Revista Cultura y Ocio
Los sueños se cumplen, sí, o sí -me dijo un colega con dos cervezas de más hace mucho, mucho tiempo-. Así, que ten cuidado con lo que sueñas. Después de ese "mucho, mucho tiempo", mis sueños siguen en donde estaban. Aunque no todos. ¿Les decepciono? Parece disolutorio, pero a descargo de mi colega, les diré que tenía, y tiene, razón. Hace poco alguien me dijo que si deseas algo con fuerza, te pasa. En esta ocasión, ha pasado poco tiempo, y aunque deseo muchas cosas, siguen estando en el baúl de los deseos, muy alejados de la realidad. Y sin embargo, estoy convencido de que tenía, y tiene, razón. En este punto me encuentro, en la tesitura de si, o bien no sueño con suficiente fuerza, o no deseo con gran pasión. O no es ese el dilema. Tal vez sea un descreído. Pero, en realidad, creo en todas las cosas, hasta que se caen por la gravedad de su peso. Cuando observo una manzana, me imagino a Newton, y no se me ocurre como pudo imaginar la revolucionaria teoría física de la gravedad. Lo soñó imaginariamente más que desearlo, supongo. A descargo nuevamente, también alguien me dijo "que también (ella) quería un chalet en Marbella" -aduciendo irónicamente a la imposibilidad momentánea, y probablemente eterna, de conseguirlo algún día, económicamente hablando-. Y sin embargo, lo sueños se cumplen, y los deseos llegan, de forma inesperada. O la cuestión es que lo sueños y los deseos no deben contemplarse como inesperados. Tal vez ahí, en esa línea semántica tan pequeña y tan abisal al mismo tiempo, se encuentre la diferencia entre los sueños y deseos que se consiguen y ocurren, y los que se quedan en el desván de los recuerdos para siempre.