Revista Ilustración

Cuando facebook molaba

Por Davidrefoyo @drefoyo
CUANDO FACEBOOK MOLABA
En medio de mi pecho quedó un agujero/ por que no se viera puse mi sombrero

Christina Rosenvinge

Parece que Facebook estuvo siempre ahí y puede que creas que permanecerá para siempre, que disfrutes comprobando el envejecimiento de los demás. ¿Has pensado alguna vez a dónde irán a parar todas las fotos y todos los estados (de ánimo) que colgaste si un día, mañana mismo, el señor Zuckerberg decidiese cerrar el chiringuito? ¿Podríamos medir los kilos de información derramada en algún lugar del ciberespacio? ¿Qué albergarían entonces los millones de servidores de la multinacional? ¿Qué sería de nosotros sin poder decirle al mundo lo bien que nos va o si no pudiéramos colgar las fotos del topless, de las vacaciones en Roma? ¿Y si no pudieras pegar tus panfletos políticos o las fotos de todos esos jodidos animales indefensos? O peor aún, ¿te has parado a pensar qué sucedería si desapareciesen todos los demás usuarios, tus cientos de miles de amigos, y Facebook te perteneciese por entero y te convirtieras en El Usuario?  ¿Qué empresas se anunciarían para ti? ¿Qué grupos de música te anunciarían sus conciertos? Si algo aprendimos de las redes sociales fue su trascendencia insignifacante. Su caducidad. La necesidad de la conexión, y no me refiero a la línea de ADSL que pagamos religiosamente, sino a la necesidad de estar conectados entre nosotros. De mentener a alguien interesado en nuestra política de comunicación. De mantenerte despierta solo para mí. De esas cosas básicas en la comunicación: emisor - mensaje - receptor.

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