30 de Agosto del 2013 | etiquetas: Festival de Venecia, Festivales 2013, Crítica
Twittear“FUCK BOMBERS” ha acabado gritando Sion Sono en la Sala Grande de Venecia tras cinco minutos de aplausos en los que cada palmada era una inyección de endorfinas que poco a poco iba desgastando el protocolo que rodea a este tipo de eventos. No es para menos, porque “Why don't you play in hell?” es el nombre hasta ahora de la Sección Orizzonti, y uno de los nombres de toda la Mostra. Otra obra de culto -¿y van?- de Sion Sono, escrita hace 17 años, y que ha hecho desternillarse al público veneciano en un film desbordante de creatividad, con un ritmo infernal, y un poderío visual marca de la casa convirtiendo a la sangre en una de las protagonistas de la obra.
¿De qué va?
¿Y de qué no? Transgénerica, coral y con diversas subtramas que acabarán coincidiendo al final. Preparad la batidora y tratad de descubrir que cóctel nos ha preparado el maestro. Dos bandas de yakuzas enfrentadas, la hija del líder de una de las bandas fue famosa cuando tenía diez años por un hilarante anuncio de pasta de dientes, a su vez, su madre está en la cárcel y sueña con verla actuando en una película, un grupo de jóvenes -The Fucking Bombers- sueñan con rodar una película, el nuevo Bruce Lee y Kouji, es un chaval al que le piden ser novio por un día. Os lo parezca o no, todo acabará teniendo relación.
¿Quién está detrás?
Director de culto indiscutible y reconocido icono surgido del cine underground japonés, Sion Sono ha traspasado las fronteras del cine de género por su radicalidad, su desbordante creatividad, su insobornable compromiso ético con una forma de hacer cine y su indiscutible capacidad para crear imágenes emblema de su tiempo. Desde su salto a la fama internacional en 2002 con ese hito que es "Suicide Club", no ha dejado de estar presente en los festivales internacionales con una mezcla salvaje de géneros donde abarca desde la comedia hasta el erotismo pasando por elementos como espadas samurai, traumas infantiles, familias disfuncionales, lesbianismo, gore, violencia, pornografía y romanticismo.
¿Quién sale?
Dos nombres propios del cine nipón como Jun Kunimura y Shinichi Tsutsumi, la estrella de la pasta dentrífica Fumi Nikaido y un sinfín de nombres conocidos para aquellos más familiarizados con el cine japonés. E incluso al nuevo Bruce Lee.
¿Qué es?
Sion Sono en estado puro, o lo que es lo mismo una “Superocho” de yakuzas rodada por Tarantino. Multireferencias a "Election", "Cinema Paradiso" o como él mismo la define: su personal "Kill Bill".
¿Qué ofrece?
Diversión en estado puro, satirizando a las mafias, a las estrellas infantiles, a los que sueñan con ser directores, al cine de yakuzas e incluso a la policía. Nadie está a salvo con Sion Sono, que utiliza el cine como un medio de entretenimiento de calidad convirtiéndolo en una especie de esperpento a la japonesa que consigue que nos riamos incluso sin saber el porqué en situaciones de lo más inverosímiles y con los personajes más dantescos. Es indiscutible Sion Sono, y tal y como dice el protagonista que sueña con ser director -¿su alter ego?- “estoy aquí para hacer una película genial que cambie la industria por completo”, y sí, tal vez no sea para tanto, pero desde luego no son pocos los espectadores que salen flipando de sus películas. Yo soy uno de ellos.
Nota: 7/10
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