Revista Cine

Cuéntamela otra vez/XX

Publicado el 04 julio 2012 por Diezmartinez

Cuéntamela otra vez/XX  "A ver, ¿va a tener la nueva Spiderman tan buenas razones como las mías?"
El viernes llega el El Sorprendente Hombre Araña (Webb, 2012) y, al momento de estar escribiendo estas líneas, no he visto la película que algunos colegas ya han llamado "obra maestra". Como preparación a ver el reboot de Spidey, he aquí lo que escribí de cada una de las tres cintas dirigidas por Raimi en el momento del estreno. Desde entonces, no he vuelto a ver completa ninguna de las tres películas -aunque la primera sí la vi un par de veces en su momento-, pero sigo conservando un buen recuerdo de El Hombre Araña, que se coló, incluso, en mi lista de lo mejor del 2002. Va, pues, mi rescate de lo que escribí hace una década, hace 8 y 5 años. 
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Cuéntamela otra vez/XX
Antes que nada, debo confesar que nunca he sido fanático de los cómics y que, aunque una de mis caricaturas favoritas era El Hombre Araña (67-70), para mí no representa ningún tipo de trauma atestiguar que el hombre arácnido encarnado por Tobey Maguire tiene un traje diferente al original o que se ha cambiado el (dizque) tono sarcástico de la revista por la historia de crecimiento de un adolescente cualquiera. Dicho de otra manera: he juzgado a El Hombre Araña (Spider-Man, EU, 2002) por su calidad intrínseca, no por la fidelidad al cómic creado por Stan Lee y Steve Ditko para la Marvel en 1962. Y voy a decirlo de una buena vez: El Hombre Araña es el mejor filme realizado sobre un super-héroe desde el díptico de Batman (Burton, 1989 y 1992) y, acaso, será la más divertida de las cintas veraniegas de esta temporada. Primero, lo obvio: El Hombre Araña costó 140 millones de dólares y eso se nota. Por supuesto, la producción es impecable y los efectos especiales son de primera, pero lo notable de la película dirigida por el muy confiable Sam Raimi es que toda la parafernalia de la típica superproducción hollywoodense (explosiones por aquí y por allá, destrucción de media ciudad, efectos digitales a discreción) no logra borrar el buen humor del filme, su inatacable centro moral (que será pueril, si usted quiere, pero por lo menos tiene uno), su complejo discurso paralelo sobre la familia y, last but not least, el innegable talento de los jóvenes Maguire y Dunst. El guión escrito por David Koepp es el mejor de su carrera en muchos años. No traiciona los orígenes de “Spidey”, no le teme a la cursilería más vil (el impoluto amor platónico de Peter Parker por Mary Jane) y logra darle cierto peso dramático a las frases más “trascendentes” (“todo gran poder conlleva una gran responsabilidad”). Sin embargo, lo más interesante de la historia escrita por Koepp es que logra trazar una complejísima red de relaciones enfermizas entre todos los personajes principales. Si uno lo piensa, las broncas existenciales de cada uno de ellos daría para una tesis doctoral de sicología freudiana fundida con cultura popular. He aquí al eternamente tímido e inseguro jovencito Peter Parker (Maguire) que, huérfano de padre y madre, ha sido criado por dos amables tíos ancianos (Cliff Robertson y Rosemary Harris). En plena adolescencia, cuando el cuerpo y la psique humanas cambian más, Parker es mordido por una araña genéticamente “mejorada” que lo convertirá en un ser humano con poderes especiales. Parker no entiende muy bien qué hacer con su nueva condición, y su pasividad (dejar ir a cierto ladrón) resultará ser trágica. Así, sin padre biológico y con un padre adoptivo asesinado por su inactividad, Peter ve como un acaudalado científico militar, el Dr. Norman Osborn (Willem Dafoe), parece elegirlo a él como hijo postizo incluso por encima del auténtico vástago indolente, el atormentado Harry Osborn (James Franco). Osborn padre realiza un experimento sobre su persona, dando como resultado su conversión en el sádico Gnomo Verde, que utilizará todo su poder maléfico para destruir lo que dejó en pie Osama bin Laden. Para mejorar el cóctel, Harry y Peter están enamorados de la misma muchacha, Mary Jane Watson (Kirsten Dunst), y el propio Norman Osborn no es ajeno al deseo por la suculenta pelirroja, como lo deja claro la mirada lasciva con la que la desnuda en cierta cena del Día de Acción de Gracias. Rivalidad filial apenas disimulada, padre que desprecia a su verdadero hijo, un joven que carga el peso de la muerte del único padre que tuvo, padre perverso que ve a su hijo postizo como el único que podrá detenerlo, rencores que se heredarán de padre a hijo con el fin de sostener la continuación planeada para el 2004, muchacho que carga con la neurosis de ser el responsable del mundo que le rodea y que, por lo mismo, se negará la posibilidad del amor en un desenlace que parece sacado de un filme romántico clásico... Los temas que trata El Hombre Araña en medio de efectos especiales, maravillas digitales y algunos momentos de humor autoparódico (¡esa secuencia de lucha libre!) son mucho más serios de lo que uno podría esperar y, aunque parezca mentira, uno termina preocupado por todos los personajes, incluyendo el futuro villano Harry Osborne. El arma secreta de El Hombre Araña son sus jóvenes protagonistas. Maguire está perfecto como el muchacho común y corriente que un buen día se despierta con la habilidad de trepar por las paredes y echar telarañas por sus muñecas. Su mirada no pierde nunca el asombro que vive por ser Spiderman y, al final, cuando tiene que aceptar que su responsabilidad es tanta que no puede permitirse la debilidad del amor (dicho, de otra manera, cuando ha perdido ya toda su inocencia), el rostro de Maguire transmite un auténtico pathos que llega a ser conmovedor. En cuanto a Dunst, no puedo ni siquiera pensar en la objetividad: puede llegar a ser tan buena actriz como Julia Stiles pero es el triple de sexy. Es cierto que su Mary Jane no tiene gran cosa qué hacer más que ser capturada por el villano (ninguna enamorada de superhéroe hace mucho, a decir verdad), pero su carisma y su coquetería te ganan (o por lo menos me ganaron) de inmediato. Mi admiración por Maguire, Dunst, Dafoe y el director Sam Raimi ya eran grandes antes de esta cinta. No creí que fuera a crecer aún más con una película sobre un tipo que trae siempre --¡yiakk!—las manos pegajosas.
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En cuanto a la secuela, El Hombre Araña 2 (Spider-Man 2, EU, 2004), también dirigida por Sam Raimi. ¿Es mejor esta cinta que la primera parte? Algunos dicen que sí. Después de todo, Raimi tiene la ventaja de que ya no tiene que presentar a sus personajes y, por lo tanto, cuenta con más tiempo para profundizar en ellos, explorarlos, hacerlos suyos.  En esta continuación, Peter Parker ya está cansado de fungir como superhéroe, pero la aparición de un nuevo villano, el Dr. Ock (Alfred Molina, muy en su papel) lo obliga a volver por sus fueros. Muy probablemente esta sea la película de superhéroes con más monólogos en la historia del cine: Spidey, el Dr. Ock, Mary Jane (Kirsten Dunst) y hasta la tía May (Rosemary Harris) se avientan sus buenos rollos otorgándole una extraña cualidad reflexiva a este veraniego filme de acción. 
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Y llegarmos a la tercera parte: una apuesta casi imposible de ganar, pero que la hicieron de todas formas. Y, por desgracia, la perdieron. Como el Peter Parker de El Hombre Araña 3 (Spider Man 3, EU, 2007) –enceguecido por el éxito, ahogado en su propio ego-, el director Sam Raimi, y la casa productora Columbia Pictures no podían dejar de caer en la tentación de hacer una secuela más del “amistoso hombre araña” por más que el memorable desenlace romántico/griffithiano de la segunda parte haya rozado la perfección. No: tenían que echarlo a perder todo. O casi. Aclaro: la nueva aventura de Spidey es genuinamente emocionante las más de las veces, los efectos especiales digitalizados –sobre todo la secuencia en la que el villano Sandman se forma- son mejores que los de los filmes anteriores y, para acabar pronto, me aburrí 300 veces menos que viendo el belicoso churro homónimo de Zack Snyder pero, si exceptuamos su blandísimo filme beisbolero Por Amor (1999), El Hombre Araña 3 es, por lo menos para mí, la película más inconsecuente de Sam Raimi. Villanos que se convierten en buenos y luego en villanos y luego en buenos (El Duende Verde), malosos que no quieren serlo pero que destruyen media ciudad y piden comprensión por ello (Sandman), compañeros de trabajo que se transforman en malvados porque se quedan sin empleo (Venom), y hasta una pegajosa sustancia extraterrestre –que llegó del mismo planeta del meteorito de Macabras Historias de Horror (Romero, 1982)- que convierte al buenazo de Peter Parker en un agresivo macho-alfa y al limpio Hombre Araña en un malhumorado vengador nocturno… ¡Uf!: pido esquina. Súmele a todo esto la inútil aparición de Bryce Dallas Howard como una despampanante rubia que distrae a Parker de su amor (y el nuestro) por Mary Jane (Kirsten Dunst, criminalmente delgada) o el desperdiciado cameo de James Cromwell, y tendrá una incoherente película en la mejor/peor tradición del cine veraniego hollywoodense. Una cinta así la podríamos haber esperado de cualquier “yes-sir-man”, pero no de alguien como Raimi que ha demostrado un talento e inventiva para el cine de género sólo comparables a la de su compañero de generación Tim Burton. Pero aquí, como Spidey, Raimi se pasó al lado oscuro de la fuerza… del dinero.

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