Revista Psicología

Cuaderno de Bitácora de la Crisis: Respuestas fáciles al Desempleo

Por Carlos Carlos L, Marco Ortega @carlosmarco22
La reciente publicación de un informe del Banco Mundial que situaba a España a la cola de los países con facilidades para emprender, suscitó una gran controversia, pero no sorprendió, sin embargo, a Héctor Morell, fundador y CEO de InvierteMe, una red social que actúa como celestina entre emprendedores e inversores de habla hispana.
Cuaderno de Bitácora de la Crisis: Respuestas fáciles al Desempleo
"Obtenemos las peores puntuaciones en la protección a los inversores y en facilitar créditos. Dos aspectos que se supone iban a ser mejorados por la Ley de Emprendedores, pero no ha sido así", dice.
Tras pasar una temporada en Silicon Valley junto a 14 otros emprendedores, Morell pudo constatar no sólo la deficiencia del grupo español respecto al resto, sino que éstos presentaban unas carencias comunes a la hora de lanzar sus proyectos, carencias que se propuso suplir.
Y, ahora, tras varios meses en beta privada y más de 400 proyectos, la start up InvierteMe se abre al público. En ella, cualquier emprendedor puede no solo buscar fuentes de financiación, sino también encontrar a gente capacitada para formar equipo, recibir formación especializada o encontrar mentores.
Y los inversores, por su parte, pueden hacer una criba: "Están saturados de proyectos. Queremos ayudar a esos emprendedores que tienen buenas ideas, pero que no han conseguido respaldo por las vías tradicionales", explica Morell. "El 80% no sabe dónde encontrar financiación, mientras que el resto se dedica a saturar a los inversores con proyectos aún muy inmaduros. En España, todo emprendedor se dirige a los mismos inversores de referencia: Cabiedes, Aquilino Peña, o Raúl Mata, por ejemplo. A algunos les llegan más de mil proyectos al año, de los que participan en un máximo de cuatro o cinco".
Motivados por esta saturación, InvierteMe generó un algoritmo que detecta los mejores proyectos de la plataforma, y que les sirve para facilitar a cualquier inversor los proyectos que mejor se adecúen a sus parámetros de inversión.
El sector de las aplicaciones móviles presenta unos datos más que envidiables en nuestro país. Como indica Morell, "España es el segundo país en penetración de smartphones en Europa, con 12 millones de usuarios activos de apps y 2,7 millones de apps descargadas al día".
Así, se calcula que el mercado mundial de las aplicaciones facturará este año cerca de 19.000 millones de euros, lo que supondría ingresar un 62% más que en 2012. Y ya hay consultoras que estiman que crecerán hasta alcanzar los 35.000 millones de euros en 2016.
De ser así, la facturación se habrá triplicado en cuatro años. Gracias a este boom, muchos emprendedores han visto un filón en el que alzarse como el nuevo Instagram. "Estamos recibiendo muchos proyectos enfocados a Internet y a las apps móviles, pero también ideas de I+D+i relacionadas con la robótica y la ingeniería", comenta.
El informe Global Entrepreneurship Monitor (GEM): Informe ejecutivo España 2012 indicaba que el 25,6% de la actividad emprendedora del año pasado en España se debió a la falta de alternativas. El recurso a la creación de start ups se alza así como respuesta al paro, lo que genera empresas de vida corta que se abandonan en cuanto surge un trabajo "real".
Para Morell, en casi todos los casos, estas personas, además de carecer de vocación, "no tienen la formación necesaria para regentar la sociedad, por lo que la mayoría cierran durante su primer año. Emprender no es para todo el mundo y montar una empresa no es la respuesta fácil al desempleo".
La financiación se necesita desde el principio, y los inversores no están dispuestos a involucrarse en proyectos tan inmaduros. "Al implicarse económicamente en un proyecto, están asumiendo un gran riesgo: saben que en el 80% de los casos pierden toda la inversión, por lo que en el 20% restante deben multiplicar por varias veces el capital inicial aportado, para poder tener una rentabilidad media del 15%", asegura.
Fuente: Camila Pan de Soraluce, El Economista.
C. Marco

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