Algunos grupos de olmecas que migraron de la zona mesoamericana del Golfo de México se establecieron en el Altiplano Central. Cuando esos grupos se encontraron con los pueblos que habitaban esta región, se mezclaron culturalmente y dieron origen a otras culturas, entre ellas la Cultura Teotihuacana.
Debido a los abundantes recursos naturales que había en la zona, su ubicación geográfica y su constante intercambio comercial, la ciudad de Teotihuacan creció con el tiempo; se convirtió en una ciudad muy poblada, de entre 125 mil a 250 mil habitantes. Logró su mayor esplendor en el periodo Clásico, entre el año 150 d. C. al 750 d. C. Fue muy influyente en la economía, la política, la arquitectura y el arte de toda Mesoamérica.
La Ciudad de Teotihuacán
Los pobladores de la cultura teotihuacana construyeron basamentos piramidales de gran tamaño que se distinguían porque usaban el talud y el tablero. Sus construcciones más importantes fueron las pirámides del Sol y de la Luna, así como la Calzada de los Muertos y el Templo de Quetzalcóatl. También edificaron plataformas en las que se llevaron a cabo ceremonias religiosas y celebraciones populares.
El valle de Teotihuacán, situado entre los de México y Puebla, en pleno corazón del Altiplano mexicano, fue el lugar donde surgió la primera gran ciudad de América. Un diminuto poblado durante el Formativo, experimentó un acelerado proceso de crecimiento que le llevó a alcanzar los 22,5 km’ de superficie y una población cercana a los 150.000 habitantes.
La urbe se estructuró en torno a una calzada principal orientada en sentido norte-sur y una secundaria trazada de este a oeste. La Calle de los Muertos, de unos 4 km de longitud, unía la plaza de la Pirámide de la Luna con la Ciudadela, una ancha plataforma elevada de 400 m de lado que contiene el templo de Quetzalcóatl y otros edificios religiosos. A ambos lados de la calzada se alzaban templos, como la Pirámide del Sol, palacios, como el de Los Jaguares, y barrios residenciales. La estructura más impresionante de Teotihuacana es sin duda, la Pirámide del Sol, una masa de adobe, piedra de relleno y estuco que tiene 65 m de altura y una base de 250 x 250 m.
La costumbre teotihuacana de pintar las paredes exteriores e interiores de los edificaciones genera una pintura mural de temática religiosa; temática que reaparece en la finísima y bella cerámica ritual elaborada por los alfareros de la cultura teotihuacana.
Comercio e influencia
Teotihuacan fue una importante ciudad comercial gracias a su abundante producción agrícola (tanto la de temporal como en la que se utilizaban canales de irrigación) y a los yacimientos de obsidiana.
La dominación de Teotihuacan se extendió a muchas zonas de Mesoamérica. Unas estaban bajo su autoridad directa y otras, pagaban tributo. La influencia cultural fue fuerte y se advierte en las áreas del Golfo de México, Oaxaca y la Región Maya.
La sociedad teotihuacana estaba integrada por sacerdotes, guerreros, comerciantes, artesanos y agricultores, entre otros.
Las viejas ideas heredadas del período Formativo evolucionaron con el correr de los Siglos. La ciudad comenzó siendo un centro de peregrinación religiosa al que acudían los campesinos de los alrededores; pero, poco a poco se transformó en un emporio industrial gracias al monopolio que los teócratas de Teotihuacán ejercían sobre la producción y la elaboración de la obsidiana, una dura piedra volcánica importantísima sociedades que desconocían los metales. La unión de uno y otro factor permitió la aparición de un tercero: el comercio interregional, y éste condujo a un cuarto, la expansión imperialista. La progresiva presencia de guerreros en las pinturas murales ilustra perfectamente el complejo proceso que impulsó a los pobladores de la cultura teotihuacana a ocupar zonas estratégicas de Mesoamérica desde donde podían controlar determinadas materias y ejercer una fuerte influencia educativa e ideológica.
Religión
Este desarrollo mercantil e industrial se apoyaba en una solida estructura agrícola, que permitía el mantenimiento de artesanos, guerreros y sacerdotes. Por tanto, no resulta extraño que las principales deidades (Tlaloc, Chalchiuhtlicue y Xipe-Totec) estuviesen vinculadas con el agua y la vegetación. A ellos habría que añadir otras viejas divinidades del Formativo, como Quetzalcóatl, el dios del bien; Huehueteotl, el dios del fuego; y Mictlantecuhtli, señor de la muerte.
Los teotihuacanos expresaban sus creencias por medio de la escultura, la cerámica y la pintura mural. Por ejemplo, en las fachadas de los templos representaban a deidades como Tláloc y la Serpiente Emplumada, relacionados con la lluvia y la fertilidad, respectivamente.
Fin de la Cultura Teotihuacana
A finales del periodo Clásico, la ciudad fue saqueada, quemada y destruida. Se desconocen con exactitud las causas de la decadencia de esta cultura, pero algunos investigadores consideran que sucumbió por la sobreexplotación de los recursos naturales, las invasiones de otros pueblos y los conflictos internos.