Revista Cultura y Ocio

Crítica express: Cincuenta sombras de Grey

Publicado el 09 febrero 2015 por Universo De A @UniversodeA

Y tarde o temprano, esa plaga de las críticas express que azota Universo de A (y que nunca creí que fuera a tener tanto auge) tenía que llegar también a la sección de Libros. No es para menos, me encanta opinar de todo, pero desgraciadamente no tengo tiempo para escribirlo; y las críticas express al menos me reducen ligeramente el trabajo de una crítica completa (para la que hay que buscar sinópsis, fichas, imágenes… etc).

El caso con el que inauguro esta modalidad en esta sección no podría ser más apropiado: es de relevante actualidad, puesto que la adaptación fílmica se va a estrenar inminentemente (y que no veré ni loco, por razones más que obvias que leeréis en mi crítica); pero no merece la más mínima dedicación por mi parte ni demasiado esfuerzo. Una crítica express le va más que bien.

Por otro lado, va siendo bastante necesario, pues me estoy fijando que en esta, siempre demasiado descuidada sección, hay demasiados artículos dedicados a libros que no necesariamente lo merecen mucho….

En todo caso, volviendo al tema de la adaptación cinematográfica, estaba visto que tenía que ser europea con distribución estadounidense… lugar donde censurarán la mitad para que se pueda proyectar; aunque, lo cierto es que una autenticamente buena adaptación de esta novela no podría exhibirse en otro sitio que no fuera una sala X. Sea como sea, por las noticias que nos van llegando, ya se sabe que la crítica ha hablado de poco sexo y química entre los protagonistas; y que la directora, en un desesperado intento por salvar su producto, ha extendido, con la ayuda de Beyoncé (que participa en la banda sonora), que esta última se ha sentido escandalizada por una de las escenas que le han proyectado de la película… algo bastante difícil de creer para una cantante de la cual, con sólo echar una ojeada a cualquiera de sus vídeos musicales, podemos decir, con casi total seguridad, que hay más sensualidad en un minuto de ellos que en toda la película a estrenar. Si es una mojigata, desde luego lo disimula muy bien, es más, su puritanismo debe de ser inversamente proporcional a la ropa que lleva y a sus coreografías.

Además, con el gusto que tenemos por la polémica en este blog, y con la cantidad de defensores que hay de esta novela… bueno, a lo mejor volvemos a arrasar y a estar en el ojo del huracán con esta nueva crítica (sí, he de reconocer que el tema me divierte, para que voy a mentir).

En fin, procedamos:

Crítica express: Cincuenta sombras de Grey

-Cincuenta sombras de Grey: en primer lugar decir, que no voy a reflexionar sobre el fenómeno best-seller y su calidad literaria, puesto que ya lo hice cuando publiqué mi crítica sobre el musical paródico de este libro, “50 sombras!”, en cartel en Madrid (básicamente porque en ese momento no pensaba publicar esta crítica, pero finalmente, por el tirón de la película, me he animado). Tampoco me voy a meter en temas de sexualidad y moralidad burguesa (o apenas), puesto que también bastante escribí sobre el tema en la crítica de “Muerte en Venecia”.

Como la gran mayoría, conocí este libro debido a su repentina popularidad; y una, hay que reconocerlo, magnífica campaña publicitaria; tanto las portadas de los libros son geniales, intrigantes y con una estética muy cuidada (una pena que luego seguro que las cambian por el cartel de la película, como suele ser habitual); como la campaña publicitaria esa de la nota por encima de libro de: “sí, este es el libro del que habla todo el mundo”, es buenísima y llama mucho la atención… desgraciadamente demasiado para la decepción que se oculta entre sus páginas.

Entre eso, y las recomendaciones de ciertas personas no muy confiables (que en cualquier caso, de confianza o no, casi siempre rechazo, pues no soporto que me pongan en compromisos o sentirme obligado a hacer nada… aunque luego, después por mi cuenta ceda a algunas de ellas), acabé interesándome por la trilogía esta… craso error.

A todo esto,  ¡menos mal que lo cogí en una biblioteca!, ¡que alegría devolverlo! (y vergüenza, ya lo explicaré), ¡para ellos para siempre!… o más bien para el expurgo en un futuro no muy lejano, sitio donde pasará menos tiempo de lo que tardará en llegar a una planta de reciclaje. En todo caso, ya es síntoma evidente de su decadencia el que se puede adquirir por menos de 6 euros… la novedad ya no lo es tanto y la polémica se ha enfriado.

Para mí, personalmente, es el típico libro que te acabas sólo para poder dar tu opinión después, según salga en la conversación… y ponerlo verde con todo el fundamento posible; pero reconozco que me costó terminarlo horrores, sufrí incluso, eso sí que es una práctica sado y no las que se leen en sus páginas (que el señor Grey la pusiera a leer este libro y no los azotes era lo que tenía que temer de verdad la señorita Steele). Pero yo desgraciadamente, tengo también la manía de terminar todo lo que empiezo.

Ahora bien, me han cogido en uno… ¡pero otro sí que no!; francamente, cuando lo acabé (además de alivio) no sentí otra cosa, ni siquiera curiosidad por saber como terminaba la historia, pues lo sabía, no necesitaba leer más, es demasiado obvio; y luego, ya para escribir esta crítica, decidí confirmar mi intuición, y así era, el resto de la trilogía se desarrollaba con plena exactitud, tal y como yo esperaba, sin sorpresa alguna. Por supuesto, con esa información tengo más que suficiente, no leo otra de sus páginas ni aunque me maten.

Pero en fin, hablando concretamente de la primera entrega de estos libros, “Cincuenta sombras de Grey”, se podría decir que se caracteriza por dos cosas:

1. Extensión absurda: La novela podría haberse escrito en apenas 100 páginas (siendo muy, pero que muy generoso… y si me apuras, seguro que la saga al completo), y su argumento se podría resumir en menos de media hoja (detallando con alevosa intensidad); siendo así, ¿cómo es posible (os preguntaréis) que el libro que me venden en la tienda tenga 541 páginas?, ¿cómo se explica tan gran prodigio?, ¡tatachán!, pues no hay que sacar nada de ninguna chistera ni hacer ningún truco de magia, sólo meter mucha, mucha, pero que mucha paja, ¿y eso como se hace?, pues hablemos de la segunda característica que define a este libro.

2. Una cosa es el erotismo y otra la pornografía, esta novela es lo segundo: en el punto anterior nos habíamos quedado en el fascinante tema de como es posible rellenar más de quinientas páginas sin escribir nada de argumento en ellas. Pues bien, nadie le hubiera dado mayor importancia a este escrito, sino fuera por sus pasajes sexuales, y esto es lo que forma la mayor parte del libro (es como las canciones o las descripciones en “El señor de los anillos”, comienzas a pasar páginas y páginas, ¡y aún continúan!, o peor, ¡se enlazan las unas con las otras!).

No cuesta pues, comparar este libro con el género cinematográfico de la pornografía; con un argumento vacuo, apenas hilo conductor de una sucesión de escenas sexuales que son, al fin y al cabo, lo importante y lo que más va a interesar del producto final. A todos los niveles narrativos y de estructura argumental, esta novela encaja perfectamente en esa definición de género.

Pero ahora hay que hablar de lo más importante, y lo que nos ayudará a definirla de forma decisiva, y para ello debemos comentar las diferencias entre erotismo y pornografía; desde siempre, ha habido límites muy claros entre ambos, en cierto modo, para, digamos marcar una pauta de respetabilidad y dejarle algo de manga ancha al arte (más detalles, como ya he dicho, en “Muerte en Venecia”); así, el erotismo se caracteriza por la insinuación, lo implícito, el juego con la imaginación, mostrar sin mostrar (esto es más fácil de vender como algo inteligente y aceptable, puesto que siempre se puede hacer de una forma sofisticada y no burda, que no apela al instinto sino a la mente o incluso al sentido de la estética); en cambio, la pornografía se define por llegar más lejos: mostrar, cuanto más mejor, todo es explícito y se enseña sin ningún recato; las cosas claras y el chocolate espeso, nada de medias tintas, ¿para qué?, aquí todos sabemos a que hemos venido y nadie se lleva a engaño.

Definitivamente, “Cincuenta sombras de Grey” entra de pleno en esta segunda definición, y además lo hace a lo bruto; no es ya sólo que el libro esté plagado, atestado, de interminables pasajes sexuales que se extienden como una enfermedad venérea por todas las páginas acabando con todas las células de un argumento, descripción de personajes o cualquier cosa que le pueda dar profundidad a una novela; sino que encima, estos pasajes son burdos, vulgares, ordinarios hasta la saciedad, y totalmente explicitos. Además es sin compasión, no hay poesía, no hay metáfora, no hay ningún tipo de edulcorante literario o artístico que haga minimamente soportable tanta zafiedad junta.

Así pues, en ningún caso podemos llamar a esta novela “erótica”, pues es pura pornografía; yo aún llegaré más lejos, no me explico como a la gente no le da vergüenza sacarla a la calle (yo apenas pude mirar a la bibliotecaria a la cara cuando la devolví, ¡que bochorno!), y más ahora que sé lo que es (antes de leerla, pensaba que sería una novelita con unos pasajes más o menos subidos de tono sobre un tema polémico… lo que no me imaginaba era esa tosca obscenidad). Yo, sinceramente, no veo la diferencia entre leer este libro y contemplar el Playboy, el Penthouse, o cualquier publicación de ese estilo, no desmerecen nada en lo gráfico a este libro, es más, algunas fotografías incluso son más artísticas de lo que es el escrito al que dedico esta crítica (aunque para eso no hace falta mucho). Lo cual me hace pensar en lo hipócritas que somos: si yo salgo con una revista pornográfica y me pongo a “leerla” en el metro seré tachado de salido y pervertido… pero nadie piensa que una respetable cuarentona sea una auténtica guarra sólo porque lee un libro con un grosor que, a cualquier persona que no lea mucho, le da la impresión de que es un libro respetable (porque a los que sabemos algo del mundo editorial, percibimos claramente que ese grosor en una novela de esas características sólo se puede conseguir con una letra gigantesca y una exagerada separación entre líneas, parrafos, además de márgenes a juego… por lo que no nos dejamos engañar para nada). Me siento incluso indignado, y me parece intolerable, porque he visto cosas más sensibles y artísticas en las despreciadas publicaciones gráficas de la pornografía que en toda esta novela. Ya está, ya lo he dicho, ya he quedado como un salido y he perdido toda mi credibilidad, además de mandar el nunca conseguido prestigio de este blog a tomar viento.

Pero lo bueno de quedarte sin nada, es que ya no tienes nada que perder, así que voy a continuar con la crítica con incluso más libertad. No hay mal que por bien no venga, cuando se cierra una puerta se abre una ventana… etcetera.

Desde luego, ya dije que no vamos a entrar en el tema de aprobar o no la “modalidad sexual” que practican los dos personajes (y razón principal de que la novela haya causado furor, escándalo, y no esté olvidada entre las novelas de Corín Tellado, y demás publicaciones rosas, en medio de la inmesidad de una librería franquiciada), pues yo, como bien reflexionaba hace muy poco, cada vez soy más partidario de que cada uno, mientras haya consentimiento por todas las partes contratantes (nunca mejor dicho en este caso ja, ja, ja), que haga lo que le de la gana y lo que le produzca más felicidad; pero sí quiero volver al tema de la falta de “acolchonamiento” de la novela que no tiene nada que ver con lo que se describe en ella.

Como ya digo, no hay poética, no hay metáfora y lo poco que encontramos está pésimamente utilizado, da mucha risa, y ni siquiera está bien definido; para que os hagáis una idea, y traduzcáis mejor los términos de la autora si llega el malhadado día en que os decidáis a perder el tiempo con este libro: “mi subconsciente”=mi conciencia (sí, la autora no tiene ni puñetera idea de lo que es el subconsciente, y yo me niego en rotundo a explicarlo), “la diosa que hay en mi interior”=mi lujuria (y sí, apenas mencionado da auténtica vergüenza ajena… y teniendo en cuenta que este es su simbolismo más elaborado, podéis imaginaros el resto del estilo literario de la autora); por lo que sólo hay burdas descripciones de prácticas sexuales que no aportan nada y ni siquiera están bien relatadas.

Esto se debe a algo muy obvio de lo que somos conscientes desde la primera página: el pésimo, simplista y desmesuradamente básico estilo literario de E. L. James, la autora; que es la principal base de lo extremadamente fallida que es esta novela (independientemente de que sea pornográfica o no, puede ser más o menos artística; existen ejemplos bastante buenos de cine de ese género). En realidad ni siquiera es buena escribiendo a secas, su forma de redactar fácilmente sería confundible con el de una adolescente de la ESO hiperhormonada (y no es para menos, esta trilogía surge del gusto de la autora por la saga “Crepúsculo”, y su interés por realizar fanfictions -es decir, relatos escritos por fans a partir de las historias originales o con sus personajes-; no me puedo explicar que haya editores con tan mal gusto que le quisieran publicar, así va este mundo…); es totalmente básico, carente de profundidad, con una base literaria extremadamente endeble (aunque a la autora le gusta lucir cultura general de la forma más pedante… no hay cosa que más asco me de que un ignorante que se jacta de serlo; es demasiado evidente que ha leído dos libros y escuchado cuatro piezas de música clásica y ya va de persona culta -aunque, obviamente, es suficiente para impresionar a la más baja calaña-, que repugnancia me causa, por favor) y nulos conocimentos narrativos. Tal cual, igual que un adolescente; si es que no se puede escribir sin leer antes; es como pretender aprender a pintar sin saber lo que es un pincel, y siguiendo el hilo de esta metáfora, E. L. James no sabe ni lo que es un lápiz, para cuanto más.

Quizás, lo que mejor ejemplifica su falta de pericia como escritora, es su incapacidad para usar sinónimos, con las mismas palabras repetidas; una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, en una pesadilla tan reiterativa como interminable, que dan ganas de tirarle el libro a la cabeza… o mejor, un diccionario de sinónimos, así aprenderá que tal cosa existe en este desdichado mundo.

Así pues, el libro es profundamente vulgar, pero no por lo que escribe (eso siempre es relativo, lo importante en el arte no suele ser el fondo sino las formas) sino por como lo hace, el problema está en ella, no en la temática.

Y no deja de ser sorprendente que lo escriba una mujer, puesto que el estilo es muy masculino: directo, implacable, sin remilgos. De hecho, si no fuera por otras características muy femeninas, hubiera sido incapaz de creerme que no lo escribió un hombre. Estos detalles más afeminados serían: el desmesurado gusto por los preliminares (casi todos los hombres quieren ir al grano), la obsesión del personaje de Grey por complacer sexualmente a Ana, incluso sobre si mismo (casi ningún hombre piensa en la pareja realmente en el momento del acto, y si lo hace, es por propia autoestima y autocomplacencia -poder decir “¡qué bueno soy!”-), o la extremada e incoherente sensibilidad de este último. Y obviamente, porque está escrito en primera persona de una mujer.

Y ya que hablamos de la autora, yo no me explico como ha sido capaz de firmar con su propio nombre, e incluso poner su foto en el libro (¡hasta los actores pornográficos, a los que se ve todo, pero todo; ocultan su nombre y lo cambian por otro!), ¡qué vergüenza!.

Personalmente no soy partidario de confundir arte y artista; que puedas imaginar algo, no significa que tenga nada que ver contigo (la inspiración surge de muchos lugares distintos que no tienen porque tener ningún tipo de relación con la persona que crea), pero cuando empecé a investigarla, ¡Madre de Dios!, ya mientras leía el libro pensaba “¡menuda guarra!”, y me reñía a mí mismo a continuación… pero tras leer declaraciones suyas, confirmo totalmente mis impresiones durante la lectura. Lo que me lleva al tema eternamente tratado en este blog de que no todo el mundo es especial ni tiene algo que contar o aportar, porque, en serio (y citando a la propia autora), ¿porque nos tenemos que tragar todos las porquerías de su crisis de mediana edad?, ¿de verdad a alguien le interesan sus ridículas y rústicas fantasías sexuales?, ¿en serio?; yo soy incapaz de entenderlo, con la gente con auténtico talento que hay por ahí, y sale adelante esta mujer; pero en fin, la vida es injusta y todo ese rollo….

Aunque lo peor no es ella, si cree que merece la pena destacar por esto, pues vale; pero lo malo es la familia, porque esta mujer está casada y tiene hijos. Bueno, como marido yo me sentiría extremadamente humillado y casi seguro que me divorciaría (no me puedo imaginar que sería peor, si que dijeran que no le doy a mi mujer lo que necesita, o que pensaran que sí se lo doy… si es que hay cosas que se piensan pero no se escriben… y menos se publican, ¡qué pesadilla vital!); y como hijo me cambiaría el apellido y renegaría de ella; ¡qué horror, pobre familia!, ¡cuanta deshonra!.

A todo esto, y hablando de repercusiones sociales, lo verdaderamente sorprendente es que las feministas no se hayan puesto en pie de guerra contra este libro; porque no creo que se pueda rebajar más a la mujer, francamente.

Pero en fin, hablemos del escaso argumento que reproduce un esquema tan tópico y manido como habitual en este tipo de novelas: tipo rico, joven, guapo y muy atractivo (misteriosamente nunca son feos, viejos y poco interesantes, eso sí que sería original y podría constituír una obra maestra) pero que a la vez es una persona nada conveniente (lógico, la atracción sexual no tiene gracia si no es hacia alguien que no debamos); encandila a una joven inoncente que no puede resistirse, y aunque en principio todo son barreras, al final triunfa la fuerza del amor… por favor, es un cliché tan desmesurado, en el que la originalidad es tan nula que hace falta haber leído muy poco como para tragarselo. Sin mencionar que, obviamente, responde a la fantasía femenina primaria de la Cenicienta. Hasta en eso es vulgar.

En cierto modo, por hacer una apropiada analogía, el libro es como un continuo y frustrante sexo sin orgasmo, te pasas todo el tiempo esperando a que pase algo, estás página tras página pendiente de que por fin te revelen algo interesante, que al fin suceda cualquier cosa que merezca la pena leer, esperas eternamente algo excitante; pero siempre llega el gatillazo, en forma de pasaje sexual que se extiende páginas y páginas, justo cuando pensabas que, al fin, algo atraería tu atención. Y así todo el libro, cada vez que parece que podría ponerse medianamente interesante… ¡zas!, relación sexual tan vacua e insustancial como el propio libro. En definitiva, nunca se alcanza el climax (artístico, del sexual yo ya no digo nada… debo de ser más frío que una piedra, porque lo único que se me levantó fue el aburrimiento), aunque para eso primero habría que haberse excitado, y eso tampoco sucede, así que….

Por decir algo positivo de este libro, hay mucha comedia involuntaria (especialmente en las conversaciones entre los dos personajes principales o en las reflexiones de la protagonista), pero francamente, no compensa el tostonazo de leerlo al completo.

Sólo hay dos personajes ligeramente definidos (el resto son una comparsa que viene y va, como la “Rianxeira”; sin mucho sentido, orden, ni concierto; y cuya aportación a la historia es únicamente que la protagonista no esté monologueando sus tonterías todo el libro) que son Christian Grey y Anastasia Steele, los protagonistas.

De ella, no se dice en el libro (bueno, en realidad como la profundización en los personajes es nula o mínima, no creo que lo sepa ni la propia autora), pero yo estoy convencido de que padece algún tipo de retraso mental, porque es imposible que una misma persona sea tan tonta, tan torpe, y tan estúpida, en definitiva. Para los gallegos con cierta edad, no les costará compararla con el personaje Miro Pereira de la serie de la Televisión de Galicia, “Pratos combinados”, sólo que en versión femenina y con treinta años menos; y para el resto, bueno, imaginaos un cruce entre Marilyn Monroe (pero sin sensualidad ni glamour) y Jerry Lewis… ¿os horroriza el resultado?, pues duplicadlo y tendréis a Anastasia Steele. Yo si fuera mujer me sentiría profundamente insultada y ofendida.

Christian Grey es el personaje que pretende ser profundo y misterioso… pero sólo es un vulgar tópico de lo más típico; si la autora del libro se hubiese molestado en leer un poco antes de hacernos llegar sus “creaciones”, a lo mejor hasta conseguiría que algo de lo que escribe pareciese siquiera mínimamente original… aunque casi seguro que no, como siempre he dicho, la capacidad para la creación no es para todos, y quien no tenga talento debería de abstenerse de ello.

Por otro lado, personalmente no creo que esta novela sea para todo el mundo; dejando de lado el habitual recorte por edades, no considero que pueda interesar a nadie que no sea del género femenino, pues la perspectiva de mujer es obvia y excesiva (me cuesta creer que a un hombre le guste). Y gracias a Dios, no a todas las mujeres (¡mal andaríamos!, ¡qué horror!).

Sí, con toda probabilidad, las adolescentes, las jovencitas, y quizás las mujeres maduras de vida estéril, aburrida y sin grandes alicientes vitales; todas ellas de perfil cultural bajo (sólo hay que ver las sinopsis y resúmenes del libro que se han escrito en internet… su estilo es casi tan espantoso como el de E. L. James) son, de lejos, el auténtico público objetivo de este libro que hemos llamado “novela” a lo largo de toda esta crítica en una concesión excesivamente generosa (y a James calificado de autora… supongo que eso sí es correcto, si nos atenemos escrupulosamente a la definición del diccionario; porque yo, escritora, me niego a llamarla, eso ya tiene otras connotaciones artísticas y literarias del todo inalcanzables para esa mujer).

En conclusión, la única razón para leer este libro es la polémica o el estar al tanto de las novedades literarias actuales (cosa que a mí personalmente me gusta, por más decepciones que me lleve), pues no tiene ningún otro valor; y francamente, con leer unas cuantas páginas salteadas de por el medio, llega para hacerse una idea del total, no merece la pena dedicarle, ni perder ni un segundo más en una lectura tan pobre e improductiva que pone en cuestión, cruelmente, ese dicho que se lee en nuestro “Don Quijote de la Mancha” de que “no hay libro, por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena”; aunque eso es muy fácil decirlo cuando vives en el siglo de oro literario español, si Cervantes viera el panorama editorial actual… seguro que no incluiría ese dicho en su magna obra.


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