Revista En Femenino
Anne Morrison Welsh recuerda que el 2 de noviembre de 1965 su marido tenía un catarro y no había ido al trabajo. Ese día había leído un artículo sobre una escuela en Vietnam del Sur que los bormbarderos norteamericanos habían bombardeado por error. A mediodía Anne recuerda que “…estábamos en la cocina. Estaba preparando el almuerzo. Tuvimos sopa de cebolla a la francesa. Nunca me ha gustado la sopa de cebolla a la francesa desde entonces.” Hablaron de la guerra de Vietnam. Ella le recordó lo que ya habían hecho para tratar de pararla: objection fiscal, manifestaciones, hecho lobby en Washington… Norman se desesperaba. “No basta. ¿Qué puede hacerse para parar esta guerra?” Anne respondió una de esas cosas que a veces decimos sin pensar demasiado y sólo a toro pasado nos damos del efecto que tuvieron. “Nunca olvidaré lo que dije: “No sé qué más puede hacerse. Todo lo que sé es que no debemos perder la esperanza.”
Tras el almuerzo, Anne salió para recoger a sus hijos Ben, de seis años, y Christina, de cinco. Cuando volvió se encontró la casa vacía. No se sorprendió demasiado. Se puso a preparar la cena. En esas estaba, cuando sonó el teléfono. Era un periodista que le preguntó si sabía que su marido había protestado contra la Guerra en Washington. Después recibió una llamada del Pentágono. Le dijeron que su marido se había prendido fuego y que su hija estaba bien.
Aunque circularon diversas versiones, Anne nunca dudó que en los planes de Norman no entraba el sacrificarla. Pensó que quiso tenerla cerca en sus últimos momentos como consuelo y como símbolo de esos otros niños a los que estaban matando las bombas norteamericanas y que no tenían padres que pudieran acunarlos. Anne realmente no quiere plantearse si Norman tenía otros planes para Emily. “Lo importante es que la dejó ir.”
Hablando del día siguiente, Anne dice: “… A la mañana siguiente, no quería salir de la cama. Pero había tres niños. Tenían que desayunar. Había que ocuparse de ellos. Así que me puse en marcha.” Pocos días después recibió la carta que Norman le había escrito antes de inmolarse. El impacto de recibir la carta de alguien que ha muerto. Durante unos segundos llegó a pensar que todavía vivía. La leyó. Norman le decía al final que los amaba.
Los años siguientes los pasó en un torbellino, en el que nunca encontró tiempo para el autoanálisis. Había que ocuparse de los niños, había que continuar la lucha contra la guerra por la que Norman se había inmolado, era la viuda de un símbolo. Entonces, en 1970 su hijo Ben empezó a tener dolores. Era cáncer. Siguieron cinco años frenéticos, durante los que no tuvo tiempo ni para sentir tristeza. Cuando Ben murió, sintió que sus sentimientos reprimidos rebalsaban y el primero fue el de la ira, ira contra Norman que la había dejado sola con tres niños, que no había estado presente mientras Ben sufría. Y descubrió que la ira era una parte esencial en el proceso de curación.
En todo ese camino espiritual, Anne descubrió el poder del perdón. “Pienso que perdonar es lo que se supone que tenemos que hacernos los unos a los otros y que todos lo necesitamos.” En 1995 salieron publicadas las memorias de McNamara, en las que evoca lleno de emoción la inmolación de Norman. Anne le escribió para agradecerle el valor y la honradez con los que había pedido perdón por su papel en la guerra de Vietnam. McNamara le llamó para darle las gracias por su perdón. Reflexionando sobre esa llamada, Anne dijo: “La muerte de Norman es una herida que los dos hemos llevado. En un giro extraño del destino, hemos llegado a una especie de comunión mutua. Ambos somos víctimas de la guerra.”
En 1999 visitó Vietnam y descubrió que para muchos vietnamitas Norman era un mito. Les había conmovido profundamente saber que un ciudadano del país que les estaba bombardeado, había llegado a preocuparse por ellos lo suficiente como para inmolarse.
El poeta vietnamita To Huu había escrito cinco días después de la muerte de Norman el siguiente poema:
“Emily, hija mía,se está haciendo oscurono puedo llevarte a casa.Cuando mi cuerpo arda en llamas esta nochetu madre vendrá a buscarte.Por favor, corre hacia ella, rodéala con los brazos y bésala por míy ayúdame a decirleque me voy con alegría. Por favor, no estés triste.El momento en el que mi corazón es más recto,quemo mi cuerpocon el fuego, brillola verdad.”
Es un poema que me emociona. Lamento que To Huu no escribiera otro también para Anne. Se lo merece.