“criticar” deporte nacional

Sigo estupefacto observando la facilidad con la que todos los mortales, hacemos uso indiscriminadamente del arte de “criticar”. Nos da igual a quién, dónde, con quién…

Nos sentimos con derecho a hacerlo, es “Gratis”, aunque no tengamos los argumentos suficientes, da igual, nos lanzamos sin moderación a la crítica desmesurada y feroz sacando  de nuestro interior a la fiera adormecida para saciar nuestra sed y desahogarnos.

Una y otra vez indefinidamente, cada día, a cualquier hora, da igual el lugar, la crítica no entiende de sexos, ni de amig@s, nos es indiferente si es un familiar, nuestro jefe, un  hermano. Uff!! que vértigo da si lo pensamos un instante.

La crítica en si misma es de cobardes, normalmente la utilizamos de forma anónima, es decir rara vez la usamos cara a cara, por ello radicalizamos nuestras palabras usándolas sin ton ni son,–sabiéndolo o sin saber- creyéndonos preparados, con una frivolidad casi enfermiza.

A lo largo y ancho de “Mi Camino de Vida” me he cruzado con personas, incluso de mi propio entorno, doctoradas en este arte milenario, que de una manera injustificada, destruyendo en ocasiones la credibilidad y honestidad vulneran  el derecho a la defensa de la persona elegida haciendo mucho daño.

Siento vergüenza,porque yo, lo he practicado y lo peor a pesar de este post, es que  volveré a caer en esta sucia práctica.

Supongo que antes de realizar este ejercicio deberíamos como mínimo ponernos en las circunstancias del otro, quizá así, o sólo así  tendríamos los argumentos necesarios para ejecutar la crítica en cuestión.

Supongo que el criticón, con esta práctica enmascara sus propias carencias, envidia, odio, soberbia…Acabando por un desencanto por sí mismo o por lo que le rodea.

Cuando veo algunos programas, en especial tertulias, me asombro como personas en principio cualificadas, utilizan la critica como arma arrojadiza, usándola con trivialidad que aún me genera más estupor sintiendo vergüenza ajena, obligándome a hacer uso de mi libertad y apagar la televisión.

Para no herir a nadie tenemos que preguntarnos: ¿cómo me gustaría que me dijeran las cosas a mí? Este sería un comportamiento básico que deberíamos implementar, pensar en esto antes de hablar.