Revista Cine
Crítica: "La Noche más Oscura (Zero Dark Thirty)"; la guerra, obsesión y adicción
Publicado el 03 enero 2013 por Banacafalata
LA NOCHE MÁS OSCURA (ZERO DARK THIRTY)
Título Original: Zero Dark Thirty Director: Kathryn Bigelow Guión: Mark Boal Música: Alexandre Desplat Fotografía: Greig Fraser Interpretes: Jessica Chastain, Joel Edgerton, Taylor Kinney, Kyle Chandler, Jennifer Ehle, Mark Strong, Chris Pratt, Mark Duplass, Harold Perrineau, Jason Clarke, Édgar Ramírez, Scott Adkins, Frank Grillo, Lee Asquith-Coe, Fredric Lehne, James Gandolfini, Reda Kateb Distribuidora: Universal Fecha de Estreno: 04/01/2013
La unión de Kathryn Bigelow con el guionista Mark Boal nos descubrió a una cineasta bastante distinta de la que conocíamos hasta el momento, como si alguien con mucho talento despertase por fin del letargo en el que se había sumergido durante toda su vida. No es que la Bigelow hubiera sido nunca una mala realizadora, se veían destellos en el fascinante manejo de la tensión que se comprobaba a pinceladas en películas como Le Llaman Bodhi, pero a su obra le faltaba una implicación en cuerpo y alma que no apareció hasta la realización de The Hurt Locker. Aquella fue una obra distinta a cualquier otra película bélica hasta el momento centrada en el conflicto de Irak, lejos de realizar una obra sobre la grandiosidad de América en el campo de batalla, retrataba a los soldados como humanos, no héroes, cuyas heroicidades aparecían por la obsesión del reto personal. No era coincidencia que aquella película abriese con una cita de la novela “La guerra es la fuerza que nos da sentido” de Chris Hedges, que decía: “El ímpetu de la batalla es una potente y muy a menudo letal adicción, porque la guerra es una droga”. Ya que esa afirmación era la que mejor definía a su personaje principal.
Lo cierto es que el protagonista de aquella el sargento Will James, brillantemente interpretado por Jeremey Renner, tiene mucho que ver con la Maya que protagoniza La Hora más Oscura. Will James era un completo drogadicto, necesitado de adrenalina continua, por mucho que eso pusiera en peligro a sus compañeros de batalla. No existía nada a lo que agarrarse, ni siquiera la perdida de ese chaval llamado Beckham le lleva a más allá que a la necesidad de buscar una continua tensión en cada una de sus acciones, a las que otros llaman heroicidades aunque no exista nada de ello. No sabemos lo que ha pasado en la vida de James para llegar hasta ese punto, le conocemos ya siendo un yonqui en el que la adicción cada vez va a más. En Maya, sin embargo, y sin necesidad de conocer nada de su vida personal, de su pasado, ni de lazos de unión, que no van más allá de amistades surgidas durante la guerra y arrancadas de cuajo.
Como James, Maya es adicta, aunque no a la guerra en sí, si no a la caza de un Bin Laden que toma una forma espectral, su presencia siempre aparece durante todo el metraje, aunque como un fantasma al que nunca llegamos a ver. La primera vez que Maya presencia un interrogatorio, se tiene que tapar los ojos ante la dureza y violencia mostrada por la CIA, pero poco a poco la bestia que lleva dentro se va despertando, durante los diez años que permanece buscando a Bin Laden, es lo único que ha hecho en la vida, y la ha llevado al punto de denominarse a sí misma una hija de puta.
Zero Dark Thirty, nombre original de la película, es una jerga militar para referirse a las 00:30, hora que se capturó a Bin Laden. Pero la oscuridad del título hace presencia desde su comienzo, así la película arranca con una toma oscura en la que escuchamos una llamada aterrorizada durante los ataques del once de septiembre, es ahí dónde nace el enemigo y donde comienza un camino que desembocará en esa noche del 1 de mayo de 2011 cuyo desenlace, todos conocemos. Suele ser bastante arriesgado tomar un hecho reciente con un final tan conocido para realizar un thriller cuya tensión principal se encuentra en el hecho de si finalmente se le logrará dar caza. Pero poco importa, porque la tensión que aparece durante todo el metraje, no sólo está medida con la misma destreza que lo estuvo en The Hurt Locker cada vez que asistíamos al desmantelamiento de una bomba, si no que se despoja de la conclusión final, para centrarse en los medios que se utilizaron para lograr ese objetivo.
Pero dónde desde luego gana la partida la película es en su dura implicación política. Los terribles interrogatorios que presenciamos con expectación nos remiten a los vistos en 24 o Homeland, de hecho su protagonista, tiene mucho en común con Carrie Matison, la protagonista de la serie de Showtime. La única diferencia entre la obsesión de Maya y Carrie, es que la de Maya es por todos conocida como una amenaza real, mientras que la de Carrie, sólo lo es a sus ojos, lo que lleva a considerar su obsesión como si fuera una locura. ¿Pero realmente está menos loca una que la otra? Diez años tras un objetivo, acaban por trastornar por completo, así ese plano final, completamente vacío con Maya subiéndose al avión, la lleva a preguntarse cuál va a ser su vida a partir de ese momento. No solo ha cerrado un capítulo, si no que ha dado un carpetazo final a todo lo que ha hecho en la vida. La implicación de la película con la televisión no queda simplemente reflejada en las similitudes con las series de Howard Gordon y Joel Surnow. Es posiblemente la televisión la que mejor ha reflejado el pánico de esa América post-11 S y ahí aparecen un amplio rastro de secundarios cuya imagen está fuertemente ligada al medio televisivo como los de Kyle Chandler, James Galdofini, John Barrowman o Harold Perrineau.
Pero el cambio de política de la administración Bush, a la de Obama, cortando por completo los medios que utilizaba la CIA para conseguir los objetivos a su alcance, no amedranta a Maya en su búsqueda por Bin Laden. Se acabaron las torturas, pero su obsesión la lleva a ejecutar una presión por lograr sus objetivos que no parará hasta conseguirlo, por mucho que sus pruebas sean inciertas y que los demás sean incapaces de ver con la claridad que lo hace ella. El logro de la película está no en decir cuál de las dos políticas es la más acertada, si no en mostrar el cambio de una a otra, por la desaparición del pánico inicial, y como los medios utilizados no cierran el camino a la hora de conseguir un objetivo que ya ha desaparecido de la mente de todos los americanos, decididos a seguir en otras luchas, pero que nunca desaparece de la mente de Maya.
Bigelow forma con La Noche más Oscura, un díptico sobre las consecuencias de la guerra en aquellos que están implicados, una obra incómoda en la que trata a su protagonista, como hiciera en The Hurt Locker, con un problema cercano a la enfermedad mental surgida a través de las consecuencias a las que ha sido expuesta. Bigelow, muestra un poder narrativo implacable, no dejando que durante las dos horas y media que dura la película decaiga la tensión en un solo momento, y dejando bien marcado un camino que dura diez años. La ascensión como cineasta de Bigelow se debe sobre todo a su guionista Mark Boal, antiguo reportero de guerra, pero sería injusto no reconocerle todos los valores como una cineasta que se ha arraigado al cine industrial americano, pero quitando de él toda la parte preconcebida con la suelen partir la mayor parte de las obras de Hollywood.
Título Original: Zero Dark Thirty Director: Kathryn Bigelow Guión: Mark Boal Música: Alexandre Desplat Fotografía: Greig Fraser Interpretes: Jessica Chastain, Joel Edgerton, Taylor Kinney, Kyle Chandler, Jennifer Ehle, Mark Strong, Chris Pratt, Mark Duplass, Harold Perrineau, Jason Clarke, Édgar Ramírez, Scott Adkins, Frank Grillo, Lee Asquith-Coe, Fredric Lehne, James Gandolfini, Reda Kateb Distribuidora: Universal Fecha de Estreno: 04/01/2013
La unión de Kathryn Bigelow con el guionista Mark Boal nos descubrió a una cineasta bastante distinta de la que conocíamos hasta el momento, como si alguien con mucho talento despertase por fin del letargo en el que se había sumergido durante toda su vida. No es que la Bigelow hubiera sido nunca una mala realizadora, se veían destellos en el fascinante manejo de la tensión que se comprobaba a pinceladas en películas como Le Llaman Bodhi, pero a su obra le faltaba una implicación en cuerpo y alma que no apareció hasta la realización de The Hurt Locker. Aquella fue una obra distinta a cualquier otra película bélica hasta el momento centrada en el conflicto de Irak, lejos de realizar una obra sobre la grandiosidad de América en el campo de batalla, retrataba a los soldados como humanos, no héroes, cuyas heroicidades aparecían por la obsesión del reto personal. No era coincidencia que aquella película abriese con una cita de la novela “La guerra es la fuerza que nos da sentido” de Chris Hedges, que decía: “El ímpetu de la batalla es una potente y muy a menudo letal adicción, porque la guerra es una droga”. Ya que esa afirmación era la que mejor definía a su personaje principal.
Lo cierto es que el protagonista de aquella el sargento Will James, brillantemente interpretado por Jeremey Renner, tiene mucho que ver con la Maya que protagoniza La Hora más Oscura. Will James era un completo drogadicto, necesitado de adrenalina continua, por mucho que eso pusiera en peligro a sus compañeros de batalla. No existía nada a lo que agarrarse, ni siquiera la perdida de ese chaval llamado Beckham le lleva a más allá que a la necesidad de buscar una continua tensión en cada una de sus acciones, a las que otros llaman heroicidades aunque no exista nada de ello. No sabemos lo que ha pasado en la vida de James para llegar hasta ese punto, le conocemos ya siendo un yonqui en el que la adicción cada vez va a más. En Maya, sin embargo, y sin necesidad de conocer nada de su vida personal, de su pasado, ni de lazos de unión, que no van más allá de amistades surgidas durante la guerra y arrancadas de cuajo.
Como James, Maya es adicta, aunque no a la guerra en sí, si no a la caza de un Bin Laden que toma una forma espectral, su presencia siempre aparece durante todo el metraje, aunque como un fantasma al que nunca llegamos a ver. La primera vez que Maya presencia un interrogatorio, se tiene que tapar los ojos ante la dureza y violencia mostrada por la CIA, pero poco a poco la bestia que lleva dentro se va despertando, durante los diez años que permanece buscando a Bin Laden, es lo único que ha hecho en la vida, y la ha llevado al punto de denominarse a sí misma una hija de puta.
Zero Dark Thirty, nombre original de la película, es una jerga militar para referirse a las 00:30, hora que se capturó a Bin Laden. Pero la oscuridad del título hace presencia desde su comienzo, así la película arranca con una toma oscura en la que escuchamos una llamada aterrorizada durante los ataques del once de septiembre, es ahí dónde nace el enemigo y donde comienza un camino que desembocará en esa noche del 1 de mayo de 2011 cuyo desenlace, todos conocemos. Suele ser bastante arriesgado tomar un hecho reciente con un final tan conocido para realizar un thriller cuya tensión principal se encuentra en el hecho de si finalmente se le logrará dar caza. Pero poco importa, porque la tensión que aparece durante todo el metraje, no sólo está medida con la misma destreza que lo estuvo en The Hurt Locker cada vez que asistíamos al desmantelamiento de una bomba, si no que se despoja de la conclusión final, para centrarse en los medios que se utilizaron para lograr ese objetivo.
Pero dónde desde luego gana la partida la película es en su dura implicación política. Los terribles interrogatorios que presenciamos con expectación nos remiten a los vistos en 24 o Homeland, de hecho su protagonista, tiene mucho en común con Carrie Matison, la protagonista de la serie de Showtime. La única diferencia entre la obsesión de Maya y Carrie, es que la de Maya es por todos conocida como una amenaza real, mientras que la de Carrie, sólo lo es a sus ojos, lo que lleva a considerar su obsesión como si fuera una locura. ¿Pero realmente está menos loca una que la otra? Diez años tras un objetivo, acaban por trastornar por completo, así ese plano final, completamente vacío con Maya subiéndose al avión, la lleva a preguntarse cuál va a ser su vida a partir de ese momento. No solo ha cerrado un capítulo, si no que ha dado un carpetazo final a todo lo que ha hecho en la vida. La implicación de la película con la televisión no queda simplemente reflejada en las similitudes con las series de Howard Gordon y Joel Surnow. Es posiblemente la televisión la que mejor ha reflejado el pánico de esa América post-11 S y ahí aparecen un amplio rastro de secundarios cuya imagen está fuertemente ligada al medio televisivo como los de Kyle Chandler, James Galdofini, John Barrowman o Harold Perrineau.
Pero el cambio de política de la administración Bush, a la de Obama, cortando por completo los medios que utilizaba la CIA para conseguir los objetivos a su alcance, no amedranta a Maya en su búsqueda por Bin Laden. Se acabaron las torturas, pero su obsesión la lleva a ejecutar una presión por lograr sus objetivos que no parará hasta conseguirlo, por mucho que sus pruebas sean inciertas y que los demás sean incapaces de ver con la claridad que lo hace ella. El logro de la película está no en decir cuál de las dos políticas es la más acertada, si no en mostrar el cambio de una a otra, por la desaparición del pánico inicial, y como los medios utilizados no cierran el camino a la hora de conseguir un objetivo que ya ha desaparecido de la mente de todos los americanos, decididos a seguir en otras luchas, pero que nunca desaparece de la mente de Maya.
Bigelow forma con La Noche más Oscura, un díptico sobre las consecuencias de la guerra en aquellos que están implicados, una obra incómoda en la que trata a su protagonista, como hiciera en The Hurt Locker, con un problema cercano a la enfermedad mental surgida a través de las consecuencias a las que ha sido expuesta. Bigelow, muestra un poder narrativo implacable, no dejando que durante las dos horas y media que dura la película decaiga la tensión en un solo momento, y dejando bien marcado un camino que dura diez años. La ascensión como cineasta de Bigelow se debe sobre todo a su guionista Mark Boal, antiguo reportero de guerra, pero sería injusto no reconocerle todos los valores como una cineasta que se ha arraigado al cine industrial americano, pero quitando de él toda la parte preconcebida con la suelen partir la mayor parte de las obras de Hollywood.