17 de Mayo del 2013 | etiquetas: Festival de Cannes, Festivales 2013, Crítica
TwittearGanó el Globo de Oro pero no el Oscar, mucha gente habló de ella pero mucha menos la acabó viendo, "Vals con Bashir" era un documental de animación llamado a hacer historia que, al menos en nuestro país, pasó más desapercibido de lo que sin duda merecía. Su actor, director, productor y guionista, Ari Folman, ha decido repetir la experiencia con un renovado y arrojado patrón formal en busca de resultados superiores. Eso sí, en esta ocasión la memoria histórica ha dado paso a una abrumadora y melancólica distopía socio-meta-cinéfila. No lo duden, la extravagante, agotadora, delirante, errática, pero igualmente fascinante "The Congress", es carne de Sitges...y una futura obra de culto.
¿De qué va?
Los estudios Miramount ofrecen a Robin Wright el último papel de su carrera. Y lo hacen en un nuevo universo (una distinta sociedad utópica) en el que el caché que atesora la actriz ha decaído a la vez que su imagen ha sido sampleada (tomada como muestra) y reutilizada sin fin, por los estudios cinematográficos. La hecatomebe llegará 20 años después, en el momento que no contentos con ello, todo el mundo podrá convertirse en la persona que desee en el seno de un colorido, pero igualmente melancólico y apocalíptico mundo de animación.
¿Quién está detrás?
El director de "Vals con Bashir" y el escritor de "Solaris". Ari Folman hace suyo un relato escrito en 1971 por Stanislav Lem titulado "El congreso de la futurología".
¿Quién sale?
Además de Robin Wright Penn haciendo de Robin Wright Penn, Harvey Keitel Paul Giamatti y Danny Huston aparecen en escena. Y sí, "Forever Young" aparte, vuelve a sonar la música de Max Richter.
¿Qué es?
A Scanner Darkly + El (futuro) Juego de Hollywood en plan 1984
¿Qué ofrece?
Tenemos infinidad de ejemplos, de directores que tras emerger con una triunfante ópera prima quedan sumidos en el más absoluto olvido con su segunda obra, aquella que no solo se enfrenta al público, si no también a las inevitables expectativas infundadas por su anterior éxito. Pues bien, a grandes males, grandes remedios. El realizador israelí arriesga, innova y nos propone una extravagante obra que comienza planteando un live-action para adentrarse finalmente en la animación. En total, 70 minutos de 'vida real' y 50 de colorido (y enfermizo) dibujo para una obra de discurso grandilocuente que se percibe tan fascinante como agotadora, en cuyo hermoso paisaje yace una melancólica reflexión sobre la identidad articulada sobre un corrosivo metalenguaje que le permite soltar bilis contra Hollywood con estimulante sorna. "The Congress" se siente imperfecta, errática y desproporcionada, pero no se equivoquen, lo que podría resultar una catástorfe con delirios de grandez acabará por convertirse en una futura obra de culto. Tiempo al tiempo.