Soberbio. Espectacular. El imponente combo Mark Guiliana Jazz Quartet actuó en los Jardines de la Bodega de Mora, dentro de la décima edición del Bahía Jazz Festival, en El Puerto de Santa María (organizado por el Área de Fomento y Promoción Cultural de la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de la citada localidad, en colaboración con la firma comercial Osborne).
Las nuevas generaciones del jazz actual vienen desde hace tiempo arrasando y tuvimos ocasión de comprobarlo. El cuarteto formado por Mark Guiliana (batería), Jason Rigby (saxo tenor),Fabián Almazán (piano) y Chris Morrissey (contrabajo) mostraron que por separado son unos excelentes solistas, con sólidas carreras a sus espaldas y que juntos, forman un verdadero jazz dream team. Rigby nos brinda un sonido de saxo basado en melodías suaves, de tonos oscuros y ricos en armónicos, con un fraseo muy delicado; el cubano Fabián Almazán presenta un exquisito gusto por la orquestación más clasicista, plasmado en técnicas de corte casi “chopinesco”, si puedo inventarme ese adjetivo y un trabajo a mi juicio bastante innovador basado en la zona central del teclado. Chris Morrisey, desarrolló al contrabajo su trabajo de manera efectiva, muy sólida, rítmica y con especial predilección por las armonías circulares en los momentos de desarrollo de los temas por sus compañeros, así como contraer el sonido provocando unos acertadísimos unísonos con los demás instrumentos. De mis acompañantes, hubo quien lo comparó con el guitarrista ciego de Picasso en su puesta en escena. Maravillosa visualización. Guiliana, si queremos dejar aparte su currículo, que puede encontrarse fácilmente y dejar boquiabierto a más de uno, demostró que más que un solista es el hilo conductor. Se presenta además como un brillante compositor (salvo la versión “Where are we now?”, del álbum “Blackstar” de David Bowie, en el que fue partícipe en las baterías) y como un versátil instrumentista, capaz de sonar desde el bop hasta el jazz más contemporáneo.
¿Y qué tocaron? Pues yo diría que no tocaron, si no que conjuraron magia. Sublimaron un cuento, una leyenda en aquel patio de los naranjos aquella noche de Julio. Como aquel “Almost blue” de Chet Baker, la interpretación sonaba a surco de vinilo. Síncopas cuasi fractales y polirritmos para transmitir una espiritualidad elevadísima, casi una oración. Una plegaria.
Nacho (Erasmus Arne Saknussemm)
[Cabe destacar, como nota lamentable y en opinión absolutamente mía, no de la Caravana del Rock, la actitud de algunos imbéciles entre el aforo. Y sí, los llamo abiertamente imbéciles porque, aunque desde la presentación del festival se incidió en silenciar los teléfonos para poder disfrutar del evento, algunos no solo hacen caso omiso, llegando a sonarles durante la función, si no que además atienden la llamada y mantienen conversaciones. Si hace unos años pensaba que era una cuestión de educación, hoy, me muestro abiertamente beligerante con esos imbéciles. El karma repartirá…]
Nacho (Erasmus Arne Saknussemm).