Precedida por un campaña mediática muy intensa y proyectada por la noche en apertura fuera de la competición de la 50ª Semana Internacional de la Crítica, "La guerre est déclarée" de Valérie Donzelli hizo mucho más que confirmar los prometedoras rumores que la precedían convirtiéndose, por derecho propio, en una de las principales sensaciones del pasado Festival de Cannes. Lo hacía apoderándose de un tema muy personal (una historia verdadera vivida por la propia cineasta y su compañero, el también actor Jérémie Elkaim) y universal (la enfermedad gravísima de un bebé) que suscitó un entusiasmo excepcional del público de la Semana y que, como era de esperar, también a cautivado a su paso por Gijón. ¿Próxima parada, los Oscar? Razones, desde luego, no le faltan.
¿De qué va?
Romeo y Julieta se conocen una noche en un bar, y se enamoran. Las cosas van rodadas para ellos, que pronto empiezan a vivir juntos y tienen su primer hijo: Adán. Una vida llena de amor y de alegría, que frena en seco el día en el que a Adán, con apenas dos años, le diagnostican un cáncer. La guerre est declarée es un retrato de esa guerra contra el cáncer, desde la desesperación, la ira y las alegrías derivadas de las pequeñas victorias, abordada con sentido del humor y frenesí.
¿Quién está detrás?
Valérie Donzelli (en su año más trepidante: presente en 5 films como actriz y en éste también como directora) estrena su segundo film.
¿Quién sale?
Familia en la ficción pero también en la vida real. A la propia Valérie Donzelli le acompañan Jérémie Elkaïm y César Desseix. Todos elllos rebosan una energía y naturalidad sin precedentes.
¿Qué es?
Una bomba de relojería perfectamente montada y acondicionada por la esencia de la nouvelle vague en general y François Truffaut en particular.
¿Qué ofrece?
Entre sus muchas virtudes, un conjunto de innovaciones formales, momentos musicales, el buen humor a pesar de la gravedad del asunto, su rebosante energía y el inmaculado trabajo de los intérpretes. Todos ellos conceden a "La guerra est declarée" una sinergia ideal entre la fuerza emocional y la ligereza estilística: una mezcla que evoca el espíritu de François Truffaut en una nueva versión actualizada que tiene el mérito de evitar, de manera brillante, caer en el exceso dramático al que su argumento apunta. Lo logra propulsado por un estilo muy singular y lleno de naturalidad que se proyecta a un ritmo trepidante. Mientras unos se compadecen, otros luchan por no hacerlo, es el caso de la segunda película de Valerie Donzelli, un novedoso chute de buen rollo necesario para el devastador tema que trata. ¿Óscar? ¿por qué no? A mal tiempo, buena cara. Ojalá siempre fuera así.