Como bien encabezaba una de las últimas ediciones del periódico que diariamente publica el certamen con todo lo que al propio festival de cine concierne, sin reflexión no hay documental. Y buena cuenta de ello lo dan dos trabajos que, sin mayores pretensiones que el de abrir una brecha sobre dos acontecimientos de escasa repercusión mediática, se inscriben dentro de lo que se podría denominar “subversión social” o “con el pueblo no te metas” o mejor aún “al rico ni agua”.
El primero de estos trabajos es “Los últimos cangaceiros” (2011), documental del brasileño Wonley Oliveira, director de larga trayectoria y una de los destellos egresados de la EICTV (Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños).
Los cangaceiros fueron un grupo armado de principios del S. XX del nordeste brasileño que vivieron al margen de la ley, se trataba de bandoleros que robaban y extorsionaban a todos los ricos terratenientes de la zona y mantuvieron en vilo a las autoridades durante muchos años hasta que finalmente se les dio caza, se les corto la cabeza y se los expuso como animales tal como se estilaba en la época. Hoy, esta historia forma parte del folklore brasileño.
Durvinha y Moreno son una simpática pareja de ancianos que hasta hace pocos años rondaban los noventa años. Por más de medio siglo mantuvieron un secreto que ni sus hijos pudieron intuir, ambos eran los únicos supervivientes de aquel grupo de bandoleros.
El secreto se hizo voces y comenzaron los homenajes, los reencuentros y los aplausos.
Curioso los trasvases del devenir histórico ya que uno de los ancianos, Moreno, perdió la cuenta de la gente que mato con la victima veintiuno, que cortó lenguas, que grabó con hierro candente algunos rostros, que abandono hijos en parroquias, etc., y todo esto lo cuenta cual abuelito junto a sus nietos a un lado de la chimenea, solo que aquí los que sonríen condescendientes son alcaldes, familiares y lugareños.
Los cangaceiros fueron un grupo peculiar, de vida errante, siempre vestidos con oro, elegantes, que se perfumaban para luchar y que organizaban bailes en medio de la selva mientras en la ciudad se les ponía precio a sus cabezas.
Los cangaceiros son, antes que cualquier otra cosa, uno de los mayores gestos de libertad en un mundo donde la vida no valía nada, son el encuentro con esa vida, la reapropiación de esa vida que debió ejecutarse en su plenitud ya que la extensión era lo de menos, y la profundidad su gran verdad.
El segundo trabajo corresponde al mexicano Tin Dirdamal. “Ríos de hombres” (2011) viaja a los primeros meses del año 2000 en la ciudad boliviana de Cochabamba, donde las estrategias de la empresa que abastece de agua a la población dejaran sin el servicio básico a miles de casas.
La situación con las autoridades llega a tal rigidez que la gente comienza a atrincherarse en la plaza principal al tiempo que el gobierno envía a toda la policía y parte del ejercito para disolver a los manifestantes. Así, lo que se creía impensable se hace evidente; Cochabamba comienza el nuevo siglo en medio de una guerra por el agua. La triste caricatura llega a extremos tal que en algunas zonas se prohíbe a la gente utilizar el agua de la lluvia, lo que para el escritor Eduardo Galeano significa el paso previo a la privatización del aire.
Aquella lucha social es hoy recordada como un hito no solo por cómo la gente se organizó y peleo por lo que es suyo, sino también por la evidente deshumanización que desvelo un proceso neoliberal que privilegia el baile de cifras por encima de los intereses de la población, intereses que no responden a las necesidades superfluas que tan bien decoran el estado de bienestar, sino que responden a necesidades básicas, naturales, como lo es la relación entre el agua y el hombre, la relación entre el agua y la vida.
Ambos trabajos engloban con los elementos propios de una época, “Los últimos cangaceiros” a principios de siglo y “Ríos de hombres” de finales, la eterna lucha del hombre contra el hombre, ambos dibujan dos casos que, si bien no son todos los casos que pudieron darse a lo largo del S.XX, si representan el estado de las cosas, la atmosfera a la que se ha llegado después de tantas luchas y tantas conquistas sociales, y en la relación de ambas historias se nos ofrece una visión global que nos ayuda a entender las sombras de un monstruo huidizo, entrelineado, capaz de ofrecer al hombre en sacrificio por el mismo bien del hombre, un monstruo que, aún vestido especialmente para cada época, no dejo de ser siempre el mismo y que para mi entender sólo puede sugerirse si hablamos de egoísmo, discriminación, exclusión y la consecuente especulación a la hora de decidir la buena fortuna de los continentes.
Ariel Fernández Verba