Título Original: Oblivion Director: Joseph Kosinski Guión: Joseph Kosinski, William Monahan, Michael Arndt, Karl Gajdusek Música: M83 Fotografía: Claudio MirandaInterpretes: Tom Cruise, Nikolaj Coster-Waldau, Morgan Freeman, Olga Kurylenko, Zoe Bell, Melissa Leo, Andrea Riseborougn, Lindsay Clift, Jaylen Moore, Julie Hardin, Paul Gunawan, Jay Oliver, Jason Stanly Distribuidora: Universal Fecha de Estreno:12/04/2013
Ya en su debut, Joseph Kosinski, demostró tener una perspectiva muy atractiva del aspecto estético de la ciencia ficción adaptada a los tiempos que corren. Aquella espectacular puesta al día del clásico de Disney, tenía un toque pulcro en el que acertadamente sabía mezclar la herencia de la obra original de Disney con un mundo muy cercano a los videojuegos. Para su segunda película, quizá salga de un universo tan plástico como el que tenía Tron: Legacy, con una historia post-apocalíptica, basada además en un relato corto que escribió el propio director y con el que hace su debut también como guionista. Pero esa visión de un mundo completamente acabado, no resulta un impedimento para poner en marcha otro universo visual igualmente fascinante, dónde vuelve apostar por una imagen limpia, cambiando en esta ocasión el negro de Tron, por un blanco que ejerce un bello contraste con la visión de una tierra acabada. El contrapunto de esa casa en lo alto de la tierra, con una bella piscina alrededor de la casa, dónde los personajes se sumergen como dos bellos delfines, con ese estadio de fútbol, completamente sumido en unas ruinas que remiten a la del coliseo romano, hacen de Oblvion una apuesta visual de lo más interesante, y confirman a Kosinski como una de los directores con más visión estética en la ciencia ficción.
Oblivion nos sumerge sesenta años después de nuestros días. Una invasión alienígena acabó con la luna. La naturaleza se encargó de destrozar la tierra. Cuando los alienígenas llegaron al planeta, una guerra se desató, los humanos ganaron la guerra gracias a ataques nucleares (En estos momentos de tanta agitación, es fácil pensar en los primeros compases de la película, en que esos alienígenas vienen del lejano planeta de Corea del Norte liderados por Kim Jong-Un, y en la película como una fábula antibelicista), pero dejaron el planeta tan devastado que a los humanos no les quedó otra que emigrar fuera del planeta. En la tierra quedan solamente algunos de los alienígenas que merodean por allí, mientras los humanos acaban de sacar todo el agua de la tierra. Para controlar que todo vaya bien, no sólo cuentan con droides, si no que también, está allí una pareja de humanos para controlar que todo vaya perfectamente. Han pasado cinco años, desde un obligatorio lavado de memoria (algo que en primera instancia parece totalmente ilógico) y apenas le quedan dos semanas para volver con el resto de la humanidad.
Las cosas se complican tras la aparición de una tercera humana, con la que además Jack lleva tiempo soñando, sin saber muy bien si es parte de sus sueños o de una vida pasada. Esto da pie a un triángulo amoroso que es sin duda una de las peores partes de la película, principalmente porque Kosinski nunca consigue hacerlo despegar. Falta verdadera pasión a la hora de narrarlo, y aunque Cruise está bastante bien y Andrea Riseborough es de lo mejor de la película, Kurylenko parece que simplemente está paseando por ahí, algo que desde luego no ayuda en absoluto a que la trama romántica funcione, una trama dónde además nunca muestra ninguna química con sus compañeros de reparto. Lo peor de todo es que parece que durante un rato largo, es lo único que realmente preocupa en el desarrollo de la trama, Konsiski se empeña tanto en enfatizar en él, que al final, el resultado, por momentos es bastante vergonzoso, como ocurre precisamente en su epílogo, algo que empaña preocupantemente a toda la soberbia recta final de la película.
Pero por suerte no es lo único que hay, la trama da vueltas sobre sí misma, los giros son acertados y consigue sorprender. Y cuando la película se presenta como el mero entretenimiento que simplemente es, acierta, entretiene, divierte y ofrece un espectáculo digno de mención. Pero aquí también nos encontramos con otro problema. No es difícil encontrar las referencias de la película, que son tan dispares que van de 2001 a Wall•E, pasando por Moon o Solaris, pero mientras aquellas eran obras que iban más allá en su planteamiento, ofreciendo siempre ciertas teorías filosóficas que las permitían elevar el nivel, en Oblivion encontramos poco más que una historia de la lucha de su protagonista por encontrar sentido a su existencia. Si bien es cierto que el personaje de Jack, al que da vida Tom Cruise, está narrado con mimo, y su evolución durante toda la película, ahonda en detalles para darle sentido a todos los actos que van aconteciendo, nunca deja de ser algo demasiado superficial como para que la película se proponga metas que es incapaz de alcanzar. Y tan solo cuando se olvida de ser una obra trascendente consigue funcionar como el verdadero entretenimiento que es. Una obra que además demuestra que no es necesario dotar a la película de un ritmo trepidante, para que todo lo que suceda en ella sea entretenido, divertido e interesante.
Es posible que la idea de Oblivion fuera convertirse en un obra cumbre dentro de la ciencia ficción, las pretensiones son demasiado elevadas, para una película que nunca logra su propósito. Pero no se derrumba por ello, es capaz de ofrecer un gran entretenimiento que cumple a la perfección. Dónde además destaca un espectacular diseño de producción, con una gran inventiva que va a medio camino entre el videojuego Portal y los diseños de Apple. Sumado a sus excelentes efectos especiales hacen que además, en IMAX, la película se convierta en una gran opción para una tarde de domingo. Pero entre tan inmaculado desarrollo, nos encontramos también con la presencia de una molesta cámara HD, una Sony CineAlta F65 que rueda con una resolución digital de 4K, lo que se supone que es la repera y hace que todo sea más alucinante, ¿pero es tan bueno el HD como lo pintan?, es imposible ver la película sin dejar de pensar que todo es excesivamente real, que la fotografía de un artista como Claudio Miranda se ve empañada por el empleo de estas potentes cámaras. ¿Tiene el cine la necesidad de parecer tan real? ¿Es realmente algo bueno? Para un servidor desde luego no, y es que haciendo desaparecer esa ventana que ofrece siempre una cuidada fotografía, por momentos me resulta más complicado de sumergirme en el mundo onírico que debe ser una película.