Revista Sociedad

Crónica de un barrio

Publicado el 28 septiembre 2011 por Hogaradas @hogaradas

Por Hogaradas
Nada mбs bajarme del coche Yle se acerca para enseсarme sus cromos. Hace ya unas semanas que me hace partнcipe de sus cosas, y me gusta. Entre sus manos lo que se asemeja mбs a tarjetas que a cromos por su tamaсo, e impresos en ellos un grupo de chicas que segъn me cuenta “son muсecas monstruos.”
Adoro mi barrio, al que lleguй hace ya la friolera de once aсos y del que disfruto cada dнa con mбs intensidad, a medida que va pasando el tiempo y se va ampliando el cнrculo de conocidos, algunos amigos ya, a media que esa rutina diaria va formando parte del paisaje de mi dнa a dнa, como en “El Show de Truman”, aunque aquн sin ninguna premeditaciуn y sujetos siempre a la improvisaciуn que nos permite la vida.
A mi derecha la madre y la abuela de Yle continъan tomando su cafй y charlando, ajenas a todo lo que sucede en la terraza. Me gusta ver esa complicidad diaria entre madre e hija, a la misma hora, en el mismo lugar, donde siempre hay algo que hablar, que comentar, en el que seguir manteniendo esos lazos y disfrutando de esa compaснa, una de las mejores que sin duda tendremos jamбs.
Mbay aparece de repente, con su figura alargada, con sus cinturones al hombro, las pulseras y los monederos en la mano y el carrito, ese que es ya como una prolongaciуn de sн mismo. Mesa tras mesa va dejando su saludo y su sonrisa, y de cada una de ellas se va recibiendo lo mismos que nos ofrece, una exquisita educaciуn y un gesto de esperanza entre tanta desazуn. Su mano y la de Carlos se funden en un chasquido, es su peculiar manera de saludarse siempre que se ven. Somos de los primeros en acercarnos a йl nada mбs llegar al barrio, йl lo recuerda perfectamente, nosotros tambiйn, y es por eso que nos une un lazo especial de cariсo, ese que nos hace echarle tanto de menos cuando se va a su paнs a ver a su familia, y que nos hace recibirlo como si de un miembro de nuestra familia se tratara. Mbay forma parte del barrio, y sin йl el barrio no es lo mismo.
Fйlix sale a la puerta tambiйn para saludarlo, mientras Juan se va acercando, ya es su hora, y se adentra en el bar para ir tomando posiciones.
Mientras tanto Miguel, sentado en mesa de enfrente con su hija, se afana en conseguir que el perro de йsta, del cual desconozco su raza, pero que puedo decir es una preciosidad, no se impaciente tanto ante un trozo de comida y se tranquilice.
La humedad comienza a notarse en el ambiente, asн que toca irse para casa y dar un paseo a Boni, el ъltimo del dнa. Salimos raudas y veloces del portal, con Boni es imposible hacerlo de otra manera, y cruzamos hacia el parque. Allн el abuelo de Nora nos comenta que su mujer estб tambiйn haciendo lo mismo, paseando a sus perrillos, no queda otra.
A la vuelta coincidimos en el portal con Faustino y el vecino del primero en amimada charla, riйndose. Mientras subimos en el ascensor oigo como hablan, y cuando llego arriba la puerta de Faustino se estб cerrando, con vuelta de llave, indicio claro de que no se abrirб ya hasta el dнa siguiente.
Entro en casa y mientras Boni corre al encuentro de Carlos pienso en la placidez que en estos momentos reina en todas nuestras casas, en nuestras vidas, cada uno ahora ъnicamente habitando su espacio. Reflexiono una vez mбs sobre nuestra vida en el barrio y me siento feliz, contenta de que el destino me haya traнdo hasta aquн.
Boni estб en esa “hora bruja” en la que es toda actividad y locura, sнntoma claro de que ella tambiйn siente lo mismo.


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