Saber que van a estrenar una película basada en la década de los 70, concretamente en un libro de Thomas Pynchon que recibe el nombre de ‘Inherent Vice’ y en su fiel traducción es ‘Vicio propio’ con una banda sonora del genio Jonny Greenwood, son palabras mayores. La decepción llega después. No me refiero solo a “meses después”, que también (se estrenó el 13 de marzo), sino a la llegada de esos temidos créditos en el caso de las películas que enganchan, en contrapartida de los deseados créditos en aquellas películas soporíferas. Ésta está encaminada más bien hacia la segunda opción.

Para ver ‘Puro vicio’, que es el título que hemos acogido aquí, no solo hay que estar atento sino que hay que estar predispuesto a saber que en ningún momento nada a ser lo que parece…porque directamente no parece que vaya a ocurrir nada. Su trama principal (si es que acaso la tiene) se ve ensombrecida por un puñado de subtramas que solo llevan a una respuesta: Doc Sportello (Joaquin Phoenix) no consigue olvidar a su ex novia Shasta (Katherine Waterston). No parece que quiera hacerlo y tampoco parece que le importe no conseguirlo. Se limita a seguir las pistas que le lleven a descubrir el verdadero paradero de Shasta, que aparece cuando quiere (no muy lejos de la realidad) y le ha metido en una aventura de la que únicamente ansiamos que se esclarezca algo. Pues no: aparece por un lado un ex drogadicto también ex saxofonista (Owen Wilson) que se aleja de su familia para buscar su porvenir dentro de una mansión donde solo falta el Maharishi Mahesh Yogi con un trozo de pizza en la mano, un multimillonario que ha perdido la cabeza mucho antes de que su ex mujer trame junt

Sportello va dando tumbos con un aspecto más que desaliñado y unas patillas de infarto, rememorando al magnífico Nota (Jeff Bridges en ‘El gran Lebowsky’) con los ojos más verdes que la corteza de un melón y los pies más sucios que unos zapatos de colegio un día de lluvia. La principal diferencia es que no existe razón por la que actúa así si no nos metemos en su piel, esto es, nos vemos la película en sus mismas condiciones. La diferencia con El Nota es que Sportello no tiene construcción, actúa porque Paul Thomas Anderson así lo ha decidido o Thomas Pynchon así lo escribió en la novela homónima. Lo segundo no lo tengo muy claro, leeré el libro para despejar mis dudas. Es así como un reparto, una banda sonora y una época retratada se van al garete por las dos horas y media de caos, incoherencias y desenfreno. Eso sí, la fotografía, ambientación y vestuario están de diez. Escuchar a Sam Cooke hacia el final de la película es similar a un buen masaje en la espalda y lo de Jonny Greenwood es de otro planeta. Tanto para nada…o para tan poco. Recomendable si te encanta Phoenix o descifrar tramas que ni siquiera la película da pie a su resolución.

Os dejamos una de los temas que suenan en su banda sonora, poco hay que decir de ella. Maravillosa.