En primer lugar, sin reglas, sin horarios, sin fecha en el calendario. Escribo cuando salen a borbotones las palabras, cuando he callado demás, cuando no he dicho todo lo que tenía que decir, así que lo tengo que escribir.Cuando la vida no se interpone en mi camino haciéndome tropezar con la rutina, cuando se me agota la pereza, cuando encuentro un hueco entre la falta de tiempo. Escribo cuando me libero de excusas que no me creo ni yo, cuando vuelvo del después al ahora.
También cuando los dedos se me escapan de las manos para darse de cabezazos contra las teclas. Cuando le suelto el freno de mano a la inspiración, cuando avanzo por ese terrero árido en el que se convierte la página en blanco, tan silenciosa e imponente. Cuando venzo ese terror a la inmaculada nada que reina altiva antes de la primera letra.Escribo cuando las baterías bajas de los móviles me alejan por un rato de la adicción. Cuando apago el ruido de las redes, los likes, los emojis, las fake news y escucho y veo otra vez los gustos, las caras y las mentiras y verdades que se cuecen en mi propia red social: mi mente.
Cuando supero el miedo escénico a los ojos que me leen, incluso sabiendo que la mayoría no pueden verme. Cuando quiero, entonces, que me lean.
Pero, no es verdad que no haya una pequeña regla, pues es en ese momento en el que se rompe el día, cuando se resquebraja la tarde, cuando la luz se atenúa, cuando más escribo. Será que es entonces cuando se despiertan mis fantasmas o cuando más dormidos están mis sueños. Aún no lo tengo claro.Escribo cuando le quito el acento al cuándo, ahora, ya, por fin.