Los cuentos eróticos del marqués de Sade
Filed under: Filosofía, Literatura by Carlos Javier González Serrano — Deja un comentario16 mayo, 2015Aunque en ocasiones pasa por autor denostado en la historia de la Filosofía (e incluso, también, por la propia literatura), en las narraciones más breves de Sadeencontramos diversas trazas de pensamiento que, si bien no se recogen de manera sistematizada en ninguno de sus escritos, conforman un curioso y siempre llamativo canon de reflexiones sobre la existencia humana. Aún más, sobre lo prohibido de ésta, sobre lo que Elisabeth Roudinesco denomina en su imprescindible obra Nuestro lado oscuro. La propia Roudinesco explica que:Ciertamente, el universo novelesco de Sade está poblado de grandes fieras libertinas […] que ponen en práctica la voluntad de destruir al otro y destruirse a sí mismos en un desbordamiento de los sentidos. En semejante sistema, la naturaleza se reivindica como el fundamento posible de un derecho natural, mas a condición de que se entienda como la fuente de todos los despotismos. La naturaleza en el sentido sadiano es criminal, pasional, excesiva, y la mejor manera de servirla consiste en seguir su ejemplo. En consecuencia, Sade muda la Ilustración en una “filosofía del crimen y el libertinaje en una danza de la muerte”.Hermida Editores ha recopilado en un llamativo volumen amarillo los escritos más cortos, y a la vez más intensos, de Sade, en un libro compuesto por más de una veintena de relatos en los que se dan cita la prosa más ácida del autor francés, así como las más tronchantes y agudas peripecias de los personajes a los que dio vida. Sade reacciona de forma airada y radical a los excesos que, por la misma época, habían cometido los filósofos alemanes y franceses de las denominadas Luces. Con él se invierte la razón y ésta deja de ser lo más propiamente humano para convertirse en un mecanismo más de la naturaleza, que no duda en acudir a cualquier triquiñuela para complacer a un cuerpo siempre sediento de placeres de toda índole.
¡Ah, dejemos actuar a esa madre excelente, convenzámonos –escribe Sade en uno de sus cuentos eróticos– de que sus recursos son inmensos, de que nada de lo que hagamos puede ultrajarla y de que el crimen que podría atentar contra sus leyes nunca podrá manchar nuestras manos!Es bien conocido que nuestro protagonista fue encarcelado acusado de varios delitos sexuales: la sodomía (tanto homosexual como heterosexual), el sometimiento de diversas mujeres y, en fin, la corrupción de jóvenes a los que deseaba adoctrinar con sus tesis materialistas. Y es que, como asegura en otro de sus relatos,
… la mayor de las locuras es la de avergonzarse de las inclinaciones que hemos heredado de la naturaleza; y burlarse de cualquier individuo que tenga gustos tan singulares es tan absolutamente bárbaro como lo sería el burlarse de un hombre o de una mujer tuertos o cojos de nacimiento.Leer a Sade siempre produce una extraña sensación en el lector. Una sensación dual, en la que se entrecruzan una delirante repugnancia y, por otro lado, una escalofriante afinidad. Sus sinceros asertos, de la mano de sus picantes y suspicaces historias, otorgan a sus escritos un cariz difícil de definir. Como él mismo dejaba escrito, “No os riáis, lector; a falta de virtud, el vicio recatado y oculto puede hacer sus veces. ¿No resulta tan plausible como acertado pecar sin escandalizar a los demás? Y así, pues, ¿qué peligros puede entrañar el mal si no se le conoce?”.En estos relatos magníficamente editados por Hermida, Sade nos aboca una vez más al conocimiento de lo prohibido, de cuanto nos inquieta en la naturaleza humana y que, a fuerza de ser escondido y empujado a la peligrosa cueva del olvido, termina por emerger con fuerza renovada. “Si mis habladurías te han proporcionado distracciones sitúame en un rincón de tu biblioteca; si, por el contrario, te he aburrido, acepta mis excusas y arrójame al fuego”. Un fuego que Sade exprime y que, aunque de vez en cuando satisfecho, nunca termina de saciarse.Sade es, en palabras de Roudinesco, quien “ha hecho deseable el mal, deseable el goce del mal, deseable la perversión en cuanto tal. Nunca pinta el vicio con el fin de hacerlo detestable”.