Revista Cine

Crónica del Festival de la Habana (Día 8)

Publicado el 13 diciembre 2011 por Fimin

Es de esperar que en un festival donde se proyectan más de cincuenta obras no todas carguen con el peso de ser cine de autor, cine de los márgenes si se quiere, y cada tanto, por errores de intuición, uno se tenga que comer trabajos de difícil digestión. Este es el caso de dos películas que, si bien conservan el esfuerzo y las ganas y todas las buenas intenciones de la gente que trabajo en ellas, no son, finalmente, del agrado del abajo firmante. Sin mayor propósito que el de escribir en nombre de mis gustos, aquí les desgrano los quiebres de “Güelcom” y “Asalto al cine”.

“Güelcom” (2011), del argentino Yago Blanco, es, en pocas palabras, una comedia romántica para todos los públicos y, aunque no tenga nada contra los trabajos “para todos los públicos”, si asumo ciertas reservas con eso de “comedia romántica” ya que lo creo un genero anclado en estrategias propias de novela televisiva de media tarde y tópicos nacionales que, en abundancia, pueden dinamitar una identidad cinematográfica.

Leo, de profesión psicólogo, clase media, se entera de que su ex novia está de vuelta en Buenos Aires después de haberse ido a vivir a España, rompiendo con ello, la relación. Con ayuda del grupo de amigos que tienen en común, Leo buscará la manera de reconquistarla.

Sesiones de terapia, viajes a Europa, futbol de refilón, el feo que hace gracia y final feliz son los tópicos a los que más arriba hacia referencia y que aquí, por lo endeble de la trama, resaltan de forma escatológica. Una película más que no aporta nada a la historia del cine pero que hace pasar un buen momento a todo espectador deseoso de no cuestionarse nada, ni siquiera por qué está viendo esa película.

“Asalto al cine” (2011) de la mexicana Iria Gómez es una película en clave “Réquiem for a dream” (Darren Aronofski) pero sin azúcar. Cuatro adolescentes de un barrio obrero de México pasan sus días fumando porros, haciendo grafitis y lidiando con las adversidades de cualquier persona de tales gustos, véase la policía y otros grupos de adolescentes que buscan fortalecer una identidad en detrimento de la identidad de los otros. Pero no acaba aquí, ya que de puertas para adentro, cada uno de ellos vive su propio drama familiar.

Con la excusa común de la diversión y la particular del hogar, los cuatro deciden asaltar un cine pero el resultado, en apariencia positivo, no hace más que profundizar la gravedad de sus escenarios, no solo particulares sino también comunes. Se trata pues, de un trabajo lineal que no merece ninguno de los adjetivos que decoran las películas anteriormente mencionadas, pero tampoco arranca un aplauso. Siento que falta trama, empatía dramática que dicen, y así, sus dos horas pasan como pueden pasar al sentarse en el banco de un parque a ver la gente caminar, con todo lo excitante y superfluo que eso conlleva.


 


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