25 de Septiembre del 2012 | etiquetas: Festival de San Sebastián, Festivales 2012, Crítica
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Nadie apostaba por ella en la pasada Berlinale, sus directores tienen más años que Leonard Cohen y sus últimas películas añadían razones para la desconfianza. A uno y otro les basta con hora y cuarto de metraje para plantarse con una recreación carcelaria del "Julio César" de Shakespeare que dejaba a cualquier otra película vista en el festival en ejercicio amateur. Un grupo de presos (asesinos, estafadores, violadores) representan/reviven una obra de teatro. A ratos thriller, a ratos comedia, a ratos documental, al final una tragedia inolvidable merecedora de un Oso de Oro con todas las de la ley.
¿De qué va?
La interpretación del Shakesperew de Julio Cesar llega a su final y los intérpretes reciben una cerrada ovación. La luces se apagan; los actores dejan el escenario y regresan a sus celdas Todos son internos de una prisión de máxima seguridad romana.
¿Quién está detrás?
Los ilustres hermanos Taviani, autores de cine fuertemente politizados, influidos sobre todo por Roberto Rossellini, ambos llevan trabajando toda su vida como escritores, directores y productores de forma inseparable en todas sus obras.Entre sus principales joyas "Kaos", "No estoy solo" o "Tu ríes".
¿Quién sale?
Un grupo de presos en una cárcel de máxima seguridad italiana entre los que encontramos criminales, asesinos, traficantes de drogas o mafiosos de la camorra napolitana. Ellos son las inesperadas estrellas de la función.
¿Qué es?
Un Shakespeare entre rejas merecedor del Oso de Oro
¿Qué ofrece?
En pocas palabras, la propuesta más reveladora vista en lo que llevamos de Sección Oficial en la Berlinale. 75 minutos resultan más que suficientes para que esta curiosa experimentación cinematográfica se eriga en la gran revelación del festival, siendo capaz de fusionar el documental con el teatro para embarcarse en un absorbente proyecto cinematográfico impregnado de una gran sensibilidad humana y dotado en todo momento por un abrumador talento artístico que, entre sus muchas virtudes formales, tiene la de alternar un portentoso blanco y negro (ensayos, preparación) con el color (representación de la obra). A su merced queda una prueba más de la universalidad del texto de Shakespeare, cuyo significado cobra vida incluso, entre los presos de una cárcel de máxima seguridad. Según interiorizan el guión y llevan cabo los primeros ensayos, comienzan aflorar viejas rencías y sentimientos encontrados, desde los remordimientos del pasado a las envidias del presente, provocando finalmente que la revolución que ensayan para interpretar en el escenario también cobre vida en su propio interior. La mejor conclusión posible nos la da uno de los reclusos en la finalización de esta fabulosa reflexión artística: "ahora que he conocido el arte es cuando más preso me siento en esta cárcel".