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Crítica elephant (2003), por albert graells

Publicado el 07 mayo 2020 por Matias Olmedo @DragsterWav3
CRÍTICA ELEPHANT (2003), POR ALBERT GRAELLS
Sinopsis: Es un día cualquiera de otoño, y todos los estudiantes hacen su vida rutinaria: Eli, camino de clase, convence a una pareja de rockeros para hacerles unas fotos. Nate termina su entrenamiento de fútbol y queda con su novia Carrie para comer. John deja las llaves del coche de su padre en la conserjería del instituto para que las recoja su hermano. Pero ese día no será como los demás... 
"Elephant" está inspirada en la matanza ocurrida en el Instituto Columbine en abril de 1999. La película, esbozándolo desde diferentes ángulos, muestra la vida cotidiana de los alumnos de un escuela de enseñanza secundaria del típico suburbio vecinal norteamericano, enlazando esos puntos de vista al estallar la tragedia. 
El título de la película es alusivo al mediometraje de Alan Clarke de 1989, que versaba sobre la violencia terrorista en Irlanda del norte (recomiendo ver también el mediometraje). El título de "Elephant" es utilizado en ambos films en referencia al ejemplo del violento elefante encerrado en una habitación y que todo el mundo prefiere ignorar antes que enfrentarse a él. Lo mismo ocurre con la violencia terrorista en Irlanda del norte, o la violencia escolar en los institutos de Estados Unidos, todo el mundo se queja de estos problemas, pero prefieren ignorarlos antes que hacerles frente y tratar de resolverlos. 
CRÍTICA ELEPHANT (2003), POR ALBERT GRAELLS
"Elephant" no sólo plantea la cuestión del acceso de los jóvenes (e incluso niños) a las armas de fuego en Estados Unidos, sino la educación y la enseñanza que reciben estos jóvenes en una parte de la sociedad norteamericana tan competitiva como son los institutos, donde los que no son populares suelen pasarlo mal. Esto suele hacer que a algunos se les cruce los cables y quieran acabar con todo a lo bestia, y si encima sus papis les compran fusiles, lanzagranadas y misiles balísticos de potencia nucelar entonces se arma la de Dios es Cristo. 
“Elephant” no se molesta en explicar el porqué de esta violencia, simplemente muestra sus trágicos efectos y consecuencias. Le toca a la sociedad tomar las decisiones y acciones que sean para afrontar éste problema y solucionarlo, pero si nadie quiere echar al elefante de la habitación, éste continuará en la habitación. 
No voy a dármelas de experto en el cine Van Sant, porque no lo soy ni de lejos. A parte de “Elephant”, de éste director sólo he visto “El indomable Will Hunting” y “Mi nombre es Harvey Milk”. Pero lo que sí me atrevo a afirmar es que esta película es una obra maestra, muy bien hecha a pesar de su aparente sencillez. 
Gus Van Sant dirigió “Elephant” con un escaso presupuesto de tres millones de dólares (en Catalunya se habría podido realizar con el mismo resultado por una décima parte de esa suma), y la rodó mayormente en un instituto clausurado de Portland, en Oregón, con actores no profesionales, a excepción de tres personajes adultos muy secundarios que sí están interpretados por actores profesionales. Van Sant rodó la cinta a lo largo de veinte días en noviembre de 2002 en 35 mm, y con un aspect ratio de 01:33 (más utilizado en 16mm) en vez de 1:85 (que es el generalizado en 35 mm). 
CRÍTICA ELEPHANT (2003), POR ALBERT GRAELLS
No es que los largos planos secuencia con stady y planos fijos, y la utilización de luz natural como soporte lumínico al trabajo de fotografía, respondan a una necesidad de adaptarse técnica y artísticamente a las limitaciones presupuestarias (que un poco también, para qué negarlo). Esta “sencillez” estética y de producción, inspirada claramente en el neorealismo italino, dota a esta necesaria propuesta de un realismo desgarrador que hace que el espectador se meta de lleno en la historia, incluso que sienta que está dentro del instituto, como si fuera un alumno más. 
“Elephant” es una película tan cruda como magistral, pues el espectador se siente impotente al sentirse testigo directo de unos hechos desagradables que concluirán en una matanza, y no poder advertir a las futuras víctimas a pesar de que las va siguiendo por los pasillos y terrenos del instituto. Éste efecto emocional en el espectador no sólo es mérito de Van Sant, también del director de fotografía, Harris Savides, (“Mi nombre es Harvey Milk”, “American gangster”, “Zodiac”), que con la cámara convierte al espectador en un personaje más de la película, en un alumno más del instituto. 
A pesar de la clara división entre víctimas y verdugos, “Elephant” no es maniqueista en el dibujo de los personajes. Los alumnos asesinos no son tan distintos de los alumnos asesinados, a pesar de sus diferentes personalidades; son adolescentes, comparten la misma caótica época de la vida, tienen problemas y angustias. ¿Porqué, entonces, unos deciden matar a los otros? No hay un respuesta sencilla, y por eso mismo cabía evitar el maniqueísmo, y eso Van Sant lo sabía. El director no pretende dar una explicación satisfactoria ni una solución fácil, sólo que dejes de sudar del elefante y trates de hacer algo al respecto. Ninguna película, por muy magnífica que sea, evitará ni impedirá que sigan habiendo matanzas en institutos; eres tú quien debe currárselo, quien debe sacar al elefante de la habitación. La película sólo te saca la venda de los ojos y te da una hostia para que espabiles, hacerlo ya depende de ti, sacar al elefante de tu cuarto depende de ti, no de Van Sant.
Mi calificación es:CRÍTICA ELEPHANT (2003), POR ALBERT GRAELLS

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