31 de Agosto del 2012 | etiquetas: Festival de Venecia, Festivales 2012 Twittear
¿Qué no quieres una? pues toma dos. Llega a nuestros ojos una nueva entrega de la trilogía "Paradise", cuyo planteamiento y quien está tras la cámara garantizan desazón, mal rollo y 6 horas extrema incomodidad. La primera llevó a lo más granado de la flora femenina a hacer turismo sexual en Cannes a las órdenes de una mente muy peculiar que, para bien o para mal, nunca deja indiferente a la opinión crítica. Pues bien, la segunda ha desembarcado en Venecia con dos nuevas horas de incendiaria beatificación. Está claro, Ulrich Seidl no es un santo.
¿De qué va?
Por un lado, una técnica de rayos X en los albóres de los 60, cuyas vacaciones dedica a flagelarse y a recorrerse toda Viena con la mismísima Virgen María en la mano tratando, tratando, puerta por puerta, que la gente (y con perdón, joder que gente) le rinda tributo y se una al cristianismo.
Por el otro, su repentino marido, un musulmán egipcio postrado en una silla de ruedas, que de golpe porrazo se planta en el sofá de su casa tras vivir en Egipcio durante mucho tiempo.
Lo que viene después, tratándose del director de "Dog Days", podéis imaginarlo, o por vuestro propio bien, mejor no hacerlo, a Ulrich Seidl hay que verlo.
¿Quién está detrás?
El mismo se declara un 'pornógrafo social' y basta con someternos a "Dog Days" o "Import / Export" para poder atestiguarlo de primera mano. Tan duro como necesario en los tiempos que corren, el sello Seidl es uno de los que actualmente más nos atrae del panorama cinematográfico europeo.
¿Quién sale?
La particular musa de Seidl, Maria Hofstätter, con sendos papelones en "Dog Days" e "Import / Export" a sus espladas es ahora una fanática religiosa casada con un musulmán egipcio discapacitado a quien da vida Nabil Saleh.
¿Qué es?
La incendiaria beatificación de Ulrich Seidl
¿Qué ofrece?
La definitiva confirmación (por si alguien aún no la tenía ya) de que Ulrich Seidl no es un santo. Dale un crucifijo y puede que acabe teniendo sexo, casa a un musulmán discapacitado con una fanática católica y probablemente acaben a 'ostias'. La incendiaria mirada de Ulrich Seidl apunta esta vez a la religión, y como era de esperar, blasfema. Atenta contra el fanatismo católico y la supuesta necesidad de mantener la fe religiosa con sus habituales armas, activando nuevamente su particular dispositivo sin miramiento alguno, golpeádonos una y otra vez con absoluta frontalidad mediante sus asfixiantes planos secuencia y su contundente cámara estática, permitiéndonos, incluso, pegarnos más de una risa a lo largo de un esxtenuante itinerario cuyo destino, como el del resto de su filmografía, es atentar, como buen austríaco que es, contra nuestra supuesta sociedad del bienestar en la que la opulencia siempre acaba destapando lo siniestro. Y como no podía ser de otra forma, lo hace en su versión más extrema, austera y bizarra, pero también, con algún momento (que ya es mucho) de sorprendente ternura.
Y así, entre repetitivas flagelaciones, imágenes devotas constantemente rasgadas, o rosarios apuntando a bizarras orgías sexuales, llegamos a destino como todo fan de Seidl podría esperar. Perdiendo la fe pero creyendo, aún más si cabe, en la mirada de este cineasta que ya apunta a Berlín...y lo hace con la "Esperanza" que supone su última entrega. Ya se sabe, tampoco hay dos sin tres. Y menudas tres.