera que quisiera leerla, en la que consideraba La noche más oscura una dramatización, no un relato realista de los hechos, que se toma licencias artísticas significativas e incluso un grupo de senadores, con el ex candidato John McCain a la cabeza, han presentado una queja oficial sobre el filme tachándolo de groseramente inexacto y engañoso. Se ve que en el sector político estadounidense no ha caído muy bien. El hecho de recibir críticas desde perspectivas tan antagónicas hace, cuanto menos, interesante esta historia y la forma que se ha tenido de retratarla.
Son 157 minutos que contienen elementos de drama, de thriller, de película de espionaje y de acción y a pesar de la incomodidad y de salir de la sala como si te hubiesen golpeado con fuerza en el estómago, la película impresiona. La sensación es similar a cuando uno ve y reconoce como una obra maestra cinematográficamente hablando un trabajo como El nacimiento de una nación (1917) de David Wark Griffith con unos argumentos tan peregrinos como la defensa de la supremacía de la raza blanca y el heroísmo de los miembros del Ku Klux Klan. La diferencia, que en este caso el filme y sus responsables, la directora Kathryn Bigelow y el guionista Mark Boal, no toman partido sobre los hechos que narran. Precisamente es esa equidistancia lo que pone nervioso al espectador.
Este equipo ya triunfó en los Oscar con su anterior colaboración, En tierra hostil (2008). Ambos consiguieron una estatuilla, en el caso de Bigelow se convirtió en la primera mujer en hacerse con el galardón destinado a la mejor dirección. Se trataba de un trabajo menor, interesante sin más, pero con La noche más oscura nos encontramos ante un thriller rotundo, poderoso, que, a pesar de lo inquietante y doloroso de muchas de sus imágenes, atrapa la atención del espectador y no le deja respirar a pesar de su larga duración. Una de las mejores películas del año que incluye una de las mejores interpretaciones. Jessica Chastain, de la que ya hemos hablado otras veces, es una actriz versátil, capaz de transmitir la aparente fragilidad inicial y posteriormente la perseverancia y la inteligencia del personaje de Maya para sobrevivir y destacar en un mundo de hombres como el de la inteligencia militar.
Desde ya se coloca como una de las favoritas al Oscar en una temporada cinematográfica con grandes interpretaciones femeninas. Una mujer del talento visual de Katryn Bigelow, demostrado en trabajos como Le llaman Bodhi o Días extraños, es capaz de capturar en una imagen el sentido de toda una película, la sombra de Maya reflejándose sobre la bandera norteamericana en la sala de juntas donde se decide dar luz verde a la operación para acabar con Osama Bin Laden supone toda una declaración de intenciones. Ah sí, porque no lo habíamos dicho, pero todo esto gira en torno a la “caza” del terrorista más buscado por Estados Unidos.
Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos.
Copyright de las imágenes © Columbia Pictures, Annapurna Pictures, First Light Production. Cortesía de Universal Pictures España. Reservados todos los derechos
La noche más oscura
Directora: Kathryn Bigelow
Intérpretes: Jessica Chastain, Jason Clarke, Jennifer Ehle
Duración: 157 min.
USA, 2012.