Revista Cultura y Ocio
Un día me levanté y el Mundo me había comido. Con patatas. Ni me di cuenta. No sé como fue. Simplemente ocurrió. Pasé de tener hambre de Mundo a perder el apetito. Y después me vi engullido. Al principio fue muy aterrador, pero recordé a Jonás y a Geppetto. ¿Cómo podría hacer que el Mundo me escupiera? No lo sé. Deambulé mucho pensando y leyendo en lo mierda que era el Mundo. ¿Y qué iba a hacerle yo? Ni cosquillas. Y de pronto, me escupió otra vez. Tampoco me di cuenta. Y no, tampoco sé como fue. Sí me di cuenta del que el Mundo es redondo. O al menos tiene agujeros. Un día estás aquí y otro no. Y sólo unos pocos se dan cuenta de eso. Después vuelves, y sigues por donde ibas. El Mundo parece un rato. Una veces más largos y otras menos. Pero ya no cometeré el error de intentar siquiera comerme al Mundo, primero porque es más grande que yo; segundo, porque los dos tenemos espacio suficiente para no meternos en "fregaos" y mantenernos al margen. Que corra el Mundo, si quiere, que yo no voy a ir a por él corriendo. Iré a mi ritmo. Los que corren mucho persiguiéndole, se desfondan, y finalmente, los engulle. Y no todos tienen la suerte de Jonás o Geppetto, ni de ser escupido nuevamente.