Piltillos ajustados, era The Burning, Ronaldos y Lou Reed,
Pereza
Recibo el tema 1 de mi nuevo curso de guitarra online. No sé por qué, pero esta vez quiero aprender, esta vez va en serio. Quizá porque no es una promesa de año nuevo, pero necesito tocar algunas canciones, disfrutar de la música, porque estamos hechos de acordes y rock & roll. Crecimos así. Entonces Javi me envía su tema 1 y me enseña las cuatro nociones básicas que consisten, fundamentalmente, en diferenciar la guitarra del acordeón y en contar las cuerdas de abajo a arriba y no de arriba abajo como pensaría cualquier novato o cualquier persona lógica que sepa contar. Y el tema 1, como toma de contacto, funciona bien y me veo capacitado para, al menos, solicitar el tema 2. Y el 2 se pone un poquito más serio y me digo, buah, con esto ya puedo tocar canciones. Pero Javi no quiere que toque canciones, quiere que aprenda a tocar la guitarra, con teoría, con sustento, para poder enfrentarme a cualquier estilo, a cualquier reto. Pero Javi, por cuestiones laborales –no es profesor de guitarra a tiempo completo- tiene que viajar a Rusia un par de semanas y, sin quererlo, olvida enviarme el tema 3, no ha tenido tiempo, y yo le entiendo, claro, así que aprovecho su ausencia para aprender canciones, justo aquello que tenía prohibido. Quizá la única prohibición expresa realizada. Y cuando Javi regresa me promete su tema 3 y yo le explico que he violado el código teórico-práctico de su curso elemental para tocar la guitarra con un profesor que no sabe tocar la guitarra y que me he aprendido unas canciones. Y mi profesor no me culpa, ve las ganas detrás de todo esto y dicen: venga, clif, dale caña. Y ese apoyo puede ser el detonante del ensayo del día siguiente, donde despliego el aprendizaje, el pequeño repertorio que me estoy haciendo para no llevarle la contraria a Los Gandules. ¿Acaso no sabes aún para qué se aprende a tocar la guitarra? Eso es.