Revista Cultura y Ocio

Cuento: San Sebastian de los siete vientos

Publicado el 06 agosto 2014 por Diego Diego F Ospina @DiegO_OzpY

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Cuento: San Sebastian de los siete vientos

Cambian las estaciones y cambian las personas. Como el tiempo se desliza entre nosotros con tal gracia que apenas le percibimos, no es hasta que enfrentamos los horrores propios del ser contra la vida, que apreciamos la danza del tiempo.

Austher Von Robich, conocido también como Sir Montañés, fue uno de los señores feudales más poderosos de la Iberia medieval. Disfrutaba de torturar alguno de sus ciervos cada domingo, esta práctica era para él su sacramento personal a la vanidad propia. Sir Montañés el perro, como le conocía la plebe en la región de la mancha, almorzaba infantes y cenaba ancianos.

Decía Sir Montañés “los niños tienen la carne más tierna para la jornada diurna, mientras que el hueso sustancioso de los octogenarios es siempre un alivio sano para un estomago cansado, además se duerme mejor con las memorias pasadas de los viejos en el duodeno y más abajo” así decía Austher Von Robich.

Pero por más extraño que parezca, no eran sus canibalescos gustos culinarios los que espantaban la coloquial urbanidad San Sebastián de los siete vientos. Un pueblo tranquilo San Sebastián,  amurallado y protegido del intempestivo soplo de los vientos que recorrían la tierra desde siempre por gruesas y altivas murallas de roca negra y muerta, más muerta que cualquier roca, como si la creación universal no hubiera empapado de existencia aquellas masas de materia inerte.

Los siete vientos soplaban fuera contra las murallas y nadie se atrevía a salir del pueblo desde que estas fueron terminadas por allá en 1583. San Sebastián de los siete vientos fue siempre gobernado por la familia Von Robich, desplazados de las lejanas tierras de Bavaria donde no poseían más pecunio que el común a las clases medias de su entorno. Don Carl F. Von Robich se desvió de su camino a algún puerto de la península ibérica, puerto probablemente cerca a Barcelona al que jamás llego y donde si llego fue a San Sebastián de los siete vientos, donde no llegaba en realidad ni la briza, donde el sol pasaba con pereza y lentitud casi empujado por la luna.

Al llegar Carl Von Robich al vetusto pueblecillo de calles mugrientas y personajes moribundos, donde los poetas dubitativos se entregaban a las hondas reflexiones y no engendraban ya un solo verso, colisionó el carruaje principal de su caravana de tres vehículos a tracción animal, contra la ya deteriorada casa de un gitano regordete y borrachín y fue el mismo don Carl Von Robich quien reto a duelo al gitano al bajar del carruaje, y fue el mismo viejo inmigrante alemán que murió luego de un balazo en la espalda, pues bien sabido era ya que los gitanos no respetan las leyes de un duelo caballeroso ni de una vida religiosa bien guardada, como lo ordenaba el santo señor su majestad santísima el papa.

Fue así como la familia Von Robich se estableció forzosamente en San Sebastián de los siete vientos, un pueblo invisible y perdido en mitad de la mancha. Arquímedes Argucia el gitano agraviado sin más hogar ya que lo que le cabía en la maleta, grito a los cuatro vientos, que en realidad no eran, porque a San Sebastián de los siete vientos no llegaba ni la brisa, grito maldiciones y improperios que ningún oído respetuoso del enojo de Dios debe oír jamás y fue entonces ese día cuando llegaron los tornados, descendiendo de las virulentas nubes negruzcas y de movimiento lento que se arrastraban por sobre la atmosfera de San Sebastián, y en el clamor de su cólera, el gitano imperdonable descuidase sin meditarlo e imploró al diablo mandase siete vientos que arrancaran a San Sebastián de los Siete vientos de donde estaba. El gitanillo desapareció con sus trapos y su basura, pero el viento era cada día más violento y llegado al punto en que se volaban los techos y los perros y las vacas se movían ya sin moverse y esto gracias a las fuerzas eólicas de la maldición gitana Austher Von Robich, Sir Montañés como dice la plebe, hijo del hijo de Carl Von Robich, tomo la determinación de construir un muro infranqueable, impenetrable, irreductible, increíble e inútil.

Y esa es la historia de un tiempo que transcurre entre las murallas de piedra negra y muerta ajena a toda creación de dios, el tiempo que corre a arañazos huyendo de los caprichos alimenticios del nuevo rey de San Sebastián de los siete vientos.

Cuento: San Sebastian de los siete vientos

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