Revista Cine

Cuéntamela otra vez/XIV

Publicado el 15 julio 2010 por Diezmartinez
Cuéntamela otra vez/XIV

Es interesante hacer el ejercicio de volver a ver El Karate Kid (The Karate Kid, EU,1984), del buen artesano John G. Avildsen (Rocky/1976, La Fórmula/1980, Apóyate en Mi/1989). Sin que fuera ninguna obra maestra, esta cinta de crecimiento juvenil tenía varios elementos a su favor: una trama previsible pero bien contada por el creador de la fórmula inspiradora/deportiva Avildsen, un protagonista adolescente genuinamente vulnerable y la sorpresiva transformación de un gordito conserje japonés en sabio e invencible maestro de karate.

Nada de esto aparece en el, de todas formas, muy palomero remake Karate Kid (The Karate Kid, EU-China, 2010), de Harald Zwart, con Jaden –hijo de mis famosos papis- Smith y el súper-estrella Jackie Chan en los respectivos papeles que encarnaran el ahora olvidado Ralph Macchio y el nominado al Oscar Noriyuki “Pat” Morita.

La trama es básicamente la misma: el nuevo chico en el vecindario es acosado por los abusones del lugar, el muchacho se enamora de una guapa jovencita, un solitario conserje resultará ser un maestro de artes marciales y todo se resolverá en un climático torneo en donde “buenos” y “malos” aprenderán su lección.

La diferencia es que el nuevo vecindario es más grande y exótico –estamos en China y no Los Ángeles- y que el “Karate Kid” del nuevo siglo aprende, en realidad, Kung-Fu, y con el mismísimo Jackie Chan como maestro y guía de turistas, pues no pueden faltar visitas a la Ciudad Prohibida, a la Gran Muralla y hasta a una romántica función de teatro de sombras.



Cuéntamela otra vez/XIV


Tener a Mr. Chan como protagonista tiene sus ventajas. Además del carisma natural que presume el actor y acróbata chino, uno entra a ver la película con la esperanza de atestiguar, aunque sea fugazmente, de qué manera va a disponer Chan de los villanos. Para no decepcionarnos, aquí neutraliza a los malosos haciendo que se golpeen entre ellos y usando como arma eficaz una simple chaqueta.

Pero la presencia de Chan tiene también sus desventajas. El efecto sorpresa que tenía el filme original (¿a poco ese gordito calvo es tan salsa con los karatazos?) es inexistente aquí, pues en cuanto aparece Chan en pantalla, queda claro que está listo para enseñarle sus lecciones de vida al sangroncito hijito de los Smith, empezando por como colgar y descolgar su ropa, signo de respeto por su sufrida mamá viuda (Taraji P. Henson).

Aunque, claro, no hay ni puede haber ninguna sorpresa porque este filme es, no olvidemos, un refrito. Y uno que se sostiene relativamente bien en sus casi dos horas y media de duración. Acaso aquí está la sorpresa.


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