Wang Quan’an es algo así como uno de los hijos pródigos de la Berlinale, y lo es desde que lograra llevarse contra todo pronóstico el Oso de Oro por "La Boda de Tuya" allá por el 2006. Algo que volvió a intentar con la entrañable comedia "Apart Together" el pasado año y que ahora lo vuelve hacer con la monumental "White Deer Plain", un relato supuestamente épico de más de tres horas de duración seleccionado en último momento y al que me enfrento, no sin pereza, aunque si con sorpresa.
¿De qué va?
La película se desarrolla al final de la época imperial china, en un periodo dramático tanto a nivel político como social. Dos importantes familias (los Bai y los Lu) y sus hijos han convivido siempre en paz en la misma región, hasta que surgen unas graves disputas por la propiedad de la tierra. Una joven recién llegada al lugar pronto se ve atrapada por este conflicto, cada vez más decadente y peligroso que arrastrará a todos hasta las más extremas consecuencias.
¿Quién está detrás?
Dirigida por Wang Quan’an, "White Deer Plain" significa la adaptación de la homónima novela histórica escrita por Chen Zhongshi, que permaneció durante varios años censurada debido a su explícito contenido sexual.
¿Quién sale?
Zhang Fengyi ("Adiós a mi concubina", "Acantilado Rojo") Zhang Yuqi y Wu Gang son quiénes encabezan un amplio reparto. Y al igual que sus nombres se parecen, ellos también, lo que significa un pequeño problema añadido para no confundirte con los personajes a la lo largo de sus tres largas horas de duración.
¿Qué es?
Érase una vez en China (pero sin épica) + La Boda de Tuya
¿Qué ofrece?
No tanto el esperado relato épico al que en un principio nos invita como la decadente tragedia con la que nos encontramos al final. El enfrentamiento entre dos familias en la época de una China imperial (1912-1938) sirve como sugerente metáfora del trágico destino al que el monstruoso país oriental ha estado condenado a lo largo de toda su historia. Un enfrentamiento terrenal al que proseguiría la terrible invasión de los japoneses y una guerra civil abanderada por la II Guerra Mundial. Para ello, Wang Quan’an prescinde de cualquier contenido heróico y de todo posible trasfondo épico (aquí no hay ningún William Wallace de turno ni tampoco está Jet Li) para mostrarnos las miserias de un pueblo chino víctima de sus propias tradiciones y creencias, focalizándose principalmente (como ya hiciera en su anterior y ultragalardonada "La Boda de Tuya") en el personaje de una mujer que ante semejante panorama, no le queda otra que intentar hacer uso de su belleza y de su particulares armas femeninas para poder subsistir, algo que sin embargo le llevará justamente en la dirección contraria, es decir, a la más absoluta decadencia, al igual que muchos de los personajes que transitan este histórico y monumental relato.
Yo, por mi parte, me quedo con la gratificante sensación de haber asistido a una inesperada historia trasladada a través de un inesperado tono, despojado de toda posible épica y condimentado con la gratificante incomodez que suscitan la degradante evolución de unos personajes cuya caracterización roza lo caricaturesco pero cuyas acciones enraízan con el drama más sobrecogedor. En definitiva, no me ha maravillado pero si me ha enganchado, y eso, tratándose de una película histórica china de más de tres horas de duración a la que mi fustigada retina se enfrenta tras una intensa semana carente de sueño y saturada de celuloide, resulta mucho más que meritorio.