Volvía de nuevo el Monasterio de Cultura a programar conciertos en la capital regional, en concreto en el Matadero LAB, después de afianzar su presencia en Talavera -la Detroit de La Mancha, como ellos mismos la llaman- en esta temporada de conciertos que se ha quedado un poco huérfana en Toledo.
Así que había ganas de ese ambientillo en los conciertos que programa la asociación toledo-talaverana y eso se notó también en la afluencia de público, más que aceptable para este tipo de citas, que no nos cansaremos nunca de decir que son más que necesarias para la cultura toledana.
Los primeros en saltar al escenario fueron los toledanos Diácono, grupo desconocido hasta la fecha para este que escribe y a los que les basta con un bajo -sonando en muchas ocasiones como una guitarra- y una batería, sumado a unas hipnotizantes proyecciones, para poner sobre la mesa una tosca, bronca, cruda y seria psicodelia de la que no puedes apartar la vista y el oído.
Turno acto seguido para Black Bass. Ellos son desde hace meses uno más pero hasta ahora no habíamos tenido la oportunidad de verles junto al nuevo guitarrista. Un cambio que nos gusta bastante y que aporta solidez al grupo, aunque les reste la tosquedad de su stoner. Mención aparte merece le bizarrismo visual con el que acompañaron el concierto y que hizo de complemento perfecto a su actuación.
Los últimos en saltar al escenario fueron Diana Lagarto. Vinieron recorriendo un largo camino dese Bilbao para poner el toque de post harcore que le faltaba a la velada. Guitarras trepidantes y ritmos de vértigo al estilo Fugazi resolvieron el concierto en un 'pis pas'.